Salí de casa con el corazón latiendo a mil por hora, luchando contra una mezcla de emociones que iban desde la ilusión hasta el temor. La posibilidad de que mi madre no aceptara mi relación con Xavier rondaba mi mente como una sombra persistente. La diferencia de edad, mi falta de experiencia en el amor y el temor de que él pudiera lastimarme como lo hizo mi padre con mi madre eran ideas que me inquietaban. A pesar de ello, sentía que era momento de enfrentar mis sentimientos.
Decidí caminar hasta el parque para organizar mis pensamientos. La tarde estaba fresca, perfecta para mis botas favoritas y una campera abrigada. Mientras avanzaba, le envié un mensaje a mamá avisándole que volvería antes de que llegara del trabajo. Era mi manera de prepararme para la conversación que tendría con ella más tarde.
Treinta minutos después, llegué al parque. Xavier ya estaba ahí. Me había enviado un mensaje diciendo: "Te estoy esperando." Sentí un nudo en el estómago al leer esas palabras, pero continué caminando hasta que lo vi a unos metros de distancia. Allí estaba, con un sobretodo, un jean oscuro y una polera blanca que resaltaba su porte.
—Hola, Cloe —dijo al verme, con una sonrisa cálida que desarmó todos mis nervios.
—Hola, Xavier.
Antes de que pudiera decir algo más, me abrazó. Fue un gesto inesperado, pero reconfortante. Su calor y la seguridad que transmitía me hicieron olvidar por un momento todas mis preocupaciones.
—¿Cómo has estado? Anhelaba verte otra vez —susurró cerca de mi oído.
—Bien —respondí, notando cómo mis mejillas se teñían de rojo.
Nos dirigimos al lugar donde tuvimos nuestra primera cita. Mientras caminábamos, él tomó mi mano. Su gesto me hizo sentir tranquila y, al mismo tiempo, nerviosa. Aunque intenté mantener una conversación ligera, no pude evitar que mis respuestas fueran cortas y evasivas.
Al llegar, me cedió el asiento con un gesto caballeroso. Había algunas parejas cerca, pero ninguna lo suficientemente cerca para oírnos.
— Bien, ya estamos acá nuevamente, y la verdad es que lo esperaba con muchas ansias. — Se río y sus dientes perfectos hicieron que lo mirara embobada.
—Así es, llegó el día. —Traté de no mostrarle mis nervios, pero mis manos, de manera sutil, se estrujaban una con la otra. Él las tomó suavemente y detuvo ese movimiento repetitivo.
—Cloe, quiero que te quedes tranquila o, al menos, que lo intentes. Yo también me siento nervioso por tu presencia. —Una amplia sonrisa apareció en su rostro.
—Creo que es momento de que me digas qué vamos a hacer.
Xavier tenía la capacidad de pasar de un tema a otro sin vacilar, dejando al receptor boquiabierto. Todavía no reaccionaba.
—Cloe, desde que te conocí, me gustaste, aunque no lo quería reconocer al principio. Sé que tenemos diferencias, pero quiero que sepas que esto va en serio para mí.
La primera vez que te vi fue cuando ingresé al estadio mis ojos se posaron en los tuyos y noté que me mirabas como si me estuvieras analizando.
Su relato me llevó de regreso a ese momento, y recordé que había llegado a esa misma conclusión. Qué torpe fui, me decía por dentro. Si antes estaba nerviosa, ahora era peor.
—Por tu silencio, me parece que no me equivoqué.
—Eh, sí, pero no. —Lo dije con un tono dubitativo.
—¿Cómo es eso?
—Nuestra profesora nos había dado una pequeña reseña de ustedes, y por eso te observé, pero sin ninguna intención. —No era el momento de confesarle que sí había captado mi atención porque realmente era un monumento, y por eso lo observé demás. Todas las chicas decían: que era muy lindo.
—Mmm, ya veo. Cuando te vi, me costó apartar mi mirada de tuya. Y, en los partidos, noté que también me mirabas.
—Sí, pero era por la bronca que me daban las faltas que estabas cobrando, ¡y no eran así!
—Sabes que en ese primer partido cometiste varias faltas, pero tu hermosura no me permitía cumplir bien con mis funciones de árbitro.
Su comentario me hizo reír, y la tensión en mi cuerpo empezó a disiparse. Eso me permitió seguir hablando con Xavier sobre nuestras primeras impresiones. Después de un rato, él tomó mis manos y me preguntó qué íbamos a hacer.
Tomé aire y me sinceré. Le conté mis miedos y preocupaciones, pero también mis sentimientos. Le dije que él me gustaba, que no había planeado nada de esto, pero que era algo que no podía ignorar.
—Me preocupa lo que pueda pensar mi mamá —le confesé—. Jamás iría en contra de sus principios.
Xavier escuchó cada palabra con atención, sonriendo de vez en cuando, como si mis inseguridades no fueran un obstáculo insalvable.
—Cloe, jamás te forzaría a nada —me aseguró—. Estoy dispuesto a hablar con tu madre y demostrarle que esto es algo serio.
Su respuesta me llenó de calma, aunque las dudas seguían rondando. Fue entonces cuando, suavemente, me preguntó:
—¿Puedo besarte?
Asentí, y él se acercó lentamente. Su beso fue cálido y tierno, un gesto que decía más de lo que las palabras podrían expresar. Pero justo en ese momento, mi celular comenzó a sonar. Era mamá.