Destino de oro en sangre

Capítulo 07

La Gran Academia Ferhail se caracteriza por convertir a todo niño en un ejemplo de modales y elegancia. No hay pequeño, por más rebelde que sea, que no mejore al salir por sus puertas. Tanto es su prestigio que es reconocida como una de los mejores dentro del continente de Kroseya.

Aún seguía temblando después de que Aelan me sacara a tirones de la oficina. Todo era tan similar a lo que había visto en mis pesadillas: el lugar teñido de rojo, los relámpagos rugiendo en el cielo y la mirada desorbitada de Priel.

La silueta desgarbada de una anciana se puso junto a nosotros, una larga cicatriz le recorría de un ojo al otro. La reconocí de inmediato, así que conté hasta tres para poder hablar sin que mi voz temblara; pero en cuestión de segundos avanzó hacia mí y me tomó del brazo, apretando sus uñas en mi piel a través de las gruesas capas de ropa que vestía.

—Un aroma nuevo, tú debes ser quien tiene a cai Priel en este estado.

—Me está lastimando. —Me quejé de una forma penosa, intentando que me soltara.

Kuvral Olife, esto no corresponde.

Sabía que había quedado ciega, pero actuaba como si no lo fuese, en especial al voltear la cabeza hacia a Vance de tal forma que parecía que lo miraba a los ojos. Cuando los pasos de Seamus llegaron a nuestros oídos fue que me soltó, ocultándose dentro de la oficina.

Vance se quedó junto a mí, sus labios estaban apretados mientras observaba con preocupación la puerta cerrada de la oficina y mi rostro, aliviado de ver a mi gente llegar del otro lado del pasillo.

Intenté regular mi respiración y quité las lágrimas que me quedaban, pero el miedo no me dejaba ir incluso cuando el viento se hizo menos amenazante y el castillo dejó de estar teñido de rojo.

Veía a mi hermano tirado en el piso, su boca gorgoteando con sangre, y a mi hermana detrás, tirada y pálida sobre un enorme charco de sangre. Y a Priel, su espada y los truenos.

—Alta Terina.

No pude despegar mis ojos del jarrón con runis debajo de uno de los tejidos colgados en la pared, contando hasta tres para dejar de temblar. Me avergonzaba mirar a Seamus, no dejaría pasar esto y si mi padre se enteraba que no era competente volvería a ser la hija fracasada, la vacía sin poderes. Y no podría salvar a mis hermanos.

Apreté mis manos entre ellas, tensando la espalda y esperando verme compuesta.

Aelan, Kive y Yzek se encargarían de calmarlo, solo debíamos esperar un poco más.

—Alta Terina —repitió.

Lo observé esta vez, sin bajar la cabeza.

Venía con Maivi detrás, que se aferraba a su brazo para ocultarse de la horrible tormenta. Tenía los ojos llorosos y me miraba como si pudiese perdón por no poder controlarse. Si tan solo supiese.

—Lamento la demora, deme las instrucciones a seguir.

El lugar comenzó a llenarse de sirvientes, susurraban y me observaban preguntándose si yo había hecho algo para poner a su señor de esa forma, que si iban a tener que enfrentar su furia una vez más. Me hizo preguntarme con qué tanta frecuencia e intensidad ocurría esto, porque lucían igual de aterrados que Maivi. Quizás...

—Alta Terina. —Volteé hacia Vance casi de un salto, me miraba con gentileza y un poco de insistencia—. Tengo que indicarle un par de cosas, me gustaría que nos moviéramos a otro lugar.

Seamus tomó su espada, sin desenfundarla, aguardando por lo que iba a decir. Así que para no provocar más disgustos y alejarme un momento de mi nuevo fracaso, asentí y fui con él.

Bajamos entre las personas aglomeradas justo antes de que la puerta de la oficina se abriera, volteé solo un momento para ver a Priel siendo cargado con Yzek. Lucía débil, tenía la mirada perdida y la cabeza prácticamente le colgaba a un lado al igual que sus brazos.

Parecía una historia inverosímil ver a un hombre tan alto y de mirada asesina hace tan poco y que ahora no fuese más que una silueta moribunda de lo que fue.

Cerré los ojos y volví a concentrarme en la cabellera azulada de Vance, yendo a la izquierda. Mi corazón latía tan fuerte que lo escuchaba zumbando.

No sabía qué había pasado allí dentro, pero para calmarlo en aquel estado seguro habían usado alguna droga. Hubo una punzada en mi pecho. Quizás si descubría qué era podría usarla en su contra y así proteger a mi familia y a la gente de Anglesia del mismo Priel.

Llegamos a una oficina pequeña junto al jardín. Las nubes seguían oscuras, pero acordes al invierno en Anglesia.

Vance nos miró de vuelta, un tanto avergonzado.

—Mi oficina no es muy grande y preferiría si alguien se quedara cuidando la puerta.

Seamus volvió a poner su mano sobre su espada en modo de amenaza. Pero Vance se estaba arriesgando demasiado, estaba segura que no iba a hacerme daño.

—Seamus, espera con Maivi aquí afuera, por favor. Hablaré con él y luego volveré a mi cuarto.

—Alta Terina… —Maivi se acercó, aún temerosa, y tomó sus manos enguantadas entre las mías. No me dijo nada más, pero sus ojos me rogaban para que estuviese con ella.




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