En el pasado...
JACKSON.
Ayla Foley, mi vecina y una gran amiga, durante años nos hemos llevado súper bien, hemos sido amigos desde que tengo memoria y con el pasar de los años he ido sintiendo un cariño muy fuerte por ella.
Uno que no era fácil de explicar a nuestra edad, pero que sabíamos que era real. Era nuestro lindo amor de infancia, esos de los que son puros e incondicionales.
Hoy cumplía 10 años, soy solo un año mayor que ella y sé que aún estamos demasiado pequeños, pero para las ilusiones y el amor no hay edad ¿No es así? o al menos eso había escuchado en alguna conversación que solían tener los adultos.
Gracias a eso hoy había tomado una decisión. Hoy le iba a confesar lo que sentía por ella, le iba a decir que ella siempre sería la dueña de mi corazón y que pase lo que pase yo siempre estaría para ella, palabras de un pobre niño ilusionado.
No sé si crean en el destino o en el hilo rojo que une a las personas, pero yo sí y hoy le iba a decir todo, ¿Qué podía salir mal? En mi inocencia creía que nada malo podía pasar.
Me encontraba en mi habitación terminando de envolver su regalo para esta noche, ya faltaba poco para que empiece su fiesta de cumpleaños y quería estar listo para no llegar tarde. Volví a mirar el regalo y esperaba que le gustara la cadenita de oro que le compro mi mamá la cual consiste en un corazón dorado que tiene grabado su inicial y la mía.
Además, tiene una pequeña piedrecilla incrustada de un color que es la mezcla del verde de sus ojos y el azul del mío, se formaba un color hermoso y según él señor de la joyería decía que era diseño exclusivo. Aunque siendo sinceros, yo quería que mi regalo fuera una caminata por la playa porque sabía que eso le iba a gustar, pero lamentablemente mi mamá no nos podía llevar.
Escucho que tocan la puerta de mi habitación y digo que pasen, veo que es mamá, pero no me gusta su mirada. Mi pecho se siente raro al verla que está llorando y no entiendo el ¿Por qué?
—¿Qué pasa mamá? —pregunto mientras dejo el regalo sobre la cama y camino hacia ella.
—T-tu hermano se ha puesto mal otra vez —dice llorando —. Hijo tú sabes lo que eso quiero decir.
Me quedo callado, porque sé lo que eso implica. No necesita decir nada más para entender que tenemos que viajar a España para que mi hermano esté otra vez en tratamiento. Yo no quería viajar, mucho menos hoy, pero no puedo hacer nada porque primero estaba la salud de mi hermano, sé qué Ayla lo iba a entender.
Era una decisión difícil, pero sabía que no tenía elección. Un niño de 11 años no podía hacer nada al respecto en ese momento
—Sí mamá, sé lo que eso quiere decir, ¿A qué hora salimos? —le pregunto un poco triste —. ¿Dónde está mi hermano?
—Salimos dentro de dos horas, haz tu maleta —dice mientras se seca sus lágrimas —. Tu padre se ha quedado en el hospital con tu hermano esperando a que esté estabilizado para poder viajar.
—No te preocupes mamá ya ahorita hago la maleta —la tranquilizo, mientras la miro intentando dedicarle una pequeña sonrisa tranquilizadora —. ¿Me puedes hacer un favor antes de irnos?
Ella me mira fijamente y asiente.
—Sí, claro hijo ¿Qué pasa?
—Puedes ir a entregarle esté regalo a Ayla —digo mientras cojo la cajita de la cama —. Es que yo ... —me quedo callado por un momento sin saber cómo explicarle —Yo no quiero arruinar su cumpleaños, sé que si voy y le digo que me voy de viaje por unos meses se va a sentir mal …, así que prefiero que le digas que en la mañana tuve que ir a visitar a la abuela y que quizás llegué un poco tarde. —termino de decir mientras la miro.
Sabía que mamá adoraba ha Ayla, así que también le entristecía un poco faltar a su cumpleaños.
—¿Estás seguro?, es que puedes ir tu a dejárselo y decirle la verdad. Mentir no está bien, hijo —me mira indecisa —. ¿No crees qué es mejor que vayas tú y le expliques?, porque no sabemos cuántos meses estaremos fuera.
—No mamá estoy seguro, anda tú y yo hago la maleta —le respondo tratando de parecer seguro.
Le doy la caja y ella sale de mi habitación, trato de estar tranquilo, tengo que pensar que esto es por mi hermano para que se mejore, dentro de un mes o dos estaremos devuelta, comienzo a hacer la maleta, guardo las cosas necesarias y justo en ese momento mi mirada va a la foto que tengo con Ayla de hace tres años.
Fue tomada en mi octavo cumpleaños, ella sale con una sonrisa y yo algo serio ya que no quería tomarme la foto porque se me había caído un diente, guardo la foto en la maleta y salgo de mi cuarto, no sin antes asomarme a la ventana y ver por ultima ves hacia la ventana que da a la habitación de Ayla.
***
Dos horas más tarde ya estamos en el aeropuerto, mi hermano estaba con un respirador mientras mamá, papá y yo estamos esperando que ya salga nuestro vuelo. No voy a mentir, estoy triste porque no quiero irme, pero sé que no me queda de otra porque tenemos que hacer esto por la mejoría de mi hermano, escucho como comienzan a llamarnos porque ya es hora de nuestro vuelo. Suelto un suspiro y cojo mí maleta para seguir a mis padres, ya en el avión me dedico a escuchar música para no pensar en ella.
No sé a qué hora me quedé dormido, pero lo que sí sé es que ya hemos llegado, bajamos todos juntos y nos vamos a la zona de salida donde nos espera el abuelo, sé que ahora mismo vamos a ir al hospital para que mi hermano pueda internarse.
***
Dos meses después y nosotros seguíamos en Madrid, mi hermano no se había mejorado del todo y yo tuve que ingresar a la escuela de acá. Ayla durante todo este tiempo ha tratado de comunicarse conmigo, pero yo no le he respondido porque no sé qué decirle. Como explicarle todo lo que está pasando sin que ella sienta pena por mí.