Alexander me ayuda a regresar a mi cama pues de otra forma tendría que arrastrarme hasta mi lugar, y era algo que en este estado no podía hacer con facilidad, los 2 estaban callados, notaba la mala relación entre ambos, la habitación sentía fría entre nosotros 3.
—Alexander, ¿Le contaste todo? — Le pregunta Sebastián.
—No le tengo secretos a Sofía — Dice tomándome de la mano, este tenía una actitud seria.
—No hay forma de probar que la emperatriz fue causante de la guerra, ni mucho menos de probar que se alió con enemigo, y lo sabes — Sebastián tenía razón, pues según la ley no se puede juzgar a una persona 2 veces por el mismo caso, y el abrir un caso cerrado caía en rebeldía, muerdo mis uñas pensando —. Es mejor que vivas tu vida Sofía.
—¿Cómo me puedes decir eso? Estas durmiendo en el mismo techo de la persona que intenta matarte y lo dejas pasar, que te dice que cuando muera tu padre el emperador no vaya tras tu cabeza — Le comienzo a alzar la voz, no era tanto por él, era por mi estaba asustada.
—Yo lo estoy viviendo, tu no, déjate de echarte los problemas de otros — Me dice mientras se saca sus lentes dejando ver sus ojeras, no estaba durmiendo.
—Podrían bajar la voz ustedes — Mi padre entra molesto con el príncipe Ethan.
—Ethan, hazme un favor y cásate con Sofia para que te la lleves lejos — Dice Sebastián, mientras sale por la ventana, Ethan lucia como una persona normal, me extrañaba esa cercanía entre mi padre y él.
—Papá, necesito ir a ver a la emperatriz — Digo mientras soy sostenida por Alexander. Mi padre me dice que estoy tomando decisiones apresuradas.
En los próximos días me dedique a entrenar mis piernas para poder caminar, mi madre apenas me miraba, la relación entre ambas colgaba de un fino hilo demasiado tensando, peino mi cabello y me baño por mi propia cuenta odiaba que hubiera más personas en mi habitación, Hiro se encontraba en la sala, así que bajo con ayuda de Alexander.
—¡Cuánto tiempo! — Le digo abrazándolo mientras este se sorprende no era tan común el contacto físico de esta manera.
—Recibí tu carta, me tomo por sorpresa — Se aleja mientras saluda a Alexander —. ¿De qué querías hablar?
—Me temo que las paredes puedan tener oídos, vayamos a mi salón de té — Le pido guiándolo, tomo el bastón de mi padre mis piernas dolían algo por lo que tenía que recargarme para aminorar el dolor, entramos al salón.
Aquí nadie podía entrar a menos de que lo permitiera.
—¿Por qué tanto misterio? — Me pregunta Hiro.
—Jack murió por culpa de la emperatriz.... — Digo tragando saliva, me costaba hablar de ello sin que un nudo se formará —. Tenemos que encontrar una manera de hacer que ella pague.
—Pero ¿Cómo? Un juicio está prohibido — Sonrió.
—Ella me utilizo para tener a mi padre de su lado, la mayoría de malas decisiones fueron tomadas por mi padre pensando como un padre, Así que creo que debemos de entrar a su mismo juego — Nos quedamos en silencio mientas nos sirven el té, cuando esta sale prosigo hablando —. Debemos hacer que caiga en nuestra trampa.
—Puedes utilizar la carta de prometida de su hijo, todo el mundo habla de que él está planeando lo que será la propuesta del año — Me dice Alexander mientras se sirve un sándwich de melocotón.
—¿Harías todo eso por Jack? — Me pregunta Hiro, este solo había bebido té.
—Te mentiría si digo que es solo por Jack, es por mí, mi padre, es por todas las personas que perdimos en la guerra. Ella debe de pagar por sus crímenes... — Le digo al borde de las lágrimas. Hiro sostiene mi mano.
—Estoy dentro... Por Jack estoy dentro — Me besa la mano, mientras me hace el juramento, recuerdo los últimos momentos de él —. Jack... ¿Cómo murió?
—Él fue atravesado con una flecha cuando huimos, estuve hasta el último momento y cumplí mi promesa... Gano y lo besé... — Digo recordando mi primer beso.
—Ese bastardo se murió contento, maldito — Reímos con Hiro, mientras fingimos que él té es un licor y brindamos por Jack.
Estos se van al atardecer, habían estado mucho tiempo aquí, ms damas recogen las cosas pues mientras yo subo al estudio este estaba vacío, por lo que me pongo a revisar la contabilidad, mientras que mi hermano no fuera mayor de edad yo tenía derecho a ser la duquesa, comienzo a hacer las cuentas cuando mi madre entra creyendo que mi padre estaba allí.
—¿Qué haces aquí? — Ella aún no se atrevía a mirarme la cara, ni siquiera tampoco me había pedido disculpas por haberme golpeado.
—Ayudando a padre con la contabilidad — Digo tajante. Por primera vez en ese tiempo la miro, estaba muerta de coraje, ella me miraba con odio, y cierra la puerta sentándose delante de mí, no había cosa que más me aterrará que la plática que mi madre me fuera a dar.
Ella pide a todos salir, mientras ambas nos quedamos en silencio.
—Está claro que no has entendido tu lugar en este casa Sofía, como mujeres debemos de encontrar a un buen marido y esperar darle un varón a tu esposo — Me dice convencida, no la culpaba por ese pensamiento porque eran de generaciones de mujeres que le habían metido esa idea, era normal que ella pensara que estaba en lo correcto.