Las bodas debían ser bendecidas por Aske Anlesa, la gran Diosa que cuidaba a los anlezianos durante el invierno. Las runis que la pareja portaba en el cuello eran una oración a su buena suerte, las pieles, un reconocimiento de los valores de esta. Había solo una forma de saber si Aske Anlesa había celebrado la boda con los novios: que no nevara al día siguiente.
—¿No irás a verla? —Me preguntó Yzek, apoyándose en la pared.
—No. Ni siquiera quiero pensar en eso.
Ahora que todo me hacía sentido, no había razón para buscarla y conseguir respuesta. Había hecho todo esto para que Nelin no se casara conmigo, lo cual sí tenía sentido; pero me hacía sentir como un monstruo.
Ella sabía que yo no había pedido nada de esto, que estaba igual de obligado. Pero creía hasta ahora que hubiese pasado sobre Nelin y eso me tenía asqueado hasta la médula. Había conocido a su hermana pequeña cuando tenía apenas cinco años, de ninguna forma podría hacerle algo así.
No lo habría hecho, incluso si la cláusula del heredero fuese inexistente, aunque eso a Zissel no le importaba.
—Ahora, ¿ya sabes quién puso la sal en la copa?
—Nada. Muy heroico de tu parte salvarla de tomar un aqza con mal sabor.
Me pasé la mano por el pelo, ¿acaso había sido Olife? Pero no tenía cómo, no había ido a la ceremonia porque según tenía cosas importantes que hacer. Y Kive se estaba cambiando la ropa para ese momento.
—¿Tienes algo más que decirme? Porque necesito terminar unos documentos y luego largarme a dormir.
—Claro, claro. —Se cruzó de brazos y me miró con esos ojos grises y ojerosos—. Solo quería decirte que, aún si no pasa nada, por tu bien y el de ella, al menos deberían dormir en la misma habitación.
—¿Qué de eso me ayuda a mí?
—¿Realmente? Mantenla contenta, será más fácil de manipular. Además, ¿no eres tú el que no dejó de mirarla al entrar al carruaje?
Gruñí para mis adentros, lo que menos quería era ver a Zissel y estaba seguro de que ella pensaba igual. Y sobre el carruaje…, no fue más que sorpresa.
—Sal ya, me tienes con un dolor de cabeza horrible.
—Sí, claro. Yo.
Se burló y salió de la oficina caminando de espalda, recordándome porqué también debía cuidarme de él. Ahora era mi amigo, pero cuando lo necesitaba era igual de manipulador que mi madre y con las técnicas disimuladas de Olife.
Me estiré en la silla. Necesitaba pensar.
Si Zissel solo estaba por Nelin, entonces lo que había mencionado de arreglar las cosas entre Anlezia e Inwelz podía no ser mentira. De momento llevaba bien el papel de anleziana y sabía que quería trabajar mano a mano para eso. Quizás podríamos resolver nuestras diferencias por un tiempo y llegar a unos acuerdos; pero cuanto más la recordaba y veía, más se sentía imposible.
Tomé los últimos documentos y los leí: la zona norte, Elai Rakad, necesitaba ayuda por falta de recursos. No tenían alguna forma de hacer fuego, se estaban congelando. Las nevadas habían empezado antes y como había tan pocos árboles y plantas allí, el carbón no les había durado mucho. Ellos tampoco lo harían si no resolvía esto.
—Aske Anlesa… —Llamé por Vance y llegó al poco tiempo después—. ¿Dónde están los documentos de Elai Rakad?
—Están en la oficina de la señora Aelan. ¿Quiere que se los traiga?
—Hay gente que puede morir, esos papeles deberían estar aquí. Quiero que me traigas todos los relacionados a los problemas constantes de cada año. Tráeme los de Elai Rakad y los del Puerto Galethai.
—Sí, Ali Terzar. —Salió casi atropellado del lugar.
—Voy a morir de un infarto para mí segundo día al mando de Anlezia si esto sigue así.
Pero mantuve la calma, no quería que mis emociones tomaran control de mí o acabaría dañando a alguien.
Agarré la copa de aqza y bebí un gran trago, no se parecía a la horrible cosa salada que había tenido que tomar para que Zissel y Eros no hicieran problemas. Nada venenoso, pero si ella no hubiera podido cubrir la expresión de desagrado, la hubiese querido muerta.
Descansé sobre la silla, frotándome los ojos. Cuando los abrí, pensé que estaba viendo algún tipo de espejismo por demasiado aqza.
—Perdóneme, Ali Terzar, pero la señora Zissel quería hablar con usted.
Solté un ruido similar a una risa. No podía ser que quisiese que cumpliéramos con la última ceremonia, no cuando tenía un montón de papeles en su mano.
—¿Por qué no tocaste la puerta, Vance?
Él miró a Zissel con ese miedo de subordinado; pero ella dio un paso adelante, dejando esas hojas en el mesón.
—Fue mi culpa, Ali Terzar. Encontré a Vance cuando salía a buscarlo y me comentó sobre lo que ocurría en Elai Rakad. Estos son informes que he recopilado de distintos materiales que pueden ser usados para el fuego y que poseen más durabilidad que la madera de Anglesia.
Los tomé y leí: carbón de las minas de Kayfal al norte de Inwelz; madera de bunek de las tierras de Enbep; gemas igníferas… No continué leyendo.