Después de dos meses de entrenar, ya estábamos listas para el torneo. Había visto que mi cuerpo estaba más musculoso y esbelto. Al ser alta, noté que me estilicé. Tenía miedo de que mi cabello, que me llegaba hasta por debajo de la cadera, fuera un inconveniente y que mis contrincantes me hicieran algo para desconcentrarme. Sabía que, en este evento, algunas se prestarían a estirarte el elástico del corpiño, pellizcarte en la nalga o golpearte en el estómago de manera disimulada, con el fin de que uno pierda el balón. Pero bueno, no podía empezar a pensar en eso, sino me desconcentraría de mi objetivo, que era ganar.
El lunes 15 de mayo llegó. Se hizo una ceremonia de apertura, y luego quedaron los grupos que debíamos competir. Las tribunas estaban abarrotadas de padres y amigos que venían a ver el espectáculo. Antes de entrar a la cancha, la profesora Sara nos dijo que tuviéramos cuidado con las jugadoras del CEP Nº 27. Ella se refería al número cinco, que era muy rápida, y con la jugadora que llevaba la camiseta número siete; esa chica era la más alta y goleadora de su grupo. Nos recordó que debíamos trabajar en conjunto, y si este equipo, llevaban la delantera en cuanto a tantos, sabíamos que se podían revertir en un instante.
También nos explicó que íbamos a tener dos árbitros dentro del juego. Parecía que sufría cuando nos contaba, y después la entendí porque lo padecí.
— Chicas, quiero que sepan que los árbitros van a ser Amara Aguilar y Xavier Kourt. Este último, es una figura importante en el mundo del handball. Siendo tan joven, se podría decir que es una eminencia. Ha jugado numerosos partidos en el mundo desde que tenía 18 años, fue elegido en uno de estos torneos. Sus padres lo apoyaron todo el tiempo que duró su carrera como profesional. Hoy se dedica al arbitraje como un pasatiempo, un hobby. Él es uno de los organizadores de este juego y ha puesto mucho dinero para que se lleve a cabo aquí.
— Ah. — Dice una. — Tiene platita.
Todas nos reíamos y no sabíamos ni quién era; se notaba que vivíamos encerradas en un termo, donde solo existía el entrenamiento, las salidas con amigos, los bailes y cumplir con nuestras tareas.
— Mariana, ¡chsss!, no hables así, por favor.
La profesora volvió al tema y nos dijo:
— Miren, no quiero mentirles, pero Amara es muy detallista con el tema de las jugadas y va a correr a la par de ustedes. Él es bastante correcto y, si hacen mal las cosas, no va a tener ni un poco de misericordia de dejarlas afuera por dos minutos o directamente expulsarlas. Es agrio a la hora de tratar con la gente en los partidos. Así que, chicas, pongan lo mejor de ustedes y demuestren a los presentes que son las mejores.
— Sí, profe. — Sonó un unísono de voces.
Mientras esperábamos nuestro turno, me quedé pensando quién sería ese tipo. Espero que no me quiera hacer la vida de cuadritos. Y fue entonces cuando los vi asomarse. Me di cuenta de que eran ellos porque el locutor del lugar los presentó, salieron con las manos arriba, saludando a la gente. Por lo visto, la profesora tenía razón; él era muy conocido por el público en general, ya que se podía escuchar la ovación dentro del recinto.
— ¡Kourt, Kourt, Kourt! — Este hacía reverencias en señal de gratitud.
Después de hacer un examen exhaustivo, podría decir que la chica era joven, quizás unos 25 años, delgada, de buena contextura y una cara bonita. Él era un muchacho alto, diría que un metro ochenta y cinco; se podía notar a través de su remera que tenía marcados los abdominales. Los rasgos de su cara me habían llamado la atención. Su mirada era profunda, como un abismo en el que te podrías perder. Su fisonomía era parecida a la de los turcos. La asimetría de sus facciones lo hacía salir de lo común. Debería tener unos 30 años como mucho. Cuando me percaté de que lo estaba observando demasiado, sentí que, en un momento, en medio de la ovación, este hombre se dio cuenta de mi análisis profundo, lo que me hizo cambiar la mirada a otro lado. De pronto, siento que alguien me toca la mano. Me doy vuelta y era Beatriz, que me decía:
— ¡Cloe, dale, que ya vamos a comenzar! — Me sacó de mi ensoñación y le contesté que ya iba. — Ella movía sus manos enérgicamente para que me apurara.
El partido empezó. Me sentía confiada junto al equipo. La profesora nos dio un par de indicaciones y nos recalcó que tuviéramos cuidado con la número cinco, porque era rápida y se desmarcaba ágilmente. Le explicó a Sonia que la marcara todo el tiempo, sin importar dónde se moviera.
— Selena, necesito que te encargues del pívot cuando ingrese al área, que es la número cuatro.
— Sí, profe.
— Cloe, tú vas a ser la capitana. Sé que vas a poder armar las jugadas e implementar los ataques que ya veníamos haciendo en los entrenamientos.
— Entendido. — Fue lo único que pude decir, jamás pensé que me iba a elegir a mí para semejante responsabilidad.
— Tu altura te va a permitir hacer goles sin problemas. Cuando vayas al ataque, ingresa dentro del círculo para desconcentrar a tus oponentes, y eso le va a dar más posibilidades a tus compañeras también. La defensa se sentirá insegura con tu presencia y seguramente estarán atentas a que no recibas el balón. — Me pasa la banda de capitana. Atino con la cabeza, y ella se dirige a Beatriz para darle directivas específicas. Después se dirigió al grupo en general.