Al día siguiente, me desperté y miré el reloj de la cómoda. Eran las diez de la mañana. Salté de la cama al darme cuenta de que me había quedado dormida. ¡Lo único que me faltaba! Encendí el celular y vi varias llamadas perdidas y un montón de mensajes sin responder. Mientras me vestía, escuché dos golpes en la puerta. Me pareció raro, pero pregunté:
—¿Quién es?
—Soy yo, hija.
—Mamá, ahí voy.
Abrí la puerta apresurada, buscando alguna excusa para mi descuido.
—Me dormí, te juro que no lo hice a propósito —dije nerviosa, pero su rostro tranquilo dejó claro que no hacía falta seguir justificándome.
—Cámbiate, te espero abajo para desayunar.
—Bueno —atiné a responder.
Pasaron unos veinte minutos desde que tocó a mi puerta. Cuando bajé, un aroma a naranja y jazmines impregnaba la casa. Al parecer, mamá tampoco había ido a trabajar. Me invitó a sentarme, lo que me puso un poco nerviosa.
—Hija, creo que anoche nos fuimos a dormir en malos términos, pero quiero decirte algo. Desde que eras muy pequeña siempre me has acompañado en todo. Sabes que lo que vivimos con tu papá fue muy difícil, y todavía tengo secuelas de esas heridas que sufrí por tantos años. Cuando me contaste lo que te pasó, de alguna manera reviví esas situaciones de violencia —su voz se quebró.
En ese momento entendí que su reacción se debía a las cicatrices que el pasado seguía dejando en su vida. La abracé y le pedí perdón por no haberle contado antes lo que había sucedido. Le prometí que nunca más pasaría por alto algo así. Ella asintió con la cabeza, y seguimos desayunando en silencio hasta que, de repente, dijo:
—Fui a la escuela a dejar asentado lo que pasó. Al hablar con la directora, me comentó que los árbitros del evento ya habían registrado el incidente. Me estaba esperando para saber qué medidas tomaríamos al respecto. Aunque no ocurrió dentro de la institución, está documentado.
—Ah, sí... Esto debe ser cosa de Xavier. —Murmuré casi sin pensar.
—¿Qué vas a hacer, mamá?
—Voy a hablar con los padres de ese joven y les voy a dejar en claro que, si su hijo se mete contigo otra vez, tomaré otras medidas. Tenemos pruebas y testigos a nuestro favor, hablé con uno de ellos. — Añadió.
Estaba tomando té cuando, de la sorpresa, lo escupí todo y empecé a toser.
—¿Estaba muy caliente el té? —preguntó preocupada.
—No, no, está bien. Es solo que pensé que habías hablado solo con la directora.
—No, hija. Aproveché el día para investigar más sobre el asunto. Ahora estoy más tranquila. Por cierto, me cayó bien el muchacho. Creo que me sobrepasé en castigarte, discúlpame.
Su comentario me descolocó. Intenté disimular mi curiosidad, pero sabía perfectamente a quién se refería. Mi madre hablaba de Xavier. Una media sonrisa se dibujó en mi rostro. Ahora me tocaba enfrentar lo más difícil: confesarle que estaba enamorada de un hombre diez años mayor que yo. Pero primero debía hablar con él antes de tener una charla con ella.
Cuando terminé de hablar con mamá, revisé mi celular. Tenía dos llamadas perdidas de él de anoche y un mensaje que me envió hoy:
"Sé que te molestó mi sermón de anoche, pero hice algunos movimientos respecto al mocoso de mi primo para que tu mamá te levante el castigo y podamos vernos. Por cierto, tu mamá es una mujer muy elocuente y agradable; creo que nos vamos a llevar bien. Avísame si podemos vernos esta tarde en el parque Ávalos a las 19:00."
Le respondí con un simple "Hola, sí.", aunque por dentro sentía cómo me sonrojaba.
Bea también me había escrito:
"¿Por qué no viniste a la escuela? ¿Te castigaron hasta cumplir 21 años por lo de anoche?"
Le respondí contándole lo ocurrido y que ya había solucionado el tema con mi mamá, aunque aún faltaba lo más complicado.
"Ay, amiga, ¡éxitos con eso! Los vas a necesitar."
—Gracias, pero recuerda incluirme en tus plegarias, porque las voy a necesitar.
"Cuenta con ellas. Llámame esta noche."
—Lo haré. Hoy me veo con Xavier para hablar.
"¡Uju! Eso suena bien. Bueno, primero asegúrate de que tu mamá acepte esa relación."
—No sé... Estoy hecha un lío con mis pensamientos y emociones, como desde el primer día que apareció en mi vida.
"¿Quién no estaría así? Si está más bueno que comer pan con las manos."
—Bea, concéntrate, necesito ánimos.
"Te mando mis mejores deseos, amiga. No te olvides de llamarme después, que quiero saber cómo va la novela. Creo que ya estoy en el capítulo catorce."
—No sé si llorar o reír con lo que dices.
"Es para descontracturar un poco. Se nota que tiene buenas intenciones y nunca te forzaría a nada."
—Eso es lo que ha demostrado hasta ahora.
Horas después, me estaba preparando para ver a Xavier. Sabía que esa tarde debía sincerarme y expresar mis sentimientos. Él siempre había sido honesto conmigo, pero yo no. Era hora de arriesgarme y descubrir si esta historia tenía un buen destino. Confieso que temblaba de los nervios, pero estaba dispuesta a intentarlo.