En la fiesta todas las damas miraban mi anillo, y me decían lo afortunada que era, yo solo podía sonreír me sentía fuera de lugar a pesar de que era mi fiesta de compromiso me sentía en modo automático, vestíamos ambos coordinados verdes pastel que significaba salud y abundancia al matrimonio, mi madre sonreía ante los invitados, feliz y dichosa de que por fin se libraría de mí, la emperatriz hace presencia por primera vez, en mucho tiempo, siento mis manos temblar, Ethan la sostiene haciendo que me calme, ella camina hacia nosotros satisfactoriamente,
—Rece a dios todos los días para que vivieras hija mía — Ahora la miro de otra manera, como la mujer que me mando a torturar durante 2 meses.
—Dios salve a la emperatriz, se ve radiante — Sonrió, aún tenía la facilidad para los buenos modales, aunque por dentro quería partir en 2 lo que me decía —. Gracias por honrarnos con su visita.
—Para mí es un honor — Sebastián entra acompañando a la emperatriz, nuestros ojos se conectan, pero desvió la mirada, no quería admitir que me dolía, ella esboza una sonrisa de satisfacción al ver mi expresión de dolor.
—¿Te duele algo? — Me dice la emperatriz, captando la atención.
—Si alteza, las heridas de la guerra no sanan. Dios no permita que usted pase por lo mismo, fue un infierno que aun repito en mi cerebro, pero si eso me asegura que este a salvo lo haría mil veces sin dudar — Digo provocando un silencio absoluto, me obligo a llorar —. Perdone, los recuerdos, aún me asustan.
—Siento tanto lo que paso — Dice la emperatriz fuera de lugar, se notaba su incomodidad.
—Se que usted hizo todo lo posible para salvarme, pensar en usted me mantuvo viva — Le digo tragando mi coraje, esta cambia de tema había logrado la reacción que quería, una profunda incomodidad y desprecio.
—Yo no la invite — Se excusa Ethan, sabía bien que no, Sebastián aún estaba allí, presento mis respetos.
—Gloria el príncipe heredero — Le digo haciendo que todos guarden silencio.
—En nombre de mi padre, bendito sea este matrimonio, que nunca le haga falta nada y pronto tengan un varón — Todos aplauden la bendición de su majestad, yo solo beso su mano en forma de agradecimiento. No solo me casaría con alguien 10 años mayor si no también con él hermano de la persona que me gustaba. Quería llorar, pero no podía.
—Alexander — Lo llamo mientras me alejo de la incómoda situación, este estaba con Hiro. Ambos bebían vino en las copas, mientras ignoraban a las damas que buscaban entablar un relación.
—Si que actuaste rápido — Me dice Hiro.
—No, todo fluyó y aproveché... — Estaba claro que él no debe de saber de esto, la siguiente misión era entrar al cuarto de la emperatriz esto sería bastante difícil, me acerco a ella mientras trato de mantener la conversación con las damas.
Hablan de cosas tan triviales cómo chismes, yo solo sonreía.
—Princesa, ¿Cómo se enamoró de su majestad? — Me pregunta la condesa, sonrió apenada, por qué cuando alguien preguntaba cosas de este tipo todos guardaron silencio.
—Él fue mi apoyo, las cartas que me mandaba por los años me hicieron compañía en mi soledad, dígame usted cómo no corresponder los sentimientos de una persona que se preocupó tanto por mí — Digo sonriendo, si yo en verdad estuviera enamorada de él podría decirlo de corazón, pero ahora solo lo decía por un compromiso que había tomado con un propósito.
—Como que está haciendo frío — Dice la emperatriz mandando a traer un suéter.
—Permítame madre yo sé lo traigo — Le digo mientras ella me dice que vaya con Ethan, este me toma de la mano para ir al cuarto de su madre, no podría buscar si él estaba allí, necesitaba deshacerme de él, le hago señas a Alexander, mientras entramos al palacio real, caminamos mientras a diferencia de antes todos no nos mostraban respeto ahora solo era unos nobles más.
—Estas buscando algo para probar la culpabilidad de mi madre — Me afirma él. No quería responder, solo nos quedamos en silencio. El silencio era la mejor respuesta...
Al entrar al cuarto este se queda afuera mientras deja que Alexander e Hiro entren, los tres nos dividimos para buscar, dejo un chal sobre la cama, me había tocado los cajones, en este solo había anillos, ropa, comienzo a mover con cuidado, mientras siento una pizca de miedo, estaba asustada de que entrara. Sentía la ansiedad pues no estábamos encontrando y unas voces se escuchaban del otro lado.
La puerta se abre mientras que Sebastián entra mirando todo.
—Les ordenó que paren — Dice Sebastián, mientras doy un paso hacia él.
—No, sigan buscando — Estos me miran primero para después continuar buscando.
—Sofía, estás haciendo una estupidez tras otra estupidez, te vas a meter en problemas y a la horca directa irás — Me dice molestó —. Deja de hacer cosas que no te piden.
—¿Y ahora te preocupa? No lo hago por ti, lo hago porque merezco descansar y no puedo si ella está detrás de mí, con la idea de que mi esposo suba al trono — Le digo provocando que todos paren.
—Ahora si es tu esposo... — Me mira con cierto reproche, no lo entendía.
—Sofía, encontré un diario — Me dice Hiro, Sebastián solo se va mientras ordenamos todo y salimos alzó mi vestido para poder correr, aún me costaba apresurarme, todos caminamos rápido, mientras la emperatriz ya estaba en la entrada del palacio, Alexander e Hiro se esconden en la primera puerta que hay a los lados para poder evitar que los vean.