Destino de oro en sangre

Capítulo 02

Ali Terina acompañaba a su Ali Terzar a dónde fuese, el Ali Terzar solo avanzaba si tenía a su Ali Terina a su lado. Estaban hechos para cuidar las tierras heladas de Anlezia, al igual que para no soltar las manos del otro. 

 

La gran piel de oso blanco era usada para las bodas. La había usado mi padre, mi abuelo y su abuelo y así seguían. Había esperado resguardada en un modelo de madera sellado en cristal y ahora que la tenía encima, no era más que pelo y sinsentido. 

—Debes verte tan lindo, cai Priel —me dijo Olife mientras peinaba mi cabello a un lado. 

—Por favor, no es más diferente de lo que uso siempre. 

Me masajeé la frente, mirando de reojo el beilak gris que tenía debajo y el collar de huesos sobre mi cuello. 

Después de llegar a Inwelz y ver todos esos chicos de pantalones cortos y corbatines, pude notar la clara diferencia entre nosotros y ellos. En unas tierras donde el sol no se ponía hasta entrada la noche, dónde el verde prevalecía y todo brillaba, era imposible perderse. 

No éramos más que salvajes, nuestras costumbres y tradiciones eran barbáricas. Para ellos, el que Anlezia haya caído era un triunfo, pero para mí no era más que una humillación. 

¿Por qué tener tierras de las que solo te avergonzabas? 

Este era nuestro hogar y nuestras costumbres, no necesitaba que las entendieran, solo que nos dejaran en paz. 

—No estés tan molesto, seguro puedes controlarla luego. —Me tomó la cara de frente a mentón y la elevó para que me viera directo al espejo, sonriéndome—. Mientras alargues el nacimiento del sucesor y hagas que ella esté de tu lado, ¿quién sabe?, quizás le devuelves a Anlezia su libertad y traes contigo la cabeza de Reuben. 

Olife tenía más años que todos en el castillo de Terlebeya, había sobrevivido a la guerra y la larga cicatriz que atravesaba ambos ojos y que la había dejado ciega era más que prueba de su valentía y sufrimiento. 

Por una vez me alegré que no pudiese verme cuando dudé de sus palabras. Zissel era un dolor de cabeza. 

Habían pasado años y yo seguía sin poder olvidar que había sido mi única amiga por mucho tiempo y también de la muerte en vida que tuve al enterarme que yo era igual de monstruoso para ella que los cuentos estúpidos sobre Anlezia

—No creo que funcione, no soy más que un bárbaro a sus ojos. Ni siquiera sé porqué está aquí.—Todos dicían que le rogó a su padre por tomar el lugar de su hermana y quería saber porqué. 

Las arrugas en el rostro pálido de Olife se marcaron más, colocando ambas manos sobre mis hombros. 

—Ah, la niña. Sí. Su edad hubiese sido mucho más provechosa, la ingenuidad de ser una pequeña, ¿no? Pero podemos arreglarlo, cai Priel. Muéstrale un mundo de ensueño a la vezaa, juega con sus sentimientos y demuéstrale que no tiene qué temer mientras camina directo a tu trampa. Y luego —dejó caer sus manos sobre mis hombros otra vez—, verás como hace todo por ti. Atóntala, gente como ella es muy fácil de engañar. No tiene poderes, un poco de atención bastará. 

A pesar de su aspecto, Olife siempre fue más perversa que dulce. La consumía una sed de venganza con la que me había envuelto también. 

—Tienes razón. 

Si Zissel no había cambiado, podía usar todo lo que aprendí de ella y asegurar el bienestar de Anlezia y el mío. 

Me levanté del asiento y salí de la habitación, bajando con Yzek junto a mí. 

—Finalmente te ha tocado ponerte la piel blanca. 

—No hagas bromas, Yzek. No estoy de humor. 

Se burló de mí en silencio, si no fuese por mi mal humor podría haberle seguido el juego. Vance esperaba en la entrada, siempre con esa expresión de estar al borde de un ataque de nervios. 

—¿Qué pasó? ¿Zissel se ha escapado? 

—Su alteza desea viajar con usted en el carruaje. 

Fruncí el ceño e intercambié miradas con Yzek, tampoco parecía tener respuesta. 

—¿No le ha gustado el que le prepararon? 

—No, señor. Solo desea viajar con usted. Sin dama de compañía, solos… —Me reí, era tan absurdo como sonaba—. ¿Le digo que no es posible?

—No, que venga. La espero.

Quizás así tenía la oportunidad de sacarle la vuelta a todo lo que pensaba. Mi madre decía que era porque, al ser una vezaa, estaba buscando la oportunidad de probarse frente a su padre y su imperio, comida por la envidia a su hermana; plausible, sino supiese que Zissel amaba a Nelin más que a su propia vida. 

—Ya está en el carruaje, señor. 

Me mordí la lengua. Tenía que saber que tramaba. 

Acomodé la piel y el collar de huesos y salí. El cielo estaba oscurecido por la nevada, pero con nuestros lobos y la firme base del carruaje ni siquiera me preocuparía por eso. 

Abrieron la puerta y, aunque no veía su cara, el bealvak rojo ocupaba la mitad de este. 

Bue lite, Priel

Llevaba el cabello suelto decorado con una diadema tejida del mismo color del bealvak y la capa de piel marrón de cerzhak con la que mi madre se había casado, portando un collar de huesos pintados con runis anlezianas. Sino fuese por su piel bronceada y esa mirada dorada que pertenecía al sol y no a la luna, podría haberla confundido fácilmente con una novia de Anlezia




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