Destino

Capítulo 30: Los tres

Habíamos llegado tan rápido a casa que no pude procesar la información que, de improviso, Xavier me había dicho.

Bajamos del auto, y le pedí que esperara un momento mientras verificaba si mi madre estaba. Él asintió con la cabeza, se apoyó en el auto con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión de pocos amigos.

Al entrar, la casa parecía vacía. Todo estaba en penumbra, así que decidí encender la luz. Para mi sorpresa, mi mamá estaba sentada en el sillón, mirando hacia adelante sin emitir un solo sonido. Aquella escena me asustó.

Me acerqué a ella, y entonces habló:
—¿Has venido con ese muchacho?, ¿no?
—¿Cómo sabes? —atiné a responder.
—Jamás pensé que el señor Kourt iba a cumplir con su palabra. Me enteré hoy de que había llegado para la apertura del campeonato. —Se giró hacia mí, mirándome fijamente.

—Entonces, todo lo que Xavier me dijo era cierto. ¿De verdad planeaste separarnos? Quiero que me digas la verdad. —Unos instantes de silencio transcurrieron antes de que respondiera:
—¿Y qué pensabas, Cloe? ¿Qué iba a dejarte caer en las manos de un hombre... con mucha experiencia, por cierto? —La molestia en su rostro era evidente.

Mientras tanto, yo había olvidado por completo que Xavier seguía afuera.
—Ya vuelvo, voy a hacerlo pasar. —Mi madre asintió con un leve movimiento de cabeza, como dándome su venia.

—Ven, pasa —le dije a Xavier. Él me miró por un segundo ante de acercarse.
—¿Estás segura?
Asentí y lo tomé de la mano. Xavier, sorprendido por mi gesto, correspondió con gusto.

Mi mamá ya estaba en la cocina, preparando té, como si nada hubiera pasado. Sentí escalofríos recorriendo mi cuerpo, mientras mi corazón latía cada vez con más fuerza.

De lo único que estaba segura era de que mi mundo se estaba desmoronando. A medida que nos acercábamos a la cocina, mi mente era bombardeada con pensamientos: tantas mentiras, tantos años de dolor, de ausencia, de un corazón roto, y de silencios sin respuesta.

Xavier me sacó de mi burbuja:
—No es necesario que hablemos ahora si no te sientes preparada.
Lo miré fijamente.
—No quiero que esto se alargue más.

Seguimos caminando hasta llegar a la cocina, sin soltarnos las manos.

—Buenas noches, señora —dijo Xavier.
—Buenas noches, joven —respondió mi madre con tono seco. El ambiente estaba cargado de tensión, como si dos contrincantes midieran fuerzas.

Nos sentamos los tres a la mesa. El silencio era insoportable, así que decidí romperlo:
—Ahora que estamos los tres aquí, quiero saber por qué actuaron de esa manera. ¿Por qué me hicieron sufrir? —Miré a Xavier. Él solo me sostuvo la mirada. Luego giré hacia mi madre: — ¿Y tú? ¿Por qué nunca me dijiste nada?

El aire se volvió más denso. Mi madre rompió el silencio:
—Hija, sé que me equivoqué, pero pensaba en tu bienestar.

—¿Qué bienestar? —levanté la voz, incapaz de contener mi indignación.

—Tenía mis razones.

—¿Cuáles? Porque no lo entiendo. Cualquier chica tiene novio a los 19 años, cualquiera.

—Pero él te llevaba muchos años. No podía permitir que sufrieras por alguien así. Jamás quise lastimarte. Creí que hacía lo correcto.

—¿Lo correcto? —repliqué, sintiendo cómo la ira me invadía—. Me viste sufrir y no hiciste nada. Podrías haberme dejado equivocarme y aprender de mis propios errores.

Sentí cómo Xavier apretaba mi mano con fuerza, intentando tranquilizarme, pero continué:
—Por más que lo expliques, no puedo entenderlo. ¡¿Crees que todos son como papá?!

Mi madre se levantó de la silla, visiblemente afectada.
—No hables de él en esta casa. Te lo prohíbo. —Tomó una bocanada de aire antes de añadir: — Lo siento, hija.

Xavier intervino:
—Quiero que sepan ambas que no estoy aquí para generar conflictos, sino para que esta situación se arregle. Es necesario que hablemos y expresemos lo que sentimos en buenos términos.

Miró a mi madre con seriedad:
—Señora, en su momento me trató como si fuera un aprovechador. Hoy estoy aquí para pedirle formalmente su consentimiento para estar con Cloe. Quiero que entienda que si regresé fue porque nunca he podido olvidarla. Cometí un error al desaparecer de su vida sin explicaciones. Sé que actué mal, pero creo que siempre he sido respetuoso.

Lo escuchaba hablar con vehemencia, y a pesar de mi enojo, mi corazón traicionero se alegraba de que ese hombre estuviera peleando por mí.

Mi madre lo miró fijamente, en silencio. Finalmente, respondió:
—Está en manos de mi hija aceptarlo o no. Yo no me opondré a su relación. —Parecía más tranquila mientras hablaba. Luego se levantó y añadió: — Si me disculpan, iré a mi dormitorio. Creo que tienen mucho de qué hablar.

Nos dejó solos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.