Pero aún después de asesinar a la osa, su espíritu le persiguió. Escuchaba los lamentos de sus oseznos y no fue hasta que consultó con su madre que encontró la solución. Pedir perdón una vez no bastaba, recordaría su falta con el rostro de aquella osa al llegar a casa y la vergüenza de contar con manos asesinas. Luego de un par de meses dejó de oír quejidos, pero el peso de su propia consciencia le recordó la fragilidad de su humanidad.
La nieve caía a las afueras del carruaje. Era la primera vez que la podía ver de cerca y el frío comenzaba a calar mis huesos.
—Sigo creyendo que esto lo han hecho a propósito —murmuró Maivi mientras frotaba las manos contra sus piernas en busca de calor.
Estaba claro que sí, pero este matrimonio era para arreglar los malos entendidos entre Anglesia e Inwelz, si no cedía en esto daría señales negativas y mi meta era crear un puente entre el imperio y el ducado.
El invierno en Anglesia era considerado feroz y mortal, cualquiera de las afueras no podría con él a la primera, por eso se recomendaba no viajar durante los meses de Irivesia y Setaker. Aun así, la boda se celebraría en el templo de Valeglar en plena nevada.
—Este fue su requisito, como princesa no me queda más que acatar.
A veces mentía, necesitaba hacerlo. Mi padre se había molestado por la fecha, pero yo lo convencí de que fuese así, incluso lo convencí de enviarme a mí en lugar de Nelin. No iba a dejar que mi hermana se casara con Priel Anlezia, no si yo podía evitarlo.
El cielo gris y el paisaje blanquecino era lo único que podía mirar además del interior de la carroza y los vestidos anglesianos que no nos ayudaban mucho a aplacar el frío.
—Su alteza…, si un día quiere escapar, sabe que yo estaré allí para ayudarla.
Maivi me miró con pena. Era como si todo el mundo creyera que la razón de enviarme a mí había sido porque era una humillación para la familia real y eso era lo que merecía el duque, nada más. A pesar de lo mucho que me dolió en su momento, ahora había aprendido a usarlo en mi beneficio.
Un camino rodeado de robles plateados y de unos cuantos pinos en punta, un paisaje al cual iba a tener que acostumbrarme. En la lejanía, el palacio de Terlebeya brilló gracias a la piedra del que estaba hecho. La fericia era tan dura que para destruir el principal castillo de Anglesia al emperador le tomó días y hasta hoy aún permanecen sus cimientos.
—Ya estamos por llegar —cerré los ojos y me recliné en el asiento—. Si ocurre algo quiero que te mantengas detrás de mí y, por favor, no dudes de lo que haré aún si parece un sinsentido.
No quería saber con cuál expresión me miraba Maivi, solo necesitaba que confiara un poco en mí.
Los créveras se detuvieron a los minutos después y Seamus abrió nuestra puerta para que bajáramos. Fui suertuda al tener a uno de los mejores guerreros conmigo, hijo de los Solinova, en un ambiente que sabía iba a ser hostil.
Frente a mí había dos hileras de guardias para darme la bienvenida a Anglesia, trajes con pesadas pieles que me transmitieron la calidez que me faltaba dentro de aquella carroza, y en el centro con la espalda erguida y sus ojos tan rojos como la sangre que derramaría, Priel.
Me ayudé de la mano de Seamus y bajé, caminando como me fue enseñado hasta quedar frente a frente. La nieve caía en su cabello rubio y el pelaje sobre sus hombros.
—El duque de Anglesia le da la bienvenida a su alteza, princesa Zissel Azalea Inwelz —dijo, acompañándolo de una reverencia cortés.
Incluso si estiraba mi mano para que la besara, dudaba que lo fuese a hacer, así que agradecí con una reverencia anglesiana. No era tan diferente a la que hacíamos en Inwelz, pero la mano sobre el corazón era suma señal de respeto en Anglesia. Él no pareció sorprendido ni complacido, entrecerrando sus ojos con la misma expresión que mantenía la discreción de su desconfianza en mí.
Aelan no estaba acompañándolo, a pesar de que sabía por qué, no creí que iba a faltar el respeto hacia la corona del imperio.
—Puede venir conmigo, se ve que su dama de compañía tiene problemas para soportar el frío de este lado de la cordillera.
Maivi temblaba ligeramente, pero enderezó su espalda y fingió que no pasaba nada cuando lo señalaron. Cuando volví la mirada a Priel, él ya estaba escudriñándome con sus ojos. Había hecho lo mismo cuando nos encontramos hace un mes en aquella reunión donde se le dijo que quien iba a casarse con él no era Nelin sino que la infame princesa sin poderes.
—Le agradezco —inicié mi camino con Priel junto a mí, no iba a dejar que se burlara después de lo que había hecho para estar allí—. Estas heladas no son para quienes no crecieron con ellas, pero no quise desestimar la fecha por el valor emocional que, entiendo, los pobladores de Anglesia tienen por la caída de la primera nevada.
Los guardias a nuestros costados fueron realizando reverencia uno a uno con la mano en el pecho, pero estaba claro que eran para Priel.
—El invierno es cruel con quiénes no son bienvenidos, es lo que dicen las antiguas historias de Anglesia.
—El invierno es cruel con quien no está preparado, duque. Sino lo vería correr desnudo bajo la nieve, en cambio carga con esas pieles para no perder el calor corporal porque sabe que la naturaleza, sin importar en que estación se esté, es la fuerza mayor en contra de nosotros: los mortales.