Junyik fue el primer lobo en llegar con la Ali Terina, quien la reunió con el Ali Terzar aquella vez que una tormenta de nieve amenazó con separarlos. La trajo en su lomo y aulló para que el resto supiese su ubicación. Todos los lobos de los futuros Ali Terzar y Ali Terina son descendientes de este.
—No creo que eso haya sido todo —dijo mi madre, frotándose el entrecejo—. Estoy segura de que es alguna trampa, esa niña no puede ir en contra de su padre.
Yo apoyé mi cabeza en el respaldar del asiento, mirando la ventana de reojo.
Podía tener razón, honestamente, Reuben nos tenía a todos en la palma de su mano. Desde que conocí a Zissel, nunca se había interesado en ella de verdad; aún si había cambiado y demostrado a su padre que podía tomar el puesto de duquesa en Anlezia, podía solo haber actuado por su propia conveniencia.
Me había dejado en claro que seguía sin ser su hija, no era más que una pieza desechable. Nosotros no éramos tan diferentes. Él quería algo, pero no estaba seguro de qué.
—Cualquiera fuese la razón de su actuar, ya sabíamos que Reuben nunca nos ha aceptado, como nosotros a él. No cambia nada.
Mi madre negó.
—Claro que sí, cai Priel. Para nosotros, confiar en esa veeza es un sinónimo de muerte, incik.
Cese de existencia... Muerte, asesinato. Qué era lo que me llevaba a matar a Eros, a Nelin, ¿acaso una guerra con Inwelz? Con el ejercito tan débil dudaba que pudiese ser eso. Un plan organizado y puntual para robar el trono sonaba estúpido; nadie en Anlezia quería tomar Inwelz, sino liberarse.
Tenía las mismas dudas que Zissel en su momento, pero Ilade tenía razón. No hacía sentido ahora y lo haría luego, pero temía que fuese muy tarde para cambiarlo cuando todas las piezas encajaran.
—De momento es lo que podemos hacer —dije yo, repasando todo lo sucedido hoy—. Un consulado y una vida anleziana más que podrá ver otro invierno, creo que no hay una doble intensión en eso.
—Sigo pensando en que dejarlos en tierras de ese bastardo fue una horrible idea. —Mi madre se cruzó de brazos—. A mí no se me olvida lo que te hicieron a ti ni muchos menos que no recibiste apoyo. Podrían intentar matarlos o convertirlos en nuestros enemigos.
Me froté los ojos, no había dormido mucho y ahora me enfrentaba en una batalla contra el sueño. El efecto del cubo hacía que mi día se tornara en el más largo de mi vida, estaba tan cansado que podría convertirme en huesos solo para descansar.
—¿Quieres que muera por el frío de Anlezia y la falta de vacunas? —pregunté, mirándola directamente a los ojos verdes que tenía. No se me olvidaba que me había ocultado ese aspecto vital ni que, si bien me enteré, tuve que ir al cubo para no enojarme más de la cuenta.
El rostro se le puso rojo justo antes de levantarse del asiento con molestia, la había ofendido.
—No sé quién te has creído para hablarme así, Priel. Antes que la anterior Ali Terina, soy tu madre. ¿Acaso la veeza ya ha confundido tu cabeza para enfrentarte a mí de esta forma? Nosotros solo nos tenemos entre sí, hemos sobrevivido juntos, en eso radica nuestra fuerza. Si intentas alejarte de tu propia familia lo pasarás muy mal, Priel.
Me mordí la lengua, Yzek también me veía como si hubiese cometido la mayor falta de mi vida.
—Como no quiero que vuelvas a dormir, no insistiré, pero esto que has hecho hoy no se me olvidará. Llevas solo tres días, Priel, tres; yo toda una vida. Sé cuándo te digo que estás cometiendo un error y te vas a arrepentir.
Agaché la cabeza. Sus ojos punzantes estaban sobre mí como si esperara algo; pero en Anlezia no nos disculpábamos con facilidad, éramos orgullosos y en este momento estaba molesto. No lo suficiente para usar el cubo, pero sí para no querer decir nada más. Aun así, era el Ali Terzar, era capaz de dar una respuesta.
—Lo que hago es por el bien de la gente en Anlezia; si no fuese la mejor opción, no lo habría considerado.
—Es como si todas las advertencias que te hemos dado fueran polvo para ti. No puedo creer que vayas a tropezar dos veces con la misma piedra, no has abierto los ojos ni siquiera un poco. Quizás necesites destrozarte los huesos para aprender.
Jugué con el hilo que tenía la piedra. Odiaba esa expresión, más cuando hacía todo el sentido del mundo y al mismo tiempo, sabía que no. Aske Anlesa, si me estaba equivocando nuevamente al confiar en Zissel, solo tal vez, acabaría con los huesos tan destrozados que ya no tendría más remedio.
—Olife se enterará y nos hará la vida imposible —me dijo ella, parada junto a la puerta justo antes de salir de la oficina—, solo espera y verás.
Cerré mis ojos, Olife... Era como combatir una fuerza aliada, un arma de doble filo que nos protegía como nos encerraba.
—¿Crees que he hecho mal? —le pregunté a Yzek, cansado de tener que pensar. No es que esperara una respuesta, solo quería burlarme de lo agotador que todo era.
Tomó el lugar de mi madre, su peso hizo crujir el asiento.
—Al menos tienes familia, podrías tratarla mejor —dijo con amargura y luego desvió la mirada al techo, cambiando el tono—. Pero no creo que hayas hecho mal al dejar a Ginviv y sus hijos fuera de Anlezia, Insid hubiese muerto en Elai Rakad.