Destino de oro en sangre

Capítulo 27

Los cultivos eran fundamentales en tierras tan frías como Anlezia, no todo se daba. Aske Anlesa compartió parte de los conocimientos que recibió por parte de la Diosa de las Siembras y Ganadería, estos siguen transmitiéndose de adultos a niños, manteniendo viva la palabra de su diosa.

Incluso si habían pasado horas, el día todavía no se acababa. La oscuridad del invierno y las nubes cargadas hacían de las luces una pequeña llama entre sombras que parecían querer tragarse los pasillos.

—Mi madre ya despertó, Yzek le ha dado otro calmante porque no deja de temblar —me dijo Priel, bajando conmigo hasta donde estaban los cuartos de los sirvientes.

Vercik Zeyet estaba encerrado, Olife lo había torturado hasta que le sacó la verdad sobre la muerte de su hermano, por lo que una vez el invierno cesara y si sobrevivía en la celda durante los siguientes tres meses, sería juzgado frente a todos.

Priel tenía razón, era como el tipo de lobo al que podías tirarles tus enemigos y los destrozaría, pero en el momento en el que voltearas, el lazo en su cuello no sería mejor que un collar de seda.

El humor en el castillo estaba extraño desde lo de Maivi, incluso si todo el mundo sabía que había despertado y estaba bien, el envenenamiento y el estado de Liya cuando regresó tenía a sus trabajadores entre susurros y miradas largas, cuidándose la espalda de lo que fuese. En todo caso, faltaba uno o más infiltrados y podía ser cualquiera.

—Lo mejor es que tenga su espacio. —Apreté un poco más el brazo de Priel, dándole ánimo, aunque no fuese capaz de levantar la mirada de mis pies.

—Yzek la estará vigilando por lo que dure, no quiero que haga ninguna tontería.

Llegamos frente a la habitación de Liya, donde arropaba a su hermano. Ya habían sido tratados por el doctor que había sido útil en esta ocasión, porque con Maivi poco o nada habría ayudado.

Ali Terina, Ali Terzar. —Ella hizo una reverencia, el solo movimiento denotaba lo mucho que le dolía el abdomen. Su hermanito se sentó enseguida, inclinando su cabeza de la misma manera.

—No es necesario —les dije tardíamente, pero mantuve una sonrisa—. He venido para hablar contigo antes de que duermas.

Liya no salió del cuarto sin antes hacerle una seña a Ceaya para que estuviese tranquilo. Se nos sumaron ojos curiosos de un par de trabajadores, así que nos dirigimos a uno de los salones cercanos.

Luego de sentarnos, continué:

—Siendo honesta —la miré a los ojos azules que tenía—, ahora que Maivi se ha ido el puesto es más necesario que nunca. Pero considerando lo que has pasado y tus heridas, no entrarás a trabajar hasta que estén sanadas. Duarante este tiempo puedes pensar si quieres tu antiguo puesto o ser mi Dama de Compañía, sin presión alguna.

El labio magullado apenas se elevó, mirándome con una mezcla de agradecimiento, dolor y esperanza.

—Después de todo lo que ha hecho, tiene mi confianza y lealtad, Ali Terina. Y sería un orgullo servir como su Dama de Compañía.

Priel se removió, no del todo convencido de que era buena idea. Pero no me detendría.

—Entonces espero verte cuando te recuperes. —Le sonreí y saqué una bolsita con imperiales. Las joyas aquí no eran la gran cosa, así que, a diferencia de Maivi, no sería un buen gesto. Considerando también su vestimenta, lo mejor sería unos beilaks y bealvaks para las temporadas y unas capas, así ambos hermanos estarían bien abrigados—. Es una suma para que puedas afirmarte durante tu tiempo de descanso, así no te ves obligada a trabajar.

Lo sostuvo entre sus manos con un ligero sonrojo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Muchas gracias, Ali Terina... Realmente, no tengo palabras para agradecerle por lo que ha hecho por mí y por Ceaya.

La abracé con cuidado, sin querer hacerle más daño.

—Eres muy fuerte, Liya —le dije bajo, recordando a Maivi y también a la versión más pequeña de mí.

Nada me aseguraba que estaba haciendo lo correcto con cada decisión que tomaba, pero al menos no me arrepentía de haberlas salvado.

Sin más luz que la de los faroles y con la tormenta de nieve en el exterior, el ambiente dentro del establo debería ser un poco más sombrío; pero con los lobos a mi alrededor, Menvis haciendo bromas cada tanto y Priel descansando sobre Fenej en una esquina, me olvidé un momento de todo lo que había pasado en el día.

También me ayudaba a ignorar que tendría que dormir en la misma cama que Priel, porque ya no podía fingir que no sabía de sus sentimientos.

Lo miré desde allí, acariciando a Ezku. Sus cejas estaban relajadas y sus ojos cerrados, el cabello liso le caía sobre ellos, enredándose con sus pestañas rubias. El pelo de su capa se arremolinaba sobre sus mejillas y se movía con la ligereza de su respiración.

Me transmitía tranquilidad.

Cuando era pequeño se apoyaba en la pared, descansando su cabeza hacia atrás como estaba haciendo. También le gustaba lanzar piedras al rio junto al que nos sentábamos, refunfuñar sobre el sol y los corbatines. Tal vez era eso, verlo era recordar al pequeño a quién hice sufrir tanto. Niño que se había convertido en el que era hoy, herido de tantas formas que las disculpas nunca serían suficientes.




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