Destino de oro en sangre

Memoria

Compromisos.

El matrimonio para Priel nunca había sido algo que pesara mucho, sus padres tenían buena relación y lo único que lo apenaba era no haberlos visto juntos.

Lamentablemente, aquel día había recibido la noticia de que una boda entre él y Nelin era inminente.

No podía creerlo. No les bastaba con hacerlo ir a la academia y haberlo alejado de su hogar, también querían comprometerlo con una niña pequeña. A sus ojos, él era casi un adulto que dentro de unos años iba a ser el Ali Terzar y así protegería no solo a su gente, sino que le tendría un refugio a Zissel para que así huyera de gente tan mala como la que había en Inwelz.

El Emperador era peor de lo que Olife y su madre le habían dicho.

Enfurruñado en su habitación, observaba los libros que debía leer para la semana, ¿de qué servía si de cualquier forma iban a reírse por el acento con el que hablaba?

—¿Priel? ¿Cómo te fue hablando con mi padre?

Se dio la vuelta, Zissel había entrado al cuarto vestida de morado y con dos coletas bajas. Su estómago hizo aquella cosa extraña otra vez.

—No quiero hablar de eso...

Pero era tan terca, se sentó junto a él en la cama y le tomó la mano, observándolo con ojos tristes.

—¿Te ha dicho algo feo?

Se quejó, desordenándose el cabello recién perfilado. En Anlezia casi todos se lo dejaban crecer, pero aquí tenerlo poco más abajo de las orejas parecía ser un delito.

No quería decirle a Zissel que lo iban a casar con su hermanita, más cuando prefería mil veces, no, millones de veces, estar casado con ella a Nelin. Ni siquiera le gustaba la idea de Zissel comprometiéndose con otro niño.

Tragó saliva, ¿no era así cómo se sentía el personaje de aquella obra de teatro que habían ido a ver con la señora Ilade?

Imposible, él no podía haberse enamorado de Zissel.

Bajó la mirada hasta donde estaban sus dedos entrelazados, solo eso bastó para encenderle el rostro, apartando la mano con tal brusquedad que sorprendió a su amiga.

—¿Priel?

—Me voy a casar con Nelin —dijo sobreponiendo palabras; ni siquiera de pie y con un par de metros lejos se le bajaba el calor de las mejillas—, me van a obligar a eso.

La expresión de Zissel se tornó sombría, dolida.

—Imposible... Nelin es muy pequeña, mi abuela dice que a esa edad nadie debería comprometerse.

—Pues, eso ha dicho tu padre —volvió a tirarse a la cama, cruzado de brazos.

Hubo un breve silencio que temió romper.

—No solo por ti, pero conseguiré que no te cases con mi hermana, ¿sí? —Buscó nuevamente su mano y enredó su meñique con el suyo, tratando de calmarlo—. Es una promesa.

Él asintió y antes de que pudiese responderle, Zissel lo abrazó, apretándolo con cariño y algo más, algo cercano a la pequeña esperanza que había en el miedo.

Priel lo hizo de vuelta, sintiendo la calidez y la vergüenza por igual.

—¿Tú te vas a casar? —le preguntó bajo, no quería que notara la duda en su voz.

—Ni siquiera quiero pensar en eso, tampoco creo que alguien quisiera estar conmigo. Sin poderes no hay mucho que yo pueda darle a mi futuro esposo, seguro me darán a algún duque.

Aquello lo enfureció, no podía soportar la idea de Zissel con otro niño, mucho menos con un adulto asqueroso que compraba todo con dinero. Apartándose, la tomó por los hombros.

—No dejaré que eso pase, te prometo que cuando sea Ali Terzar te daré un cuarto en el castillo o una casa en donde jamás vayan a encontrarte. Así te librarás de quien quiera tocarte y podremos seguir viéndonos sin problemas.

Con una risita, Zissel volvió a fundirlos en un abrazo.

En ese momento, Priel supo que no había marcha atrás. Era el chico de la obra y había caído enamorado mucho antes de que pudiese darse cuenta.




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