Destino de oro en sangre

Capítulo 16

Según el libro de Ymer Aeser, el cual ha sido el que forma las bases de todo futuro rey, alguien que gobierna siempre debe velar por su gente sin importar los medios. Un rey débil trae la muerte de quienes debe cuidar, por lo que cortarles la cabeza es un destino justificado ante la ineptitud.

A los tres pocillos mi estómago ya estaba lleno, pero recibí un cuarto sin reclamos. Maivi tenía las mejillas coloradas por el efecto de los platillos calientes al igual que los demás y Seamus sonreía metiendo el cucharón al bol con consomé de verduras, carne y kinn. Priel me había susurrado que en Anglesia no era usual abrirse a extraños, pero los mayores se habían puesto a beber aqza para celebrar por las gemas y algunos daban risotadas y cantaban letras que se escuchaban en los tiempos antiguos de exportación de hielo.

No era que Seamus se manejara mucho en el idioma, pero seguro entendía bastante. Además, los cuarteles para los soldados y guardias en Inwelz no eran muy diferentes. Había pasado una que otra ocasión por afuera durante la noche, canto y alcohol no faltaban para celebrar.

Había tomado asiento junto a Priel, a quien Ennis le conversaba, preguntándole sobre las cosas que le había tocado hacer. Reclamaba por lo bajo sobre lo difícil de los caminos en invierno, un par de señoras también se le unían acotando pequeñas cosas sobre Aelan y los trabajos que había hecho para solucionarlo, tomando un brebaje agrio pero abrigador llamado heksyn.

Yzek se mantenía alejado, conversando con la gente del otro lado, había alcanzado a escuchar que le preguntaron sobre cuándo volvería a Garrendal, ya que esos territorios sin él estaban muy solos y, al colindar con Elai Rakad, le daba cierta potestad para apoyar y controlar el lugar.

Pensándolo, el que Yzek se mantuviera en Terlebeya era una clara negligencia a su cargo. No tenía más familiares que pudieran tomar su puesto si no mal recordaba, pero el problema erradicaba en que descuidaba una gran zona. Podía no ser crucial, sumado que ahora Anglesia era territorio del imperio de Inwelz y no una nación aparte, pero tampoco se debía dejar de lado considerando que mi padre tampoco era alguien sin enemigos.

De hecho, me sorprendía que no hubiese otro rey o líder que quisiese arremeter contra él, sabiendo que en su inicio le quitó todo un valle a Altarcy bajo la causa de estar deshabitado. Sabiendo que Altarcy le seguía a Kalantis en la lista de magos de alto nivel, era una sorpresa que no lo hubiesen atacado aún; pero ellos tenían sus propios problemas con Veeda y los tratados de comercio y de paz sin respetar.

También sabía que, de poder, hubiese conquistado Kitzeng, pero era una tierra mucho más difícil que Anglesia y, aunque no demostraran su nivel al exterior, por la barrera extraña que existía en sus límites que no permitía la entrada a cualquiera, debían tener algún tipo de magia poderosa distinta a la de la de Kalantis o la de Priel. Eze decía que no podía revelar nada y que era mejor que no preguntara, porque quienes sabían estaban condenados a callarse o perderían la voz.

Al otro lado del lugar estaba aquella madre con su pequeña mirándonos cuando pensaba que no nos fijábamos. Me preocupaba el tema de las vacunas, pero también el invierno de Anglesia que aún no enfrentaba del todo, y que fuese a llevarse a aquella bebé. Alqie lo había dicho y al verlo comer y observarla de vuelta, sabía que él también sentía la intensidad con la que no dejaba de vernos.

Tenía las ojeras tan marcadas que me pregunté cuánto tiempo llevaba sin dormir bien o si dormía siquiera. Eze me mataría y quizás hiciera problemas con mi padre si no los tenía ya, pero quizás si se iban a vivir al castillo con mi abuela podría encargárselos a Karime.

El invierno siempre era frío, pero para la gente de una tierra nevada, lo de Inwelz sería como una tarde cálida de otoño.

Ah, mis Santos. Qué debía hacer.

Sabía que si los salvaba iba a conseguir que me aceptaran y quisieran, pero también estaba mi propia consciencia. Después de escuchar a su hermanito decir que finalmente iban a dejar de pasar frío, ¿no era lo correcto ayudarlos? Tenía la oportunidad, el plan; pero una parte de mí seguía sintiéndose sucia.

—Su excelencia —me llamó Priel, haciendo que prestara atención de inmediato—, llevo llamándola, pero parece que está en otro lado.

Le sonreí, disculpándome de inmediato. Ennis y las otras señoras también tenían sus ojos en mí.

—Lo siento, estaba pensando en algo...

Entrecerró los ojos y luego se dirigió a las mujeres:

—Mis disculpas, debo conversar con su excelencia. —Se levantó del asiento y me ofreció su brazo—. Vamos, te sentará bien el viento helado.

Lo quedé viendo: tenía las mejillas, nariz y orejas coloradas por el frío y el vendaje se había movido ligeramente de su frente hasta sus cejas. No lo había pensado, pero conociendo a muchos de Inwelz, mirarían su aspecto con mala cara.

Crucé mi brazo con el suyo, las miradas volvieron a centrarse en nosotros.

—Muchas gracias, Ali Terzar. Me disculpo si le generé algún disgusto.

Sentí de inmediato el cambio de dirección del viento, directo a mi cara, suspiré arreglándome el flequillo, aunque no tuviese caso. Avanzamos juntos hasta una buena distancia, ninguno de los tres guardias nos siguió, pero era obvio que nos miraban desde lejos.




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