Destino de oro en sangre

Capítulo 23

Los créveras son mucho más resistentes que los caballos, dóciles y rápidos. Sus astas pueden ser decoradas y suelen cargar en el pecho el escudo de la familia a la que pertenecen. Aun así, los caballos siguen siendo usados en familias de bajos ingresos.

Me toqué las mejillas, por alguna razón el abrazo de ayer se había sentido diferente a los que habíamos compartido los primeros años. Podría deberse a que siempre había sido yo quien los iniciaba o a su intensa mirada antes de este, como si fuese a besarme.

Las palabras de Eros me hacían eco de fondo, no era posible que yo le gustara de esa forma a Priel. Quizás fue así en el pasado, pero no ahora. Si así fuese, ¿qué podría hacer? No me veía capaz de reciprocarle, no después de lo que le hice.

Me apoyé en el marco de la ventana, el vaho saliendo de mi boca. Lo que había dicho mi padre tampoco se me olvidaba, incluso con mi hermano ayudándome, tenía mis dudas de qué tanto podía conseguir para librarme de esa tarea. Al final, no era más que eso, siempre lo había sido.

Me toqué el abdomen, realmente quería que tuviésemos un hijo, pero yo no. Al menos no en este momento, era consciente de lo necesario que era cuando había que consolidar un matrimonio de este tipo y el linaje de un ducado.

Suspiré, era una princesa sin título, una dama que debía seguir las órdenes y reglas, iba a acabar embarazada de Priel o de cualquier otro con quién me casaran. No sabía por qué se me había olvidado tan fácilmente.

La puerta se abrió y escuché a Seamus intercambiar unas palabras con Priel antes de que se adentrara con ese caminar pesado y firme.

—Zissel.

Volteé y lo vi allí: beilak caoba y capa blanca, mueca incómoda. Le sonreí con suavidad, tratando de olvidar lo que rondaba mi cabeza; no creía que fuese adecuado preguntarle sobre sus sentimientos por mí, aunque era consciente de que podría resolver el problema más rápido.

—¿Pasa algo?

—Hay una sirvienta que quiere hablar contigo, Vance la retuvo en su cuarto, pero insiste en verte. No estoy seguro de qué quieres hacer, pero dice que es sobre Liya y, si es sobre reestablecerla como parte de la servidumbre, quiero que sepas que no es lo mejor.

Fruncí el ceño. Luego de lo sucedido, no había escuchado de ella otra vez.

—Llévame con Vance, Priel. Puede ser importante.

Mas, cuando estaba atravesando el cuarto, él me atrapó con uno de sus brazos, devolviéndome a mi punto de origen.

—Zissel, detente un momento. —Me colocó ambas manos en los hombros e inclinó su cuerpo hacia mí, sus ojos bermellón se entrecerraron con frustración—. Sé cómo eres, pero no es momento de hacer estas cosas.

—Priel... —me quejé, insistiéndole con la mirada para que me dejara ir. Podría ser algo que nos ayudara a establecernos como Ali Terina y Ali Terzar.

Aske Anlesa, eres tan terca —refunfuñó, tomándose el puente de la nariz.

—Tiempo atrás no me dejaste insistirle a Liya, quizás realmente necesitaba este trabajo. Por favor, Priel. Ahora que confiamos en el otro, deja que me encargue.

—No es que desconfíe en que vas a saber llevar la situación, es que no quiero que acabes con la misma sirvienta que ya demostró hostilidad hacia ti. ¿No crees que ya fueron suficientes con las que tuviste de niña?

Lo quedé mirando, mi sonrisa flaqueó; en cambio tuve ganas de abrazarlo. Incluso después de estos años alejados, de las cosas que habían pasado en medio, había parte de él que no cambiaba ni un poco.

—¿Me veo como esa niña pequeña, Priel? —Resopló—. Si estamos juntos en esto no habrá manera en la que una sirvienta pueda hacerme daño, ¿no? Si no resulta, será mejor que quedemos de bondadosos que de orgullosos.

Ladeé la cabeza y busqué sus dedos con los míos. Era más que una buena oportunidad para nosotros, parecía una prueba. Más para mí. Luego de aquel maltrato, sentía que era algo que tenía que hacer.

—Eres terrible... —Negó y luego me señaló la puerta con la cabeza—. Vamos, te voy a acompañar por si debo detenerte.

Me reí, cubriéndome la boca. Se veía muy tierno con las mejillas sonrosadas y a medio enfurruñar, no podía mentir.

—Está bien —lo tomé del gancho y salimos de la oficina en dirección a los cuartos de los trabajadores, Seamus siguiéndonos la pista.

Vance permanecía afuera, apoyado en la puerta de uno. Levantó la mirada en nuestra dirección, torciendo aún más la boca.

Ali Terina...

—Déjanos pasar, Vance. Hablaré con ella.

La misma chica que lloraba aquel día con Liya estaba sobre la cama, frotándose las manos con terror, me rogaba con la mirada incluso sin palabras.

—Me dijeron que querías verme —le dije, tomando asiento junto a ella. Era como repetir el día en el que Liya se fue.

Abrió la boca y de allí salió apenas un quejido antes de que comenzara a llorar de nuevo.

Ali Terina —se arrodilló frente a mí con la cabeza inclinada y pidió con la voz más lastimera que había escuchado—, ¡por favor salve a Liya!




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