Capitulo 22
Capítulo 22
La cena transcurrió entre risas y anécdotas navideñas, Arthur y Verona recordaron algunas navidades de su juventud, contándoles a todos, pero sobre todo a Lizzie y Darien acerca de sus padres. Arthur le hablo acerca de la primera borrachera que tuvieron los tres (Domingo, Gabriel y él) cuando tenían 17 años, había sido precisamente para navidad.
Elizabeth supo también que su familia llego a la academia unos meses después de la guerra del cambio, eran uno de los pocos sobrevivientes de uno de los países más afectados. Los Leonhart al igual que los Montiel habían pertenecido a la academia y que de hecho Reider era tatarabuelo de Roy.
- ¿Ya es hora de los regalos? - pregunto Patrick rebotando en su silla
- Yo creo que ya es la hora ¿o no mami? - afirmo Martin
- También lo creo. - les dijo Roy guiñándoles, los pequeños miraron ansiosos a su madre quien asintió y salieron corriendo hacia el árbol, todos los adultos los siguieron, Antonia se sentó junto a los regalos y comenzó a repartirlos.
Casi una hora después los niños estaban cubiertos de regalos y envolturas cubrían el piso.
- Ven, es hora de tu regalo. - le susurro Roy a Lizzie, ella lo miro extrañado.
- Tengo el tuyo justo aquí. - le dijo levantándose de su regazo y tomando un paquete que se encontraba detrás del árbol.
- Bien, los abriremos juntos. - se levantó del sofá y la tomó de la mano, antes de salir se giró para ver esa imagen, todos juntos y felices. Keylha le sonrió y asintió. Asegurándole con ese gesto que todo estaría bien. Lizzie también se quedó mirando aquella imagen, era algo digno de recordar; nunca había tenido una navidad tan bulliciosa y con tanta gente, sabía que sus padres estarían felices de que tuviese esta nueva oportunidad de vivir.
Roy condujo a Lizzie hasta la parte trasera de su casa, era un pequeño patio y en una esquina había un bulto envuelto en una manta gris, Lizzie quien aún llevaba el regalo de Roy en sus manos quedo asombrada al ver lo que era el bulto. la moto de Roy era negra con detalles plateados.
- Era de mi tatarata abuelo, hay un chico que tiene el don de la comprensión mecánica, cualquier mecanismo lo entiende, aunque jamás lo haya visto funcionar y me ayudo a repararla. - le explico el chico encogiendo un hombro. - por lo general los que tienen cosas de la era antigua es porque eran de algún familiar. Según dicen los libros esta moto era un clásico.
- Es preciosa. - respondió Lizzie con fascinación, Roy tomo su mano y la guio hasta la moto, la ayudo a sentarse detrás y el tomo asiento delante del manubrio. Salieron a toda velocidad a través de la aldea y salieron a los campos de entrenamiento, siguieron más allá del campo de tiro al blanco. Elizabeth jamás había ido más allá y se dio cuenta de lo poco que conocía de la academia, el viento azotaba su rostro y la sensación era similar a volar, ella se afirmó con ambas manos a la cintura de Roy y dejo que el viento hiciera su trabajo. Se detuvieron a los pies de la montaña. Roy la ayudo a bajar y tomo su mano, caminaron por el sendero que conducía a la cima, caminaron en silencio admirando el paisaje, el cielo estaba estrellado y la luna menguaba brillante en el cielo.
Al llegar a su destino, Lizzie quedo maravillada con lo que allí se encontraba, había una manta en el centro y un camino de velas, a un costado de la manta había una cesta con espumante y fresas dentro. Además del regalo que Roy le tenía a Lizzie.
- Wow Roy, esto es hermoso. - la joven se llevó ambas manos al rostro en señal de asombro.
- Me daría el crédito, pero fue Keylha quien lo sugirió, bienvenida a mi lugar secreto. - le susurro besando su mejilla y guiándola hasta la manta, donde se sentaron, Roy sirvió las copas de espumante.
- Por el éxito en la misión, pero sobre todo por nosotros, por habernos encontrado nuevamente, feliz navidad mi amor. – chocaron sus copas al brindar y se besaron antes de beber un trago del líquido.
- Hora de los regalos. – dijo Lizzie feliz mientras le entregaba al Roy el paquete que había dejado a su lado cuando se sentaron, el joven coronel la imito y le tendió también un paquete. Los abrieron al mismo tiempo y ambos tuvieron la misma reacción. La emoción era evidente en sus rostros.
- Este es el regalo que me hiciste aquella navidad. – Roy sostenía una hoja de papel que tenía dibujada en ella, a él y Lizzie en el columpio de la casa de los Viera, pero no lucían como niños, eran ellos en la actualidad.
- Es una versión mejorada de aquel regalo, pero si, cuando me di cuenta que no recordabas que te había regalado, se me ocurrió hacerlo de nuevo, pero con algunas mejoras.
- Es hermoso, sigues dibujando y pintando increíble.
- Supongo que no tienes el original. -
- Supones bien, lo siento. -
- Deja de disculparte por esas cosas, no es nuestra culpa. - Roy le dio una encantadora sonrisa ladina. Elizabeth comenzó a mirar el álbum que le había regalado Roy.
- Estos lugares son realmente bellos. -
- Te juro que cuando acabemos con esta maldita tiranía te llevare a conocer cada uno de esos lugares, recorreremos el mundo entero. - Elizabeth lo abrazo con fuerza. -
- Lo mejor que me ha pasado en medio de toda esta mierda eres tú, han sido tantas cosas las que he tenido que asimilar en tan poco tiempo, cuando me levante el día de mi último cumpleaños jamás pensé que mi mundo cambiaría, de esa de manera. Y el estar junto a ti me ha ayudado a llevar esto de la mejor manera. Te amo. - la última frase le salió solo un poco más fuerte que un susurro, su rostro estaba sonrojado y en ese instante sus pies parecían fascinantes.
- Yo también te amo.- le dijo Roy obligándola a mirarlo.- tu si eres lo mejor que me ha pasado desde que tengo memoria, me uní al ejército porque así debía ser, he dado todo por ser el mejor y no me estoy quejando, amo lo que hago, pero nunca nadie me ha hecho querer replantearme las cosas, sé en mi interior que tú eres la indicada, tú eres el ying de mi yang, no me preguntes como lo sé, solo lo sé.- después de esa declaración ambos jóvenes se enfrascaron en una sesión de besos no apta para menores, Lizzie se sentó a horcajadas en el regazo de Roy mientras acariciaba su blanco cabello, él tenía sus manos en la cintura de ella y dibujaba círculos con su pulgar.
- Tengo otro regalo de navidad para ti. – le dijo la pelirroja con voz ronca. Roy paso saliva remarcando su nuez de adán.
- Liz, no quiero presionarte a nada, ya te lo he dicho, estoy feliz tal como estamos ahora, es más de lo que podría pedir.
- No me estas presionando, tú mismo lo dijiste, no sabemos cómo ira la misión, que nos espera, y no quiero arrepentirme de no hacer lo que mi cuerpo me pide hacer contigo. Sé que no es un error, sé que quiero estar contigo y no soy una niña, solo viví aislada. - para ese entonces el viento ya había apagado casi todas las velas, Roy tomo la mano de su novia y la ayudo a levantarse, hicieron el camino por el sendero de regreso, hablando de nada en particular, ambos nerviosos y expectantes, tratando de olvidar lo que les esperaba al día siguiente.