Sunshine Hills era el pueblo más calmado, todo mundo se conocía entre si y jamás había conflictos. Para todos era el lugar perfecto para vivir, pero para Alissa era demasiado aburrido.
No era que deseara que algo malo pasara, pero de pronto le molestaba que las cosas tuvieran esa sensación de perfección todo el tiempo.
La mañana en que todo comenzó era nublada, algo raro porque en Sunshine Hills, como su nombre indicaba, siempre brillaba el sol, pero aún así Alissa notó sonrisas en los rostros de sus padres.
─Buenos días, cariño─su madre se acercó y le dio un beso en la mejilla─. Te hemos dejado comida en el refrigerador, nos vemos más tarde.
─¿Quieres que prepare la cena?─su voz sonaba un poco esperanzada, su padre debio notarlo porque en su rostro apareció una pequeña mueca.
─Lo lamento, Lissa─le dio una sonrisa triste─. Hoy debemos quedarnos a hacer guardia.
Alissa estaba acostumbrada a estar sola, sus padres eran medicos, por lo que no pasaban mucho tiempo en casa, así que sólo se limitó a asentir con la cabeza levemente.
Cuando oyó la puerta cerrarse subió a su habitación a cambiarse la pijama, quería salir a despejarse un rato, por lo menos hasta que estuviera aburrida de ver a todos ser amables e impecables.
Se puso unos vaqueros y la primera camiseta que encontró en su armario, no sabía muy bien sí su ropa combinaba del todo, pero no le importaba realmente, sabía que todos eran demasiado amigables como para hacer un mal comentario al respecto.
Tomó un libro de su estante, "Fuego en el alma" se podía leer en grandes letras plateadas. Era su favorito, lo había leído por lo menos seis veces y, aún así, cada que lo hacía volvía a maravillarse, sentía que podía transportarse a esa gran ciudad muy lejos de ahí.
Sin demorar más tiempo salió de casa, no sin antes guardar las llaves en su pantalón y asegurarse de tomar una chaqueta.
Caminó por varías calles donde, las personas que estaban fuera, le sonreían o la saludaban y ella, siendo lo más educada posible, les respondía intentando evadir alguna posible charla.
Cuando pasó frente a la casa de Leyla, su mejor amiga, no pudo evitar suspirar.
Cada verano Leyla salía a visitar a su abuela, Alissa no recordaba el nombre del lugar, pero sabía que para llegar se debía manejar un par de horas. Todos los años desde que tenía memoria, los padres de Leyla la invitaban a ir con ellos, pero ese verano, ni siquiera habían mencionado el tema, Alissa se lo había atribuido a lo que había pasado entre ella y Luca, el mellizo de Leyla.
Habían dejado de hablar desde antes de que el verano comenzara y para ella era bastante complicado estar alejada de él y, lo peor de todo era no saber los motivos reales por los que se habían distanciado.
Leyla había intentado hacer de mediadora entre los dos, claro que no había podido hacerlo durante mucho tiempo porque, de alguna forma, siempre terminaba gritandoles y saliendo de la habitación dejandolos en un silencio bastante incómodo.
Con todo eso en mente, llegó al parque en el centro del pueblo, era temprano, por lo que no había niños cerca, le gustaba la intimidad que eso le otorgaba porque sabía que podría meterse de lleno en la lectura sin que nadie la interrumpiera.
Se sentó en el pasto recargando su espalda en uno de los árboles más grandes y comenzó a leer, pasaba las páginas sin mirar alrededor, por lo que no notó cuando las nubes comenzaron a juntarse sobre ella.
Justo en la parte en la que Eliza y Eliha, los protagonistas, se conocen, una gota cayó en la cabeza de Alissa. Miró al cielo con una mueca de confusión en su rostro, en Sunshine Hills no llovía jamás.
Se quedó bajo el árbol aún cuando la lluvia se volvió más intensa, sabía que era mala idea permanecer ahí, sus pensamientos se fortalecieron cuando oyó unos truenos en el cielo.
Decidió que correría hasta su casa o al menos intentaría llegar a algún lugar donde pudiera refugiarse de la tormenta, pero en cuanto dio un paso lejos del árbol, un rayo cayó a unos metros de ella haciéndola sobresaltarse.
Bueno un rayo no cae dos veces en el mismo lugar ¿cierto?.- pensó Alissa cuando ya estaba más calmada.-Sólo debo correr a casa y todo va a estar bien, es sólo una pequeña tormenta, todo va a estar bien.
Un segundo rayo cayó, un poco más cerca que el anterior.
Alissa estaba asustada y sólo pudo agarrarse del tronco del árbol para no caer, sin embargo, un tercer rayo caía en ese momento impactando el mismo árbol.
De un momento a otro una descarga la sacudió de pies a cabeza, haciendo que cayera inconsciente sobre el pasto.
Justo en ese instante, la lluvia cesó y el sol salió tan brillante como siempre.