El tiempo paso rápidamente y hoy era ya el cumpleaños número veintiuno de Elizabeth, y como cada mañana desde hace cuatro años, cuando después de meses y meses de súplica, Darien accedió a entrenar con ella, principalmente defensa personal; sus padres se encontraban en el interior de la casa, acababan de desayunar, su padre recogía los trastos sucios de la mesa mientras su madre le preparaba un almuerzo especial, ella se encontraba en el jardín con su ropa de entrenamiento: unos pantalones de algodón y una camiseta deportiva. Algo de ropa que había quedado de la era anterior a la tiranía, llevaba su cabello amarrado en una larga coleta, sus puntas, que se iban aclarando hasta quedar de un rosa pálido; le llegaban a la cintura y el resto de su cabello; que comenzaba en un rojo intenso e iba en degrade, lucia perfecto con sus ojos de un hermoso gris intenso. Estaba elongando para comenzar. Darien estaba sentando en suelo jugando con una ficha entre sus dedos, era lo único que tenía de su padre, días antes de su muerte, sus padres se la habían regalado, tenía grabado una enorme montaña.
Hoy con veintidós años era todo un hombre con el cabello castaño y ojos azules, 1,75cm de pura fibra gracias al entrenamiento diario que mantiene con su padre y su hermana.
- ¿estás lista? - pregunto levantándose del piso
-siempre estoy lista, tonto. - respondió Lizzie terminando de elongar, ambos se pusieron en posición de combate, cuando desde el interior de la casa se escucharon unos ruidos extraños, un grito y unos disparos
- ¡Lizzie! - Elizabeth despertó con el cuerpo bañado en sudor y el rostro empapado en lágrimas, escuchaba a lo lejos aún su nombre, se sentó en la cama y luego de unos segundos que parecieron horas, se dio cuenta que, en realidad los que la llamaban eran sus padres y Darien.
- Lizzie, Lizzie abre la puerta por favor. - pedía su papá
- hija, Lizzie déjanos entrar. - escucho a su madre
- Lizzie, ¿estás bien? Al menos responde. - le decía Darien.
Al levantarse de la cama se dio cuenta que le temblaban las piernas y las manos, como pudo abrió la puerta, sus padres y hermano se asustaron al verla, estaba pálida y sudorosa, sus ojos aún estaban cristalizados y rojos por el llanto.
Darien dio un paso al frente y Elizabeth se abalanzo sobre él y comenzó a llorar desconsoladamente
- ya, ya, calma Lizzie, ya todo paso… estamos aquí. - la tranquilizaba mientras le acariciaba el cabello. - dinos que te pasa, nos tienes a todos preocupados.
- solo tuve una pesadilla, era muy real, pero… pero solo fue eso, ya no tiene importancia. - respondió ocultando un sollozo
- te traeré chocolate caliente mi amor. - le dijo su mamá
- gracias mami. - respondió sonriéndole a su madre; su papá la tomo de la cintura y la acompaño otra vez hasta su cama, Darien se sentó a su lado y le acariciaba el cabello, permanecieron en silencio mientras Joanne regresaba con el chocolate
- ya estoy bien en serio, pueden regresar a dormir. - les dijo la chica mirándolos a los tres. - lamento haber hecho que se levanten
-no te preocupes por nada hija, para eso está la familia. - fue la respuesta de su mamá.
…
- ¿qué es lo que te preocupa mi amor? -pregunto Joanne a su esposo de regreso en su habitación
- la pesadilla de Lizzie, querida. Tengo miedo que tenga que pasar por lo mismo que yo. - respondió preocupado mirando a su esposa
- lo se cariño, pero no podemos hacer nada, si nuestra hija tiene tu don, solo podemos guiarla, creo que es hora de contarle la verdad. - dijo ella no muy convencida
- ¿crees que lo mejor sea la academia? -pregunto él en el mismo tono
- no me gusta la idea, lo sabes. Por eso la criamos lejos de ese lugar; sin embargo, creo que debes enviar una carta poniendo sobre aviso a Verona y a Leonhart, nuestra hija es fuerte, ella podrá con la verdad. -respondió su esposa acariciando su rostro
- tienes razón, creo que entre Roy y Darien la ayudaran.
-calma mi amor, que pase lo que tenga que pasar, por ahora es mejor descansar.
…
21 de octubre y el día había comenzado como cualquier otro, estaba soleado como día de primavera, hermoso con un clima perfecto, Elizabeth estaba recostada en su cama mirando la pintura que tenía en el techo, era un paisaje que ella misma había pintado, no sabía mucho de arte, solo unas pocas cosas que había leído en libros de la antigua era que su padre había encontrado en algunos de sus viajes, ella sabía que aún quedaban muchas cosas de la antigua era, pero solo unos pocos tenían acceso a ellas, la gran mayoría vivía oculto al igual que su familia, al menos eso decía su padre.