Destino de oro en sangre

Memoria

Viaje.

El día que no dejó de llover fue prueba suficiente de que necesitaban ponerlo en otro lugar hasta que recobrara el control. En lo más alejado de sus tierras estaba Garrendal, así que decidieron que allí causaría menos líos. Como si fuese Aske Anlesa hablándoles, el Casev se encontraba en el castillo en ese momento.

Su madre le dejó un beso en la frente antes de que partiera con Ecwrin hasta las lejanías de Anlezia. Iba sedado, como un cuerpo inerte, recostado sobre el asiento del carruaje con una manta encima.

—¿Está bien que venga con nosotros? —le preguntó su hijo, dándole una mirada desconfiada—. Ya vimos lo que hizo aquí... ¿Qué pasa si destruye nuestra torre?

Le revolvió esos mechones negros azabache idénticos a los suyos mientras sonreía.

—Tranquilo, Yzek. Lo que nuestro futuro Ali Terzar necesita es un poco de disciplina, nada más. Y nosotros nos encargaremos de ello.

La idea no le gustó, un chico con demasiados poderes y sin control de sí mismo era igual a una bestia. Tampoco quería tener que seguir a alguien más pequeño que él como un perro faldero.

—Yzek —le reprendió su padre—. Es el futuro Ali Terzar, recuérdalo. De él depende nuestro futuro y es un orgullo para nosotros. Garrendal nunca ha sido un lugar muy apreciado por nadie, es una oportunidad para mejorar la posición de estas tierras. Recibir más ayuda y quizás así nuestros habitantes dejen de marcharse; sabes que si esto sigue así acabaremos siendo tú y yo y quizás kuvral Ikiz.

—Pero quizás sea una señal y nosotros deberíamos irnos también, papá —masculló, cruzado de brazos—. Nunca hay nada que hacer y si este niño es nuestro futuro, no veo que sea muy bueno.

—Yzek.

Fue suficiente para callarlo por completo y hundirlo entre sus hombros con vergüenza.

—Lo siento...

Pero la verdad era que solo lamentaba haberlo molestado, porque seguía pensando lo mismo de aquel niño.

—Tienes suerte que él no escuche nada, Yzek. Tú eres el futuro Casev de Garrendal, así que siempre debes ser consciente de lo que dices y de tu actitud. Más si en algún momento te llegas a enfrentar a alguien de Inwelz.

—Sí, lo sé...

Ecwrin resopló, concentrándose en la ventana. Para cuando el muchacho despertó ya habían detenido los lobos para comer.

Casi de inmediato, el cielo despejado comenzó a oscurecer.

—¿Dónde estoy? —dijo con voz temblorosa, apenas pudiendo sentarse—. ¿Quiénes son ustedes?

Con trece años, el futuro Ali Terzar no tenía ni los músculos ni la personalidad; iba a necesitar mucho trabajo para transformarse en alguien que fuese digno de respeto. Kuvral Olife se lo había dejado claro y tenía las órdenes bien definidas en papel.

No quería fallar sin haber llegado a Garrendal, así que tomó la espada por el mango y le dio un golpecito en el hombro con la otra.

Cai Priel, soy el Casev de Garrendal y este es mi hijo, Yzek. Nos han ordenado cuidarte y ayudarte con el problema de tus poderes. En este momento estamos en camino a nuestra torre.

El muchacho negó, mirando a su alrededor con horror.

—Mis poderes... —gimió.

—Lo sé —dijo, levantándose mientras buscaba aquellos hierbajos para darle en caso de que su plan no funcionara—. Mira —se acuclilló frente a él con un plato de comida fría en la mano—. Llevas un día sin comer, si logras manejar estas nubes por un par de minutos te llevarás esto a la boca y yo no tendré que dormirte, ¿te parece?

—Pero no sé cómo —le cayeron lágrimas, alzando la voz con desesperación—, no sé de dónde viene, ¡no puedo controlarlo!

Ya no fue solo oscuridad, un lejano trueno llenó el cielo de un rojo sangre.

Ecwrin tragó saliva, las hojas se aplastaron en su gran mano.

Cai Priel, detenlo. Sé que puedes. Hazlo. Algo te está persiguiendo desde Inwelz, déjalo allá donde pertenece.

—Pero...

—¡Déjalo ya! —bramó y un trueno resplandeció más cerca, sorprendiendo a todos.

El más pequeño se refugió entre sus piernas, murmurando algo entre dientes mientras se tomaba la cabeza. El viento azotó sus cuerpos y no le quedó de otra que forzarlo a tomar aquella hierba. Entre sollozos, Priel tragó a secas, sus ojos comenzaron a apagarse y la intensidad de todo el clima bajó hasta cero, incluso las nubes que aparecieron de la nada se disiparon.

—Va a ser más difícil de lo que creí —dijo, recostando de nuevo al niño en el asiento.

—Papá..., realmente no me gusta esto. Si ese rayo alcanzaba a alguno de los dos podría habernos matado.

—Yzek —se frotó la cara—, es solo un poco de trabajo antes de que lo solucione. Quédate tranquilo, yo me encargaré de que recobre el poder sobre ellos.

Pero incluso si lo decía con convicción, su hijo no le creía y, años después, confirmaría que estaba mucho más en lo cierto que su padre.




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