Destino

Capítulo 19: Tratando de confesar mis secretos

Al salir de la escuela, iba con Bea rumbo a nuestras casas. De pronto, escuchamos una frenada. Bajó del auto Xavier, vestido con un jean, una camisa blanca ajustada y unas zapatillas estilo sport.

Bea lo saludó con entusiasmo, mientras yo quedé en shock. Había aparecido de la nada y tenía cara de pocos amigos.

—Buenas tardes, señoritas —dijo mientras se quitaba los anteojos.
—Hola —respondimos al unísono.
—Cloe, ¿puedo hablar contigo un momento?

Me alejé de Bea, que se quedó revisando su celular mientras me esperaba.

—¿Por qué no me has contestado? —preguntó Xavier, con un tono triste. —Solo dime qué quieres hacer. Si la respuesta es no, desapareceré de tu vida.

— Xavier, perdóname por no haber respondido. La profesora me llamó la atención y no pude contestarte. Hoy voy a hablar con mi mamá sobre esta situación — pensé que ya lo había hecho esperar bastante, así que lo dije sin darle más vueltas al asunto. Una leve sonrisa apareció en su rostro, porque había entendido que mi respuesta era sí.
—Y también sobre Juan Pablo —. Su expresión cambió por completo. —¿Qué te hizo?

—Él sospecha que tú y yo tenemos algo. Hoy me enteré de que es tu primo.
—Sí, lo es. Pero quiero que sepas que no voy a permitir que se te acerque o te amenace.

—Gracias, Xavier. De todas formas, debo contárselo a mi madre. Ella sabrá qué hacer.
—Ve con tu amiga. Esta noche te llamo para hablar.
—Te avisaré, porque no sé cómo reaccionará mi mamá.

—Sabes que te quiero, y estoy dispuesto a todo —sus palabras fueron tan sinceras que no pude ocultar mi alegría. Le di un beso en la mejilla y me despedí.

Cuando volví junto a Bea, me miró con curiosidad.
—Amiga, ¿qué tienes para contarme?
—Voy a hablar con mi mamá y contarle todo. Si Xavier realmente quiere algo serio, todo tendrá que ser transparente. De paso le diré lo de Juan Pablo para que esté al tanto.

Esa noche, después de cenar, le pedí a mi madre que necesitaba contarle dos cosas importantes. Preparó una taza de té para cada una, y nos sentamos en el sofá. Sabía que esta conversación no sería fácil.

—Bueno, hija, soy todo oídos.

Esas palabras me pusieron nerviosa, pero debía decirlo todo.
—Mamá, quiero que me escuches y luego que me digas lo que piensas.

La cara de mi madre reflejaba incertidumbre.
—Hace unos días, cuando fui a entrenar para el amistoso contra Paraguay, pasó algo desagradable. Fui a buscar mi redecilla al vestuario, y en la puerta estaba Juan Pablo. Creo que lo recuerdas; siempre mostró interés en mí, pero nunca le di la oportunidad de declararse.

Tomé aire antes de continuar.
—En el vestuario, él me bloqueó el paso, empezó a insistir con su "declaración" y… se quiso propasar conmigo. Me agarró, intentó besarme a la fuerza, y forcejeamos. Grité, pero nadie me escuchaba hasta que llegó Xavier, uno de los árbitros. Le pidió a Juan Pablo que me soltara. En medio del forcejeo, caí al suelo y me hice esta cicatriz —le mostré mi labio superior.

La cara de mi mamá estaba roja de la bronca.
—¿Y cuándo pensabas decirme esto, Cloe? ¡Esto es grave! ¿Quién se cree que es ese mocoso? Mañana mismo hablaré con la directora. ¡Podría haberte pasado cualquier cosa, y tú esperas hasta ahora para contármelo! Estás castigada.

—¡Mamá! ¿Por qué?
—No puedo creer que ocultaras algo tan serio. Esto no es negociable, estás castigada una semana.

Intenté razonar con ella.
—No quería preocuparte, y sé que estuvo mal no decírtelo, pero te pido perdón.

—Hija, esto es grave, y lo estás minimizando. Anda a dormir. Mañana tienes escuela y yo trabajo.

Fui a mi cuarto sintiéndome incomprendida. Las lágrimas corrían por mis mejillas. Sabía que ocultarlo había sido un error, pero no esperaba que mi madre reaccionara así. Encendí mi celular y vi un mensaje de Xavier:

—Hola, Cloe, ¿pudiste hablar con tu mamá?
—Hola. Sí, pero solo le conté lo de Juan Pablo. Ahora estoy castigada por no haberle contado antes.

—“Ella tiene razón en enojarse contigo. Debiste decírselo. El problema es que crees que puedes manejar todo sola y no piensas en cómo afecta a quienes te quieren.”

Sus palabras eran un balde de agua fría.
—Mira, Xavier, no estoy para que también me sermonees. Ya tengo suficiente.

—“Creo que es mejor dejar esta conversación para otro momento.”

—No habrá "otro momento". No podré verte porque estoy castigada, y no quiero hablar más del tema.

Apagué el celular. Esa noche, aunque estaba agotada, no logré conciliar el sueño. La tristeza me envolvía, y no podía dejar de preguntarme cómo cambiarían las cosas a partir de ahora. Siendo que aún faltaba confesarle a mamá que me gustaba Xavier.




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