Destino

Capítulo 17: Charla

— Buenas noches, señora Carayani.
— Buenas noches, Cloe.
— Bea va a llegar en cualquier momento, fue a comprar algo a la vuelta de casa.
— No se preocupe, señora. Yo la espero. Mi mamá ya sabe que iba a venir para acá.
— Bueno, te dejo porque voy a seguir mirando la novela en mi pieza.
— Sí, vaya tranquila. Me quedo en el living.

Después de 15 minutos de esperar a Beatriz, ella volvió con una bolsa de papas y una gaseosa light. Cuando me vio, empezó a gritar.

— ¡Cloe, Cloe, cuéntame todo ya! ¡Por fin llegaste!
— Bea, habla bajito.
— Sí, perdón, pero ya sabes que las cuestiones del amor me ponen frenética. Vamos a mi pieza para conversar.

Buscó dos vasos y un plato para poner las papas, y fuimos rumbo a su cuarto.

Cuando llegamos a su habitación, se podía sentir una fragancia a melón y una música romántica tenue. Al parecer, Bea había ambientado todo para que yo pudiera contarle los detalles. Realmente, esta mujer era de otro planeta. Nos sentamos en el piso, junto a la cama, enfrentadas para mirarnos de frente.

— Ahora sí, amiga. Soy todo oídos y ojos. — Desbordaba alegría Betita, como si ella misma se hubiera encontrado con Xavier.
— Bueno… — Me empecé a ruborizar.
— Mmm, esa rojez quiere decir que algo pasó entre ustedes.
— Bea, déjame hablar. Esto es nuevo para mí, y ni siquiera sé cómo me siento.
— Sí, sí, perdón. Habla.
— Nos encontramos en el parque. Él estaba muy bien vestido, era la primera vez que lo veía con ropa más formal.
— ¿Se le marcaba ese cuerpazo que tiene?
— Sí, amiga. La verdad es que estaba hermoso. Me latía muy rápido el corazón.
— Claro, no es para menos, sabiendo con quién te ibas a encontrar. Sigue, sigue.
— Bueno, estuvimos hablando del partido y de cómo me sentía cansada por el desgaste del campeonato. Luego, me propuso caminar y terminamos en la laguna artificial. Hay un banco allí que permite ver a la gente paseando en los botes.

Cuando nos sentamos, empezó a hablar del tema que nos había llevado a ese lugar: la charla truncada de la fiesta. Si ya estaba nerviosa, imagínate cómo me sentí cuando comenzó a tocar ese asunto. Me dio una compulsividad tremenda por tomar el té que me había ofrecido Xavier. Lo noté algo serio, pero parecía querer sacarse una carga de encima. Me dijo que, si lo que escuchaba no me gustaba, podía irme en cualquier momento.

— ¿Entonces?
— Entonces… me dijo que yo le atraía, que no podía ocultar lo que sentía por mí. — Bea empezó a mover las manos frenéticamente, mientras reía.
— ¡Viste! Te dije que ese Papurri le gustabas. Te lo dije.
— Sí, me lo dijiste, pero no lo creía. Mientras él se declaraba, mi mente no dejaba de recordarme esa charla tuya, cuando mencionaste la posibilidad de que él se fijara en mí.

Me puse muy nerviosa porque, después, directamente me preguntó si tenía una oportunidad conmigo. Me levanté y dejé el vaso; no podía contestarle. Antes de salir huyendo, me preguntó: "¿Por qué viniste, Cloe? Mi mensaje fue claro". Intenté hacerme la desentendida, pero no funcionó. Me acusó de que, si estaba allí, era porque sentía algo por él.

— Ay, amiga, decime que el Papurri te besó. Con eso me conformo.
— Espera, que te cuento todo.
— Sí, perdón, sigue.
— Me pedía que le contestara, pero no pude decir nada. Solo atiné a mirarlo. Y él… me besó. — Bea pegó un salto, incorporándose de un instante. Comenzó a caminar por la pieza diciendo:
— ¡Qué envidia! ; pero de la buena. Ese Papurri te habrá besado con pasión incontrolable.
— No, Bea. No fue así. Apenas lo hizo, lo empujé. Él me miró desconcertado.
— Pero ¿qué tienes en la cabeza, Cloe? Si te gusta y él se confesó. ¿Por qué lo empujaste?
— No sé, fue inesperado. Sabes que nunca estuve con alguien.

Bea suspiró y me miró con paciencia.

— Lo sé, pero en algún momento tenía que pasar, con Xavier o con otro.
— Me asusta. Este sentimiento me pone incómoda. Aunque no puedo mentirte: me gusta.
— Amiga, pensemos juntas. ¿Miedo a qué tienes? ¿A que tu mamá no lo acepte por ser mayor o a otra cosa?
— Sí… y no.
— ¿Cómo es eso?
— ¿Y si juega con mis sentimientos? Por ser más grande. Ya te lo dije: alguien como Xavier debe tener un montón de mujeres. ¿Por qué se fijaría en mí?
— Quizás las demás no tienen lo que él ve en ti. Creo que deberías conocerlo mejor antes de decidir algo.

En ese momento, sonó mi celular. Era un mensaje de Xavier.

— ¿No piensas contestar, Cloe?
— Sí, ya lo hago.

Bea se levantó, sonriendo.

— Bueno, amiga, te dejo para que hables por mensaje con tu Papurri. — Y, al salir, agregó: ¡Qué par de tortolitos!

Leí el mensaje.

— "¿Estás bien? Quiero que sepas que me gustó verte hoy. Me alegra haber acortado las distancias".

Me sonrojé. Pensé en la seriedad con la que me había hablado.

— Fue algo inesperado. — Respondí.
"Espero que pronto me digas cuándo podremos vernos otra vez".
— Te escribiré esta semana.
"No me hagas esperar mucho, Cloe. Lo que te dije hoy es en serio".

Solté el teléfono, abrumada. La intensidad de sus palabras me asustaba, pero también me emocionaba. Cuando recuperé la calma, le contesté.

— Xavier, hablaremos esta semana. Te lo prometo.
"Que descanses, Cloe".
— Igualmente. — Le contesté y apoyé el celular sobre mi pecho acompañado de un suspiro.




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