Destino, Caminos Encontrados

CAPÍTULO 27

AYLA.

El tiempo en ésta semana había pasado muy rápido. Ya más de una semana desde la última vez que había salido con Jackson, sin embargo, eso no significaba que no lo haya visto. Había estado viéndolo casi todos los días, algo casi imposible que dejara de suceder, ya que era mi vecino.

Ya parecía que hubieran pasado siglos desde la primera vez que lo volví a ver después de años, pero en realidad había pasado tres meses, en los cuales han pasado muchas cosas. Estar con él, ser su novia, pasar tiempo a su lado; no era algo que me hubiera imaginado medio año atrás, ni siquiera me lo imaginé cuando lo vi aquel día de agosto.

Cada día me sorprendo más, cada detalle, cada momento que paso con él, son únicos; digo que lo quiero, pero cada día ese sentimiento crece más. Quiero pensar que el destino volvió a encontrar nuestros caminos, pues después que él se fue, no pensé volver a verlo.

Te amo. Su te amo.

Dos palabras, dos hermosas palabras que salieron de sus labios, dos palabras que tienen un gran significado. Su te amo me había dejado estática, pero ni siquiera me dio tiempo de responderle, me besó y calló las palabras que quería decirle. Sin embargo agradezco que haya hecho eso, pues no estaba preparada para también decirle te amo, lo quería, lo quería demasiado, pero sentía que decir un te amo, era algo más fuerte. No me malinterpreten, eso no quiere decir que lo que yo siento por él no lo sea, pues mis sentimientos eran fuertes, eran a niveles más altos, pero quería decir ese te amo, cuando yo me sienta lista.

Como nunca, hoy ne había levantado temprano, había algo que no me dejaba dormir y al ser las 6:30 de la mañana, decidí ir a darles de comer a mi tortuga y peces, antes de alistarme para ir al Instituto.

—Hola, amiguitos. —le hablo a mis mascotas, una vez que ya tengo su alimento.

Siempre quise tener una mascota, pero mi madre no me quería complacer en ese capricho, no después de que no supe cuidar a mi loro. Tenía 8 años cuando mi padre me regaló un pequeño lorito, estaba en su jaula, todo normal, dentro de la casa siempre lo tenía fuera de la jaula, pero un día, Jackson me había venido a buscar para ir al parque, yo agarré mi loro y lo saqué, ni bien abrí la puerta él se fue volando. Me puse a llorar porque se había y ido, recuerdo que Jackson me abrazó para tranquilizarme.

Que en paz descanse el lorito, él no tenía la culpa de que seas tan cabezota.

Jajaja, que graciosa andas, conciencia.

Mi madre se molestó, porque obviamente ella siempre me decía que lo metiera a la jaula, cosa que yo no hacía caso. Esa no era la única razón por la que no quería mascotas, ya que había más. Los perros no les gustaba, era alérgica a los gatos, con los pajaritos tenía mala experiencia, los conejos tenían cría muy rápido y seguido. Así que no, las mascotas no podían estar en mi casa, por más que quisiera.

El domingo que regresé a mi casa, mi madre me miró con una cara de necesito una explicación urgentemente, le tuve que contar que Jackson me había regalado la pecera, que obviamente no se la podía rechazar y que además los peces y la pequeña tortuga, no le iban a dar la más mínima queja.

Eran tan hermosos y tan pequeños.

La vi dudar, pero después tomó aire y aceptó. Ahora la pecera se encontraba en mi cuarto, encima de mi cómoda.

—Pero si eres tan hermosa. —le digo a la tortuga, mientras ella sube a la superficie a coger la comida.

Siempre he pensado que la comida de los peces, parce papel. Literal es tan fina que parce papel de colores, aunque también había comida en bolitas, pero no, yo hablaba de la que parecía pedacitos de papel de colores. En fin, para ellos y la tortuga, era una delicia.

—Prometo que cuando venga del instituto, les voy a cambiar el agua. —me doy la vuelta y dejo su comida en el escritorio.

—¿Ya estás despierta? —escucho decir mi madre, cuando ingresa  mi habitación.

—Si, tenía que darles de comer.

—Me parece bien —admite, mientras se acerca a la pecera —. Venía a despedirme antes de ir al trabajo, siempre que vengo te encuentro dormida, pero hoy fue distinto.

Sonrío por eso, me la imagino entrando a mi habitación y darme un beso en la frente, antes de irse a al trabajo. Ésta y la semana pasada, le había tocado entrar muy temprano.

—Que te vaya bien, mamá —la abrazo y le doy un beso —. Te quiero mucho.

—Yo también te quiero, hija. —me devolvió el abrazo.

No sé porque sentí la necesidad de que me abrazara muy fuerte, pero lo hacía, por alguna razón necesitaba su abrazo.

—Ya me voy, mi cielo. —me da un beso en la cabeza.

—Nos vemos en la noche. Adiós, mamá. —me despido y luego ella sale de la habitación.

Veo la hora, eran las 7:00 en punto de la mañana, ya debía de arreglarme. Ingreso al baño y voy a darme una ducha. Luego de veinte minutos, salgo y me voy a cambiar rápidamente. A las 7:30 ya estoy lista, tomo mi mochila y bajo a desayunar.

Uhmm, que delicia, panqueques y jarabe.

Me siento y comienzo a comer los panqueques. Estan deliciosos. Termino de comer y me bebo el vaso de yogurt, rápidamente. Subo a lavarme los dientes y luego bajo.

Al salir de la casa, me dirijo a mi auto, pero antes de abrir la puerta, una voz me detiene.

—¡Ayla!. —la voz chillona de Elli, grita.

Me giro y veo que Jackson con su hermana, van saliendo de su casa. Ell va con su uniforme y Jackson con un pantalón negro y una camiseta verde, encima lleva la bata de práctica, en su hombro trae su mochila y en la mano derecha trae jalando la mochila de rueditas de su hermana. Se ve lindo.

—Hola, pequeña. —la saludo una vez que llega a mi, la cargo para tenerla a mi altura.

—Ayla, Jack Jack no me quiere comprar un heladito. —hace un pucherito y acusa a su hermano.

Dirijo mi mirada al recién llegado, que me mira con una gran sonrisa.




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