Después de la premiación mamá me pidió que nos tomemos varias fotos. Ella estaba tan contenta. Más yo que era mi sueño desde el primer momento en que la profe Sara nos contaba sobre este evento tan importante.
Ahora seremos famosas dentro de la escuela. Espero que los profesores nos consideren y podamos rendir con éxitos los trabajos y exámenes pendientes.— Pensaba.
Cuando mamá me dijo que vaya a buscar mis cosas al vestuario yo fui rápido, ya que, la mayoría de la gente se había ido, y solo quedamos unos pocos.
Antes de salir me puse la mochila y luego me solté el cabello, dejé en la mesita mi redecilla. De pronto, escuché voces, me acerqué al marco de la puerta a pispear quiénes eran. Entonces veo que es el insufrible y Juan Pablo que se dirigían a la oficina del señor Coronel uno de los organizadores del evento.
—¿Qué raro? —dije en voz baja—. Voy a quedarme hasta que entren y saldré lo más rápido posible, sin hacer ruido. No quiero que piensen que soy una entrometida.
Pero no entraron, sino que se quedaron afuera, y justo había tres metros de distancia entre ellos y yo.
—Xavier, quería pedirte que me aconsejaras sobre una cuestión de chicas.
—Dime qué es lo que necesitas saber. —Él sonrió.
—¿Y estos de dónde se conocen, que hablan como si fueran muy amigos? Lamentablemente, voy a tener que quedarme a escuchar. Espero que mi curiosidad no me delate. —Me decía en un tono bajito, casi imperceptible.
—Me gusta una chica de la escuela. Hoy vine a ver el partido y falté a clases solo para que sepa que la acompaño en sus proyectos.
—¿Se puede saber quién es?
—Es Cloe Di Martino, la jugadora número 7. No sé si la ubicas.
—Sí, claro.
—Bueno, ella me gusta desde hace mucho tiempo, y mañana, sábado, es la fiesta. Quiero proponerle que sea mi novia.
—Ay, no —dije—. Está loco. No sé cuántas veces le di a entender que no estoy interesada.
—Y si ya sabes qué vas a hacer, ¿por qué me lo cuentas a mí? No sé qué necesitas que te diga si la decisión ya está tomada.
—Claro, pero el tema es cómo se lo digo para que me dé una oportunidad.
—Mira, Juan Pablo, no quiero echar por la borda tus planes, pero esa chica no creo que esté interesada en ti. Es muy inmadura. A fin de cuentas, es una niña que recién empieza. Te lo digo porque la traté. Ella está enfocada en el deporte y en jugar con sus muñecas.
—Ay, este tipo... Lo voy a acogotar.
Y sin querer, hice un movimiento brusco y tiré un vaso que estaba sobre la mesita al lado de la puerta.
—No, no, me van a descubrir. ¡¿Qué hago?! —susurré casi sin voz.
Sin pensar demasiado y tratando de no hacer ruido, corrí a esconderme en uno de los baños. Al rato, escuché pasos.
—Necesito que la tierra me trague ya —dije en voz baja. Mi corazón latía a mil. Necesito que se vayan.
—¿Hay alguien? —preguntó el insufrible.
—¿Qué pasó? —dijo Juan Pablo.
—Se cayó este vaso, bah, quedó hecho pedazos. Capaz que las chicas lo habrán dejado sobre el borde y ahora está en el piso. ¡Qué raro!
— Por qué no miramos si no hay nadie en el fondo. — Dice el muchacho y se van directo a donde están los baños.
— Bueno, vamos.
— Ahora sí, me van a encontrar. ¡Dios mío ayúdame! No quiero que me descubran. Junté las manos pidiendo el favor del Supremo.
— Xavier, ¿estás por acá? Se escuchó la voz ronca de un hombre.
En mi mente le estaba agradeciendo a Dios que me mandó un salvavidas.
— Sí, acá estoy. ¿Qué pasó Rolando? Ellos se alejaron y fueron directamente a la entrada.
Era el señor Coronel que había llegado, lo identifiqué porque Kourt lo había llamado por su nombre de pila.
— Eso quiero saber, porque los veo a los dos en el vestuario y no pueden entrar hasta que no se vayan las deportistas del local, está firmado en el convenio.
— Señor, disculpe, — Intervino Juan Pablo.
— Nosotros escuchamos un ruido y entramos a ver qué pasó. Nos encontramos afuera de su oficina porque yo lo seguí al señor Kourt, justo cuando él iba a entrar a su despacho, para preguntarle algo sobre los entrenamientos. Ya que me gustó el deporte y quería que me recomiende algún club donde me enseñen handball.
— Está bien. Pero debemos salir, no quiero tener problemas con los otros organizadores Xavier.
— Sí, ¡Vamos Juan Pablo! —Le dijo el árbitro al joven.
No podía creer que estuviera a punto de ser descubierta. Esperé cinco minutos encerrada en el baño, para asegurarme que no hubiera nadie.
Mi teléfono que lo llevaba en la mano empezó a sonar, y de los nervios lo apagué. —Tengo que salir de aquí rápido. — Me bajé del inodoro como pude, me temblaban tanto las piernas que no sabía si iba a poder salir velozmente. Abrí la puerta despacio, salí corriendo hasta la puerta de salida y no escuché ruidos, así que me aseguré nuevamente de que no hubiera moros en la costa. Al comprobarlo, trote hasta la cancha.
—Cloe, hija, ¿por qué tardaste tanto?
Mientras que mi mamá me regañaba, yo miraba si no andaba Xavier o Juan Pablo, no quería ser descubierta. Qué vergüenza. La profesión de chismosa no era lo mío. El corazón se me iba a salir. Era como si hubiera corrido tres horas seguidas una carrera a toda velocidad.
— Hija, ¿no piensas contestarme?
— Mamá, discúlpame, me demoré porque tuve ganas de ir al baño y por eso me tardé. — Ay, Dios mío, que mentirosa soy. Pero no podía decirle la verdad, sino iba a empezar el interrogatorio y no quería que me venga con sus sermones.