JACKSON.
Llevaba tres días sin ver a Ayla, no la había visto salir de su casa y cuando iba por las tardes, su mamá me decía que estaba durmiendo, una gran mentira claro está.
Ella me estaba evitando y eso dolía.
Después de lo sucedido el viernes, después de decirle que no la dejaría sola, sus padres llegaron para llevársela. Me sentí mal, no me gustaba verla así, ella era alegre y siempre paraba con una gran sonrisa, pero esa noche tuve que abrazarla muy fuerte y dejar que llore en mis brazos, mientras mí corazón dolía por cada lágrima que ella derramaba.
Estaba triste por el estado de Ayla, pero también estaba furioso. Quería encontrar a ese maldito y hacerlo pagar por lo ocurrido. No sabía exactamente que le hizo, pero algo bueno no era. Yo me estaba imaginando lo peor. Era un maldito cobarde, si en un inicio no me cayó bien, ahora lo detestestaba tanto, que lo haría pagar.
Lo peor de la situación era que Ayla no quería ir a denunciar.
—Te traje tu almuerzo —avisó Stefanny golpeando la puerta —Ya son las tres de la tarde y tú aún no bajabas a almorzar, así que tu madre me envió a qué te lo trajera.
—No tengo hambre.
Ella no dijo nada, en vez de eso ingresó a la habitación y me miró con una expresión de reprimenda.
—No te hace bien no comer y a eso le sumamos que no duermes bien —me reprochó —. De esa manera no vas a sacar nada y si quieres ayudar a tu novia, debes estar bien tú.
No le contesté seguí dando vueltas por mí habitación. Está preocupado, enojado y triste, eso no era una buena combinación, pero ella tenía razón. Yo debía estar bien, para así ayudar a Ayla, con ojeras y mal aspecto, no la podría ayudar.
—Aveces eres tan odiosa. —rode los ojos y ella sonrió.
—Tu mamá te hizo pie de limón —avisó mientras me traía la fuente —. Ánimo, hoy vas a ver que hablara contigo.
—Ojalá así sea —ruego para que eso se cumpla —. Necesito saber cómo está.
Ella me volvió a sonreír y asintió para luego irse de la habitación. Miré el plato de comida y no se me apeteció, pero debía comer o sino la que subiría ahora iba a ser mí madre.
Comencé a comer la pasta y una vez que terminé, pasé al pie de limón. Estaba delicioso, mí madre se había superado con éste postre. Cuando acabé, me fui a dejar todo en la cocina, ahí solo estaba Stefanny, que con una sonrisa de satisfacción me recibió la fuente.
—Me alegra que hayas comido todo.
—Con esa mirada de advertencia tuya, ¿Quién no haría caso? —ruedo los ojos y ella niega, iba a decirle algo, pero escucho que el timbre suena —. Yo voy.
Salgo de la cocina y comienzo a caminar hacia la puerta de la entrada, pero me detengo cuando veo a Liam abriéndola.
—Liam… —dice con voz quebrada Keyla y yo me apresuro a llegar a ellos —. No soporto ver a mí amiga así.
Liam la abraza en silencio y ellos aún no notan mí presencia.
—Estará bien, lo superará. —la consuela mí hermano.
—No quiere ver a nadie y se nie…
—¿Cómo está Ayla? —pregunto , haciéndome notar.
Ellos se separan y giran a verme. Keyla está con los ojos rojos y es comprensible, no a de ser sencillo ver a su mejor amiga de ese modo.
—Como hace tres días —contesta y suelta un sollozo —. No quiere ir a denunciar y se la pasa encerrada. Ya son tres días y ni a Mateo ni a mí nos quiere ver.
Vuelvo a mí estado de preocupación y es que ella debería ir a denunciar a ese maldito.
—A mí tampoco me quiere ver… —murmuro cabizbajo, me duele no poder verla.
—Su mamá me dijo que hay que darle tiempo, que tanto Ayla, como el señor Miguel y ella, no la estaban pasando bien —dice en un susurro —. Sin embargo, dijo que hoy vayamos todos juntos e intentemos hablar con ella.
Noté una pequeña luz de esperanza en sus ojos, que hizo que yo también la tuviera. Hoy quizas la iba a poder ver.
—Entonces vayamos de una vez. —sugiero algo inquieto.
—No, debemos esperar a que llegue Mateo —dijo y yo solo asentí.
—Subiré a mí habitación a cambiarme. —les aviso y rápidamente subo a mí pieza.
Me quito el pantalón de pijama y me pongo unos vaqueros grises, decido dejarme la camiseta azul puesta y paso al baño para lavarme la cara. Tenía varias cosas que me preocupaba, lo de Ayla, lo de Pamela, el que Andy no esté y muchas cosas más.
Hago a un lado eso, debo ir con un mejor aspecto, ya que a Ayla no le hará bien verme con cara de preocupación y ojeras. Cuando ya estoy listo, salgo de mí habitación y a medio camino escucho que el timbre suena, haciendo que apresure mis pasos.
—Ya podemos irnos —aviso cuando ya estoy frente a ellos —. Hola Mateo.
El me devuelve el saludo y luego los cuatro juntos salimos de mí casa, para cruzar la pista e ir a la casa de Ayla. Key es la que decide tocar la puerta y todos esperamos impacientes a que alguien salga abrirnos.
—Hola chicos —nos saluda la señora Luisa con un intento de sonrisa —, pasen y tomen asientos.
Nos dan paso y todos ingresamos a la casa, nos invita a sentarnos mientras ella sube a ver a su hija.
—¿Creen que nos quiera ver? —pregunta Mateo, él también se encuentra preocupado por Ayla.
—Vas a ver que si —lo anima Keyla, tratando de convencerse a sí misma también —. Le hará bien hablar con alguien.
Yo mantengo en silencio, algo inquieto y preocupado, tratando también de convencerme que todo estará bien y que ella va a querer verme.
AYLA.
No la estaba pasando bien, llevaba tres noches sin poder dormir y cuando lo lograba, una pesadilla terminaba por levantarme. Justo hoy tuve una y él solo recordarla hacía que mí piel se ponga de gallina.
Todas terminaban igual, todas con el mismo destino y las mismas palabras.
"Esto no se a acabado", "Serás mía", "Todo es tu culpa". Eran frases que salían en cada pesadilla y yo no podía con eso. La imagen de sus manos por mí cuerpo y sus arqueros labios en mi cara, aparecían a cada nada, sabía que no estaba bien y por eso no quería ver a nadie.