AYLA.
Los días habían pasado muy rápido, ya estábamos diciembre y el invierno llegando con más fuerza en este mes. La primera semana del último mes del año. Hoy sábado habíamos quedado con mí madre arreglar la casa para poder recibir la navidad.
Quisiera decir que todo había vuelto a la normalidad, pero no era así. Las pesadillas seguían y el miedo de igual manera. Aunque estos desaparecían cuando estaba acompañanda, ya sea de mis padres, de mis amigos o de Jackson.
Había estado visitándome cada tarde después de que el salga de la universidad y habíamos pasado tiempo juntos, como si fuéran a ser los últimos días que iba a estar cerca. Una estúpida forma de comprar pero así se sentía.
Yo había vuelto al instituto el miércoles y no me sentía sola, Keyla, Liam, Mateo y Laura siempre trataban de distraerme a cada momento. No sabíamos nada de Andy, su papá se negaba a decir donde estaba su hijo y mientras el señor siga moviendo sus influencias, no se podía hacer nada.
—Buenos días amiguitos —le hablo a mis mascotas. Hoy otra vez me había despertado temprano _. Tienen hambre ¿Verdad?.
La tortuga salió a la superficie y los pececitos comenzaron a moverse por la pecera. Tomaré eso como un sí.
Me encaminé hacia donde solía dejar su comida, la agarré y regresé hacia ellos para echarles la comida. Ellos comenzaron a comer y yo solo los observaba, su agua estaba limpia ya que ayer se la había cambiado.
—Y pensar que esa tarde no les pude cambiar el agua y quizás si lo hubiera hecho, habría decido no ir a trabajar.
Miré pensativa la pecera y los veía comer en silencio. Eran recién las 7:30 de la mañana y faltaba media hora para bajar a desayunar, por lo que decidí ir por un libro. Algo cliché, claro está.
Buenos días princesa. Los libros de Blue Jeans eran mis preferidos, aunque no los tenía completos, me faltaba la trilogía de la chica invisible, ya juntaría para comprarlo aunque eso iba a demorar ya que no tenía trabajo. Inicié con la historia y amé el personaje de Valeria, hay mí querida Valeria, vas a conocer a al futuro amor de tu vida.
Seguí leyendo y de un momento a otro me quedé dormida.
—Ayla…, hija ya es hora de ir a desayunar —la voz de mí madre me despertó —. Ya son las 9:30 de la mañana y tenemos muchas cosas por hacer.
¿Me había quedado dormida?, dos horas en las que dormí como un angelito.
—Me volví a dormir, yo me había levantado a las siete.
—Está bien, hija —me da una pequeña sonrisa, ella también había tratado de que todo mejore —. Te dejo para que te laves y luego bajes a desayunar.
Yo asentí y luego ella salió, me incorporé de la cama y dejé el libro en el escritorio para luego ingresar al baño. A los minutos ya salí aseada y bajé a desayunar con mí mamá.
—Jugo de fresa, que rico —comenté cuando probé el juego.
Dayunamos y charlamos un poco de como estaba, entre otras cosas. Cuando terminamos yo me levanté y junté los servicios para ir a lavarlos.
—Voy por el árbol y los adornos. —me avisó mamá y yo asentí.
Me puse a lavar los platos y cuando acabo me dirijo a hacia donde está mamá para ayudarla a bajar el árbol y los adornos.
***
—Nos quedó hermoso —chille y mí madre río.
Ya eran más de las dos de la tarde y ya habíamos logrado armar el árbol de navidad y adornar la casa.
—Obvio, si lo hemos decorado nosotras.
Yo reí y ella terminó de colocar unas botitas rojas al lado de la ventana, ya que no tenías chimenea.
—Tengo hambre —murmuro y mí madre asiente dándome la razón que ella también tiene hambre.
—Voy a darme una ducha y luego bajo a llamar al delivery para que traiga pizzas.
Se fue y yo me senté en el sofá hasta que el timbre sonó. ¿Quién sería?, me levanté y fui abrir, cuando vi quien era, no pude evitar sonreír.
—¿Alguien a solicitado un KFC y una pizza?. —con una sonrisa Jackson preguntó y levantó ambas cosas.
—Yo quería una hamburguesa, lo siento —lo molesto y el sonríe más.
En la mañana le había dicho que iba a decorar la casa y quizás supuso que íbamos a pedir un Delivery.
—Yo que sepa a mi novia le gusta el pollo broster con papas, pero como no quiere, se lo tendré que dar a alguien más —se da la vuelta y hace el amago de irse —. Me estoy llevando tu pollo, hermosa.
Yo río y comienzo a negar.
—¡Eh, yo si quiero el pollo!. —lo detengo.
—¿Solo al pollo? —pregunta cuando se vuelve a parar al frente mío.
—No, también a la pizza. Son deliciosas.
—Auch, has dado en mí ego ¿Acaso yo no soy delicioso?.
Yo niego y él se acerca un poco a mi.
—No, tu eres lindo.
—Lo sé —yo ruedo los ojos y el ríe para luego volver a acercarse —. No me has saludado, hermosa.
Y sin más se acercó a mí y me dio un beso rápido que no me dio tiempo de responder. Casi siempre suele decirme hermosa y hacer eso.
—Pasa. —me hice a un lado y le sonreí.
El ingresó y fue a dejar ambas cosas en la mesa.
—Les quedó muy linda la decoración.
—Si, mamá y yo nos esforzamos.
—Pero falta una cosa.
Yo lo miré extrañado mientras él se iba hacia la caja donde habían estado guardados las esferas navideñas.
—Esto —me mostró la estrella dorada —. No es un árbol de navidad sin su estrella.
—Nos olvidamos de ella por completo.
—Pues hay que ponerla juntos —sugirió con alegría —. He escuchado que trae buena suerte.
—¿Suerte?, la suerte no existe.
—Oh vamos, hermosa —hizo un puchero como niño pequeño y removió sus pestañas haciendo que sus lindos ojos azules se vean más hermosos —. Hay que ponerla juntos.
Él comenzó a mover de un lado para otro la estrella y siguió con la misma cara de niño pequeño.