Destino, Caminos Encontrados

CAPÍTULO 32

JACKSON.

Hubiera deseado que esto sea un mal sueño y que Pamela no estuviera al frente de nosotros en este momento, pero la realidad era otra y estaba a poco de que las verdades salieran a flote.

—¿No me pensáis saludar? —dijo Paml con una sonrisa en la cara, sonrisa que antes me había parecido hermosa pero que ahora me causaba pavor —. ¿Os interrumpido vuestro momento?.

Hice lo posible por mantener la calma y no llevar ha Ayla lejos de ella, Pamela no podía enterarse que salía con Ayla. Y solo había una razón, una que era muy importante, Pamela no estaba bien de la cabeza pero me negaba a alejarme de ella porque era mi mejor amiga. Sé que era buena persona pero los acontecimientos pasados me dejaban claro que ella era no estaba bien.

—¿Cómo llegaste aquí?. —fue lo que pregunté aún sin salir de mí impresión.

—Quita esa cara, cariño —dijo y yo miré de reojo ha Ayla que estaba con el ceño fruncido y con ganas de querer hacer un montón de preguntas —. Tú mamá me dijo que podía venir.

Mierda y mil veces mierda, eso me pasaba por siempre guardarme las cosas y no decirlas en el momento indicado. Si mi madre hubiera sabido lo que en verdad pasaba, estoy seguro que no le hubiera dicho nada, pero no podía culparla.

—Liam, llévate a Foley de aquí. —le dije rápidamente a mí hermano, solo utilicé su apellido, sin ningún tono de emoción.

—¿Qué?, no, yo me quedo —se negó a irse Ayla —. Quiero saber que está pasando y quién es ella.

Señaló a la rubia y está le iba a contestar pero no la dejé.

—¡Qué te la lleves, Liam! —volví a pedir un poco más fuerte, estaba asustado y en un momento te iba a explicar el ¿Por qué? —. Vete, Ayla.

—Pero, Jackson...

La volví a mirar y le rogué con los ojos que se vaya, sin decir se fue y mi hermano la siguió, pero se notaba que estaba confundida y frustrada. No ingresaron a su casa, sino que suiguieron caminando hasta que cruzaron la calle, supuse que se iban a casa de Keyla, por lo que me quedé tranquilo y decidí hablar. 

—No entiendo porque has venido, te dije que yo iría a Madrid.

—Pero pensé que querías pasar navidad y año nuevo conmigo.

Me pasé las manos por la cabeza, en un gesto de cansancio. Me encaminé a ella y la cogí con cuidado del brazo.

—Te llevo de regreso al aeropuerto, no quiero que estés aquí.

Ella molesta se soltó de mi agarre y me miró con un brillo que ya conocía, pero que no estaba dispuesto a caer en él.

—Te has acostado con ella ¿Verdad?.

¿Qué?, ¿Pero qué decía?, yo había respetado ha Ayla y si ella no quería acostarse conmigo no lo iba a sugerir, las cosas se daban a su tiempo y con ella estaba dispuesto a esperar.

—No digas idioteces y vámonos.

—Te a dado una buena follada y no la quieres dejar —afirmó y eso me molestó, porque estaba dando a entender que Ayla era una chica más —. Eso puede cambiar.

Se acercó a mi en un tono coqueto y sugerente, puso sus manos en alrededor de mí cuello e intentó besarme, pero la aparté con cuidado.

—No, debo llevarte al aeropuerto para que regreses a Madrid.

—No me pienso ir, quiero quedarme contigo—se negó a caminar —. No hemos pasado tiempo juntos y yo quiero recuperarlo.

Y sin decir más, ella agarró su maleta e ingresó a la casa. No sabía que haría, pero estaba claro que no dejaría que ella se acerque ha Ayla.

Se estarán preguntando porque hago tanto escándalo, solo es tu mejor amiga ¿Qué daño puede hacer?.

Uno que puedo lamentar mucho si no hago las cosas a tiempo, ya cargaba con la culpa de dos chicas y no pensaba cargar con la culpa de que algo le pase al amor de mi vida.

En el pasado habían pasado muchas cosas raras. Desde que me alejé de está ciudad y me fui a Madrid, las cosas fueron difíciles, lo de mí hermano y estar en un ambiente diferente, me chocó. Me volví una persona callada y con solo doce  cambié demasiado, pasé de ser una persona alegre y social a una persona irritable y antisocial, solo hablaba con mi familia. Cuando empecé a ir a la nueva escuela, no conocía a nadie y no me importaba hacerlo, hasta que ella un día se acercó a hablarme. Pamela, una chica que transmitía alegría por doquier.

Venía con su colega rubia y una gran sonrisa, sin duda era una adolescente linda. Ojos marrones atrapantes, pero no eran los ojos esmeraldas que yo quería ver, pero me calló bien. En el fondo me recordó ha Ayla y no lo digo por el físico porque en eso eran muy distintas, lo decía por su personalidad, ambas eran alegres y en cierto modo eso era lo que necesitaba.

Los meses fueron pasando y ella se volvía más cercana, la consideré mi amiga, la única que tenía. Pasábamos tiempo juntos y nos volvíamos más cercanos, así pasaron los años, un día ella se mudó cerca de mí casa, no sé cómo hizo pero logró comprar la mansión que estaba al frente de la de mi abuelo. Era una niña caprichosa y cómo era hija única, sus padres la complacían en todo, creo que ese era su único defecto, el capricho o mejor dicho la manipulación.

Cuando cumplí los 17, ya era una persona distinta, la adolescencia me había beneficiado mucho. Había crecido y hacer ejercicio había ayudado mucho, en esa edad era un cuerpo de hormonas alocadas y solo quería ir a fiestas, cosas que hacía pero a diferencia de otros adolescentes, no me acordaba con nadie, había besado a chicas pero solo eso. Un día, Pamela hizo una fiesta en su casa y como buen amigo que era, fui. Bebimos mucho, bailamos y al final, sin darnos cuenta, terminamos acostándonos.

No quise que pasara eso, enserio que no, Pamela era mi amiga y no quería que las cosas se arruinaran por lo que había pasado, así que hablé con ella y le dije que eso no volvería a pasar, lo tomó bien y desde ese día yo cumplí mí palabra, pero ella comenzó a cambiar. Se volvió celosa, aún sabiendo que éramos amigos me celaba cuando salía con chicas, quería pasar demasiado tiempo conmigo y quizás fue mí error permitir eso.




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