Destino de oro en sangre

Capítulo 13

Después de bendecir la boda, Aske Anlesa les mandaba una tormenta para probar lo fuerte del lazo y lo dispuestos que estaban por llevar la unión en su nombre. Se dice que los primeros Ali Terzar y Ali Terina soportaron la peor de todas.

No quise reírme de lo que me contaba Menvis, pero la imagen era demasiado graciosa como para poder contenerme: Priel sin ropa alguna escapando de su madre en plena nevada porque no quería bañarse, mientras los soldados corrían a buscarlo por el castillo.

—Después de eso se enfermó por un par de semanas —sonrió Menvis, el cabello al cual recién le aparecían las primeras canas le caía alrededor de las mejillas—, pero eran buenos tiempos.

Mantuve mi sonrisa, sujetándome bien de los soportes incluso cuando Ezku iba a una velocidad muy baja.

—No creo que al Ali Terzar le agrade la idea de estar compartiendo este tipo de recuerdos —le dije luego de escuchar su silbato y encontrarlo dando la vuelta hacia el bosque con su lobo.

—Bueno, Ali Terina, a ese muchachito usualmente no le agradan muchas cosas, pero siento que es mi deber contárselo —bajó la cabeza, pero manteniendo la expresión sonriente—. Especialmente ahora que se ha cerrado tanto en sí mismo.

Vi en él las mismas razones que Vance. Había leído sobre dos de las posturas que existían al momento de hablar sobre Aske Anlesa, la compasión por la vida durante el invierno o la fuerza que tomaba sobrevivir a él.

Dependiendo de a cuál se inclinara la gente, la forma de pensar variaba.

No sentía que mereciera tanta compasión luego de enterarme de lo que provoqué en la vida de Priel, pero era agradable no sentirme odiada por cada persona de Anglesia.

Yo fui una de las culpables de que ahora sea así, quise decirle.

—¿Usted cree que Aske Anlesa ha hablado luego de la ceremonia? —Recibí una risa de su parte.

—¿Se lo ha dicho Vance? —Negó de inmediato al ver mi reacción, me leyó en un instante— Yo no creo en Aske Anlesa, pero es mejor si me guarda el secreto. Sé que es difícil de creer, pero yo no pienso que la grandeza sea solo propia de un Dios, ni de un santo, ni de una entidad que esté sobre otros. Cada uno es capaz de hacer milagros, las historias pueden borrar características negativas y agrandar lo positivo, pero al final del día todos somos humanos. Cambiamos la vida de otros sin darnos cuenta, dañamos y amamos por igual. Para mí no hay héroes ni villanos, solo personas que se dejaron llevar por distintos caminos, que, de haberles mostrado otra ruta, el destino sería distinto.

Tragué saliva, sintiéndome al borde de las lágrimas. Me encantaría pensar de esa forma, pero la maldición sobre mí establecía un destino tan claro que mientras más trataba de hacer en su contra, más parecía manifestarse.

Y nadie en mi familia había podido escapar de él, mi abuela había visto morir a mi abuelo como en su sueño; mamá había visto la masacre de Anglesia incluso antes de que Reuben hubiese obtenido el título de emperador y así seguían. No había como evitarlo.

Lo intentaba, admitía que tenía la culpa en transformar a Priel en lo que era, en lo que se convertiría. Me odiaba porque, por más que lo intentaba una parte de mí me decía que no había cómo ayudar a mis hermanos. Y que todo era mi culpa.

Fenej se remeció, sacándome de mi nube negra. Le acaricié el lomo, tratando de mantener el semblante que había aprendido a usar.

Ali Terina —me llamó Menvis—, lamento si dije algo que la molestara.

—No, no pasa nada —le sonreí.

—Si quiere podemos volver —señaló el establo con la mano.

Me había subido a un lobo para poder conversar con Priel, ahora ni siquiera estaba cerca. Pero no me molestaba estar con Fenej, tampoco hablar con Menvis.

—No es necesario —observé a Fenej—. Me preguntaba si tenía dueño, el Ali Terzar me dijo que como era tan manso seguro que sí.

—¿Fenej? —No pareció molestarle mi cambio de tema—. La verdad es que un dueño fijo, no. Es más bien un lobo de carga.

Los ojos grises de Fenej dieron conmigo y se remeció otra vez, como si quisiera que continuara. Menvis volvió a reír.

—A veces los lobos hablan más de lo que la gente escucha, no se va a despegar de usted. —Ladeé la cabeza, sonriéndole a Fenej—. Y no creo que haya problema alguno con que se lo quede

—¿Eso cree?

—Oh, estoy seguro. Además, he visto un caso así antes, luego de decidir su compañero se molestan si los hacen llevar carrozas otra vez.

Las pisadas y el silbato de Priel se hicieron más audibles cuando lo vimos llegar por el costado. El viento había despeinado su cabello, despejando su frente, y el frío seguía enrojeciendo sus mejillas y nariz. Tenía la postura correcta al andar, no como yo, y tría consigo una mirada mucho más distante que con la que se marchó.

Ali Terzar, la Ali Terina ha encontrado a un lobo para ella.

Duró unos segundos con sus ojos rojizos sobre mí, antes de dirigirse a Menvis.

—Deja registro. Si preguntan por mí, diles que fui a dar un paseo a Teaedra. Y no dejes a la Ali Terina montar sola hasta que la veas realmente segura, no importa cuánto te insista.




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