Cuando mamá se alejó, Xavier se acercó más a mí, reduciendo la distancia entre nosotros.
—¿Cómo te sientes?
—No muy bien —atiné a decirle.
—Quiero que entiendas que, al hacerle ese juramento a tu madre, literalmente estaba renunciando a ti. A estas alturas, podrías haber estado con otra persona. Sé que no actué con juicio. Debería haber ignorado el pedido de tu madre y seguir adelante con nuestra relación, pero sabía que su aprobación era importante para ti.
—¿Y crees que con eso voy a estar tranquila? Necesito tiempo para pensar. Esto fue demasiado para un solo día —todavía estaba algo alterada.
—Lo sé —dijo mientras extendía sus brazos y me abrazaba. No lo aparté; estar así con él me gustaba. Mi cuerpo traicionaba a mi razón.
—Espero que me des una oportunidad, Cloe. Y si decides no hacerlo, no tardes en avisarme. Sé que no estoy en condiciones de pedirte nada, pero no quiero alargar esta agonía que me consume por dentro. Sabré entender si tu respuesta es no.
En ese momento, no sabía qué decirle. Necesitaba mantener distancia para ordenar la avalancha de información que me llenaba la mente. La verdad era que nunca lo olvidé. No sé si fue por su abrupta desaparición o por la ilusión de este amor inesperado.
Me soltó suavemente y me pidió que lo mirara. Le hice caso, observándolo detenidamente. Los años no habían pasado para él; seguía tan guapo como cuando lo conocí. Mis ojos se posaron en sus labios, pero él interrumpió mi pensamiento al decir:
—Te he extrañado, demasiado.
De golpe, puso sus manos en mis mejillas y me besó. Correspondí al beso; no pude contenerme. La intensidad iba en aumento hasta que, de pronto, Xavier se apartó y volvió a abrazarme.
—Creo que es prudente parar hasta que decidas qué hacer. No quiero emocionarme sin tener tu respuesta.
Tratando de recuperar la compostura, asentí. Las mariposas en mi estómago estaban causando estragos.
—Sí... será mejor que paremos. —Xavier tenía una ligera coloración roja en sus mejillas.
Lo acompañé hasta la puerta. Nuestra despedida se hizo eterna hasta que finalmente se fue. Me quedé pensando en lo que debía hacer, luchando por no dejarme llevar solo por mis sentimientos.
Decidí llamar a Bea. Sabía que mañana tendría una larga conversación con mamá. A pesar de estar molesta con mi amiga, hablar con ella podría tranquilizarme un poco.
—Hola, Cloe.
—Hola. Hoy me enteré de la verdad. Quiero decirte que estoy enojada contigo porque sabías de esta situación y no me dijiste nada.
Bea solo escuchaba, sin emitir sonido alguno.
—Siento que todo este tiempo viví una mentira: mi madre, mi amiga y mi prospecto de "novio".
—Amiga, sé que esto es difícil de procesar, pero quiero que entiendas que no podía decírtelo. Te habría afectado demasiado, y Xavier quería ser él quien te lo explicara. Jamás quise ocultarte información, pero creo que, si no hubiera sido así, tú nunca habrías accedido a este encuentro. Tu mamá también se equivocó al apartarte de él; tenía miedo. Además, me enteré hace muy poco y me sentía entre la espada y la pared. En un momento, decidí decírtelo, pero estabas con tus exámenes, y una noticia así habría sido contraproducente.
—Bea, no sé qué decirte. Tengo sentimientos encontrados. Ni siquiera sé cómo estoy.
—Creo que sería bueno que descanses. Mañana podemos hablar si quieres.
—Bueno. Me iré a bañar y trataré de descansar.
—Amiga, una última cosa: la decisión que tomes marcará el rumbo de tu vida... Mejor si es con el Papurri. —No cambiaba más Bea. Siempre tenía que agregar algo.
—Nos vemos mañana.
—Sí. Chau.
—Chau.
Preparé mi ropa y me fui a bañar, buscando aliviar el peso que me había aplastado durante todo el día.
Mientras tanto, un mensaje llegó a mi celular. Era de mi mamá:
"Espero que puedas perdonarme, Cloe. Jamás quise lastimarte. Desde que eras una niña, te protegí de todo aquel que pudiera representar una amenaza para ti. Creo que esta vez me pasé de la raya. Con esto no pretendo victimizarme, sino exponerte mis razones por las que actué de esa forma.
Te quiero, hija."
Las lágrimas rodaron por mis mejillas. Dejé el celular en la mesita de luz y me fui al baño para ducharme. Me quedé bajo el agua durante un buen rato, llorando amargamente, como si esas gotas de sal hubieran estado acumulándose para una ocasión especial.
Después de perder la noción del tiempo, apagué el grifo, me cambié y me acosté en la cama. Dormí tan profundamente que parecía que no habría un mañana. En mis sueños, las palabras de Xavier me visitaban: "Te he extrañado demasiado."