Destino de oro en sangre

Capítulo 35

En Mareva se cuenta que una ovejera y el futuro conde se encontraron bajo las estrellas y se enamoraron profundamente. Él decidió casarse y darle el puesto de condesa; y, aunque fue juzgada por su baja nobleza, fueron felices durante años. Sin embargo, las constantes pesadillas de la mujer despertaron malas lenguas y fue acusada de ser una bruja. Entraron a la fuerza y la asesinaron junto a dos de sus tres hijas, la última jamás fue encontrada.

—Por favor, discúlpanos con la Emperatriz y con Nelin..., me hubiese gustado hablar con ella, pero no creo que sea grato verme así.

—No te preocupes —volvió a revolver mi flequillo—. Estoy seguro de que entenderá. De momento, es mejor así, mientras menos rumores escuche mi padre, menos pensará en el tema. —Se giró hacia los demás—. Es un gusto haberlos conocido, espero que sigan cuidando a mi hermana.

Todos hicieron una reverencia menos yo. Nos dimos un último abrazo y la luz encandiladora nos hizo volver a Anglesia.

Hubo un segundo de silencio luego de que nuestros ojos se acostumbraran a la luz natural, el frío llegando como una ola a nuestros cuerpos y la ropa liviana.

—Les agradezco por haberme acompañado, pueden ir a cambiarse. Los llamaré si necesitamos algo.

Sin muchas objeciones, volvía a quedarme a solas con Priel.

Suspiré, incluso dentro de las cuatro paredes se había formado un ligero vaho.

—¿Cómo estás? —le pregunté a Priel quien no estaba enojado, pero sí incómodo—. ¿Priel?

—Lamento no haberte preguntado sobre qué pasó primero, discutí contigo y era lo último que necesitabas. —Gruñó, molesto consigo mismo—. Soy un idiota, perdón por todo lo que te dije. ¿Quién piensa racionalmente cuando pudiste haber muerto?

Sonreí débilmente, la punzada en el cuello volvió, pero ahora me sentía un poco más segura que antes. No del todo, pero era una mejoría.

—Ninguno de los dos pensó con claridad, pero te agradezco... Solo... —susurré, sintiendo mis mejillas acalorarse— espero que no te arrepientas de lo último.

Se engrifó como gato cuando se lo recordé. Se veía tan tierno así, cómico inclusive.

—Tengo miedo de que no pueda estar para siempre, pero... —sonreí—, incluso si ahora estoy dudando de qué tan ilógico es para nuestra situación, creo que puedo enamorarme de ti, Priel.

Abrió los ojos y pareció que sus piernas flaquearon, dando un paso atrás como si lo hubiese golpeado.

—No... no puedes solo decir eso —dijo casi en un balbuceo antes de girarse, sacándose los holanes del cuello con nerviosismo.

Resistí la sonrisa. Realmente podía enamorarme de él: de sus pequeños desplantes infantiles, de su tacto fuerte incluso cuando intentaba ser gentil, de la forma en la que hablaba, de cómo todo su rostro se ponía rojo, incluso de cuando dormitaba y los mechones rubios le caían sobre sus ojos.

No era solo la idea convivir, lo que se nos daba de forma natural, sino que... mis Santos, la verdad la idea de que me besara en un futuro no me molestaba en lo absoluto. Tampoco la de crecer, envejecer y morir juntos.

Suspiré, quizás no íbamos a tener tanto tiempo.

Di un par de pasos y volví a quedar frente a él, viendo cómo luchaba con el cuello de la camisa.

Había temido tanto de esa mirada, comparándola con la sangre, ahora el rojo tenía tantos rangos de emociones que me enternecían de solo recordarlo.

Le sonreí y lo ayudé con la ropa de Inwelz como siempre.

—No tienes que hacer esto...

—Me gusta hacerlo —susurré, sin atreverme a mirarlo a la cara.

Resopló.

—Te gusta atormentarme —me dijo sin un tono que demostrara si era pregunta o afirmación, pero tampoco de mala manera.

Me reí corto para luego negar.

—No, pero me enternece cada vez que te pones así. —Desaté todo lo que debía y me alejé un paso—. Ya está.

Nos miramos a los ojos, con aquel peinado y el cuello desabotonado, realmente se veía bonito, aunque lo notaba incómodo con lo apretado del frac.

—Iré a cambiarme —dije y me dirigí a mi lado del cuarto, buscando un bealvak grueso y una pesada capa de pelo.

Hubo un silencio antes de escuchar sus zapatos y luego su voz.

—¿Realmente puedes enamorarte de mí? —Me giré, parecía un perro regañado—. Porque no quiero que te fuerces a nada, Zissel; estos son mis sentimientos, no los tuyos.

—Estoy segura. A este punto… —bajé la voz—, creo que no es coincidencia que cada pesadilla involucre a los grandes amores de mi línea familiar. —Frunció el ceño—. Le he dado vuelta a la maldición de nuevo y hay cosas que nunca me han cerrado y ahora contigo he cambiado mi forma de ver todo, creo que es fácil decir que la conexión entre el protagonista de la tragedia y quien lo sueña es romántica.

Guardó silencio y yo me coloqué la capa peluda sobre los hombros, sentándome en la cama para que hiciera igual y, casi que a regañadientes, lo hizo.

Lo miré a los ojos, yo no era la única que dudaba con todo esto.




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