Destino de oro en sangre

Capítulo 11

Las águilas de estación se caracterizan por su cambio de plumaje acorde a las mismas. Durante los primeros tres meses, de Zavat a Conzaya, tiene colores que van del dorado al rojo; de Onyeri a Ominbel unas plumas castañas; de Irivesia a Setaker, blancas; y durante Preim a Kinbris se tiñen de verde con ligero rosado en las alas. Fueron usadas por su resistencia a todas las estaciones y para establecer los meses y estaciones según su recambio de plumaje.

Escuchar de su boca que nunca me iba a perdonar me dolió tanto como debía. Aceptaba la culpa en su totalidad y, sabiendo que yo había llevado la maldición a tomar fuerza, tenía que hacerme cargo de esta y del corazón herido de Priel.

Verlo llorar me produjo la misma emoción que verlo drogado después de nuestra discusión, sino más. No tenía claro si era una buena señal para solucionar parte de los problemas o un retroceso de cien pasos, pero lo iba a tomar como algo positivo al no ver ninguna tormenta oscureciendo el paisaje.

No podía quitarme aquel sueño de la cabeza cuando lo veía, pero ahora esa pesadilla se mezclaba con el niño que había sido mi amigo durante años, al que yo había conocido y querido sin importar qué hasta ese día.

Quise decirle que no importaba cómo, iba a intentar por distintos métodos reponer lo que había roto, pero eso solo era molestarlo más.

—Le diré a Eze lo que acordamos —cambié de tema, sacándome las lágrimas del rostro.

Ah, mis Santos. ¿Qué había hecho? Todo el dolor se lo di a mi amigo, a ese niño de trece que había sido como mi hogar, no al Priel de mis pesadillas y el corazón me dolía como nunca. Verlo llorar, herido, me producía sentimientos encontrados.

Tenía miedo, uno terrible a que empuñara su espada y asesinara a mis hermanos, pero otra solo quería abrazarlo y pedirle perdón por cada segundo que pasó sufriendo por mi culpa.

—Haz lo que te parezca —me dijo, todavía sin mirarme—, pero no planeo quedarme a dormir en Inwelz, así que haz que los tiempos calcen para eso.

Realmente había cambiado lo suficiente para que de espaldas no lo reconociera. Me había superado en altura por mucho más que un par de centímetros y sus hombros ensanchados con ello. Al menos el cabello liso y dorado permanecía, aunque más descuidado que cuando estaba en Inwelz.

—No tardaremos mucho, a no ser que desees alargar el viaje a Elai Rakad.

Cai Priel. —Ambos nos sobresaltamos cuando Yzek entró. Seamus no se había movido de la puerta, así que no hubo sorpresa de su parte al vernos juntos, aunque sí irritación.

Detrás le siguió Seamus, desobedeciéndome solo para no quitarme el ojo de encima ahora que Yzek también estaba en la oficina.

—¿Qué pasa, Yzek?

Me atreví a mirar a Priel ahora que no estaba su atención en mí: tenía el borde de sus ojos ligeramente coloreados en rosa al igual que su nariz; no había cómo ocultar que había llorado. Y por mi culpa.

—Necesito hablar con usted a solas, es un tema urgente de Anlezia.

Seamus e Yzek se dieron una mirada de reojo, uno al costado del otro. Ambos habían entrenado años para obtener su puesto, ambos de buenas y respetables familias, pero no se parecían en lo absoluto. Y los poderes de Seamus no podían ser equiparados con las habilidades con el arco y espada de Yzek.

No quise hacer más problemas, así me dirigí a Priel con una reverencia anglesiana y una sonrisa débil.

—Me retiraré, Ali Terzar.

No escuché nada de su parte durante ni después de la reverencia, ni siquiera hubo una mirada.

Suspiré resignada, entendiendo que nada de esto iba a ser fácil en primero lugar. Le hice una seña a Seamus y me siguió hasta el cuarto, donde esperaba Maivi tan nerviosa que daba vueltas alrededor del lugar.

—¡Alta Terina! —se acercó a mí, cubriendo sobre su pecho una de sus manos con la otra en un intento de no tomar las mías.

Le sonreí, recordado que había llegado a poder tocar las manos de Priel sin que este las apartara de un golpe, quizás sí tenía una pequeña oportunidad para cambiar las cosas.

—¿Está bien? ¿No le hicieron daño? —Asentí tratando de calmarla.

Podía parecerse a Nelin en distintas cosas, pero sus personalidades eran distintas, en especial en momentos como estos. A Nelin le había tocado madurar más rápido por su posición como princesa, estudiando y especializándose en muchas más cosas que la mayoría de niños, pero también se le subían los humos a la cabeza al ser la consentida de los tres. Era la única que pudo tener a su madre durante su infancia y también era la más pequeña, dando paso a que nunca le faltara nada y le cumplieran unos caprichos que no podría haber tenido Eros y mucho menos yo.

Así que, mientras mi hermana menor tenía un temperamento mucho más taimado pero dulce y correcto, Maivi era preocupada, orgullosa y más infantil en cuanto a sus acciones.

—Tengo que escribirle a Eze, así que me gustaría estar sola un momento —les dije, sentándome frente al escritorio.

No tenía una oficina como tal y deseaba hacerlo, pero los tiempos no estaban bien para pedir una. Además, si lo hacía ahora estaba claro que conseguiría algo como la de Vance, la cual debían arreglar, porque no correspondía que alguien con tanta responsabilidad en el castillo tuviese poco más que un cuarto pequeño y apartado de todos los puntos esenciales, alejado de la oficina de Priel, a quién ayudaba.




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