Destino, Caminos Encontrados

CAPÍTULO 31


JACKSON.

—No iremos a Madrid, Pamela —repito por enésima vez al teléfono.

—Pero pensé que querías pasar navidad conmigo —murmuró con voz apenada —. Aún hay tiempo para que tomes un vuelo.

—Paml, me gustaría pasar navidad en Madrid, pero han ocurrido cosas que necesitan mí atención al cien por ciento.

Mí mente va inmediatamente a Ayla, su bienestar es lo más importante para mí en estos momentos, además que mí familia estás feliz con pasarla acá.

—¿Más importante que tu mejor amiga?, no me puedo imaginar que es tan importante o quién lo es —suelta con un tono de molestia —. Eso no es justo Jackson, prometiste volver en un mes y ya lleváis cuatro meses y medio allá.

—Iré a visitarte pronto. —le aseguro no tan convencido.

—No te creo, te estáis convirtiendo en un mentiroso.

—Eso no es verdad y lo mejor será que hablemos luego, tengo cosas que hacer.

—Sois un mentiroso, Jackson —la escucho soltar un sollozo, cosa que en el fondo me hace sentir mal —. Yo solo quiero verte o al menos hablar contigo, y tú lo único que quieres es colgar la llamada e irte con una de tus perras que has conseguido allá.

Paso mi mano por mí cabello ya cansado de está situación, se que Pamela no es mala, pero hay cosas que no son correctas. Cómo la manipulación que intenta hacer o sus celos innecesarios.

—Hablamos luego. Adiós Pamela —ella se queja para que no corte, pero de igual manera lo hago.

El teléfono vuelve a sonar pero decido ignorarlo, sabía que Pamela se iba a cansar de llamar, así que salí de mí habitación y bajé a desayunar. La casa estaba llena de adornos navideños y hasta la casa del perro estaba adornada.

Cuando llegué a la cocina solo vi a mis hermanos, Liam le estaba pasando a la enana un jugo de fresa.

—Buenos días. —saludé y fui hacia el refrigerador para sacar un jugo de naranja.

—Hola, Jack Jack —saludó feliz Elli y yo reí porque se había echo unos bigotes con el jugo —.¿Por qué te ríes?.

Agarro una servilleta y me acerco a ella.

—Te has manchado con jugo y tienes un bigote —le limpio y luego voy a botar la servilleta —. ¿Dónde está mamá y Stefanny?.

—Se han ido de compras —contestó Liam —. Necesitan las cosas para la cena navideña.

—Ah, entiendo —le doy un sorbo a mi jugo —. ¿Papá y el abuelo?.

—Están jugando al ajedrez en el patio. —dijo Ell, que ya había terminado de tomar su jugo.

—Entiendo — volví a dar un sorbo a mí jugo —. Ve a lavarte los dientes y a cambiarte esa pijama, Ell.

Ella asintió y se fue a su habitación rápidamente, dejándome solo con Liam.

—¿Por qué tenéis esa cara, hermano?.

—Pamela. —es lo único que contesto.

—Deberías de decirle la verdad a Ayla y así ella lo entendería —me aconseja —. Es la única manera de que viajes a Madrid y soluciones el problema de Pamela sin que Ayla se moleste.

—No, no ahora —niego rápidamente —. Hoy es noche buena y no quiero discutir con ella, lo haré en el transcurso de esta semana.

—Si crees que es lo mejor, está bien —dice poco convencido —. Pero recuerda que mientras más pronto sea, mejor será.

Sale de la cocina dejándome solo con el silencio. No sé que hacer y eso me está carcomiendo, mentirle a Ayla me hace sentir mal, odio tener que decirle mentiras. Pero sé que es por su bien.

Salgo de la cocina y voy rumbo a mí habitación. Hoy iban a venir mis tíos y primos así que debía de ordenar todo. No solo ellos la iban a pasar aquí, sino que Ayla también, mamá la había invitado y como su mamá tenía que estar hoy en el hospital, ella no se pudo negar.

***
 


 

Ya eran las tres de la tarde y yo iba saliendo de mí casa para ir a la de Ayla, habíamos quedado con los demás ir un rato a la plaza. Aún recordaba la cara de felicidad de Ayla cuando escuchó que nosotros íbamos a poner la estrella en el árbol de la plaza, ella había sido feliz y yo también lo era. Apesar que ya habían pasado un par de semanas, seguía recordando su sonrisa.
 


 

Sabía que las cosas no estaban bien del todo, Andy seguía sin aparecer y por ende la tranquilidad de Ayla no era al 100%, pero hoy no era día para pensar en eso. Cruzo la pista y llego a la casa de Ayla.
 


 

—¡Ya voy! —grita cuando escucha que toco el timbre —. Hola, Becker.
 


 

Me dedica una sonrisa, está con unos vaqueros, una sudadera, bufanda, guantes, gorro y botas. Está abrigada de pias a cabeza y eso es bueno, está haciendo mucho frío. Yo también llevo ropa abrigadora. Sus bellos ojos verdes me están mirando fijamente.
 


 

—Hola, hermosa —me acerco a ella y la beso, siempre que hago eso se siente como la primera vez —. ¿Ya estás lista?.
 


 

—Si, solo iré por mí bolso —vuelve a ingresar y rápidamente regresa con su bolso.
 


 

—Van, mí auto está allá —la agarro de la mano pero ella no camina —. ¿Qué pasó?.
 


 

—Hoy quiero ir en mí auto, siento que han pasado años desde que manejo.
 


—Me parece bien —concuerdo con ella y le dedico una sonrisa.

Nos dirigimos hacia su auto, que estaba un poco manchado de nieve y una vez que lo limpiamos nos subimos.

—¿Tu mamá a qué hora ingresa a trabajar?. —le pregunté mientras ella conducía.

—Ingresa a las 9:00 de la noche, lo más seguro es que cene algo ligero con ella en casa y luego me pase a la tuya.

—Me parece perfecto —estuve de acuerdo con ella —. Los demás quedaron en salir mañana a eso de las 11.

Ella asintió y siguió conduciendo por lo que aproveché en observarla. Tenía su gorro de color negro con dos pompones que hacían de orejas, su cabello lo tenía suelto y sus ojos estaban fijos en la carretera por lo que no podía ver el hermoso verde que estos tenían.

—¿Pasa algo?. —me pregunta cuando se da cuenta que la estaba observando.




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