Destino de oro en sangre

Capítulo 15

Las brujas fueron mujeres normales antes de que se opusieran a los Santos y jugaran con la magia prohibida, condenándose aún más a sí mismas cuando crearon un vínculo de seguidoras con el Santo Desterrado, el cual usó sus poderes en contra de la gente. Se dice que las últimas viajaron a Mareva, donde perecieron como las demás por orden del rey en ese entonces.

Me había preparado para lo que vendría y tan pronto llegamos teníamos el inicio de tormenta que habíamos dejado atrás. Me aferré al brazo de Priel, pero solo con verlo sabía que ya se encontraba mejor.

Sus ojos viajaron rápidamente por las nubes oscuras y luego cayeron en Yzek, que se acercaba con una mano en el bolsillo.

—Priel —le dijo él, casi que con molestia.

—No es necesario, Yzek. Estoy bien.

Pero esto podría servirnos para verificar de dónde venía aquella hierba, así que le hice una seña a Eze, quien soltó el aire antes de hacer un círculo mágico. Aquella hoja salió disimuladamente del beilak de Yzek y llegó a su mano bajo los ojos de todos menos los de Yzek.

Si no hubiese sido por el jadeo débil de Maivi al ver tal espectáculo, él ni siquiera se hubiese dado cuenta que algo había pasado.

Antes de que pudiese preguntar, me adelanté.

—Si Priel dice que está bien, entonces lo está. Debemos apresurarnos. Eze no es el más paciente —le sonreí con suavidad y comencé a avanzar, llevando a Priel conmigo.

Toda la conversación me había agotado mentalmente, pero me alegraba no sentir el cuerpo pesado después de salir de aquella estación mágica.

En un inicio había sido un plan de emergencia en caso de que Elai Rakad fuera un detonante para el descontrol de sus poderes. Sabía que quedaba cerca de Garrendal, pero no podía asegurar que Priel tuviese recuerdos pesados aquí. Me alegraba haberlo pensado con antelación, porque de otra forma no hubiésemos podido continuar ayudando.

Además, era lo que necesitábamos para arreglar parte de nuestros problemas y para que Priel liberara lo que cargaba en su pecho.

Pero no podía sentirme del todo segura, no después de haber revelado la verdad. Según el Rey Alken y toda la historia de las brujas, nosotras no debíamos abrir la boca o los condenaríamos, por eso se les había cortado la lengua a muchas de, las que se pensó, eran la bruja del futuro.

Si Priel llegaba a decírselo a alguien...

Pero aún si no, quizás tampoco podría salvar a mis hermanos. El destino, ¿realmente no había como luchar en su contra? ¿Acabaríamos todos muertos por mi culpa?

¿Cai Priel? Oh, y Yzek.

Levanté la cabeza de mis botas hasta donde se encontraba una señora bajita de cabello cano y silueta regordeta con un bealvak negro.

Priel le dedicó una sonrisa sincera pero débil. La tormenta se había calmado y estaba segura que todo lo que conversamos seguía molestándole; aunque me alegraba saber cuánto le ayudó: no había tenido que caer inconsciente y había podido, después de todos estos años, tener el luto por Ecwrin. Había sido poco más de media hora, pero valió cada segundo.

Kuvral Ennis —dijo Priel, ampliando la sonrisa un poco más.

Aquella mujer se nos acercó, observándonos a todos con detalle. Parecía sorprendida y, considerando que Elai Rakad no era un sitio turístico incluso para la gente de Anglesia, no acostumbraban a ver rostros nuevos. Al contrario de lo que esperaba, nos sonrió haciendo una reverencia anglesiana en nuestra dirección.

—Un honor conocer Alta Terina...

Me tensé levemente. No podía olvidarme que desde el anexo de Anglesia a Inwelz se les había obligado a aprender nuestro idioma.

—No es necesario, a ella no le molesta que le hablen en anleziano.

Priel no me miró de vuelta, pero el solo hecho de escucharlo me tranquilizó un poco más. Me hacía sentir con esperanza de que esto acabaría bien para todos, porque no era posible que una persona que había visto matar a sangre fría a mi hermano le fuese tan difícil enfrentar la muerte. Sus manos le temblaban al solo pensar en ello, le aterraba hacerle daño a alguien inocente; si él llegaba a lastimar a otra persona, no tenía dudas de que jamás podría perdonarse.

Me incliné en una reverencia. No había escuchado de Ennis ni cuán importante era para Priel, pero considerando que Heyer no me había dicho nada de la droga o del tiempo que estuvo encerrado, ya no me sorprendía. Solo me lamentaba haber gastado tantos imperiales en información que no llegaba a mucho.

—Un gusto, mi nombre es Zissel, ellos son mis acompañantes —los señalé mientras los mencionaba uno a uno. Maivi me acompañó con una reverencia—: Eze, Maivi, Alqie y Seamus.

Ennis se cubrió la boca, sin dejar de mirarnos, y susurró.

—Tendré que hacer mucha comida...

Aquello hizo reír a Priel, desde el banquete de compromiso no lo veía así. Ni siquiera parecía molestarle que seguíamos tomados del gancho. Después de los gritos y reclamos, el que estuviese sonriendo... Mi pecho no pudo más de tranquilidad y tristeza.

—No veo lobos, ¿cómo han llegado?




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