Destino encantado

Celebracion

Mi madre siempre decía "no hay nada perfecto" y cuanta razón tenía, aunque me cuente admitirlo.La directora me asigno una habitación en una de las casas comunales, de las cuales acabo de enterarme de su existencia, hasta el momento no me había planteado donde iba a dormir, Si la directora no lo hubiera mencionado, yo tampoco me habría tomado el tiempo de preguntarlo y probablemente estaría durmiendo en el establo con los caballos, lo que no me parecería tan malo.

Las habitaciones no se comparten, lo que me pareció fascinante y a la vez inquietante, no soy muy buena compartiendo tiempo con otras personas, creo que podrían sentirse incomodas con mi intento de platica. Pero me hace preguntarme cómo es posible que los miles de estudiantes de este lugar tengan cada uno su propia habitación ¿será esto un trato especial? no me explicaría porque.

Mi sorpresa fue aún mayor al ver el tamaño de la habitación, bastante espaciosa, con una gran ventana, mi duda se hizo aún mayor sobre las dimensiones del instituto ¿Cómo era físicamente posible? Tal vez a algunos estudiantes si los obligan a dormir en el establo, sentí la urgencia de rectificar esa sospecha.

Prácticamente no traje nada, así que no tuve que desempacar mucho, al finalizar la organización de mi ropa, me tire en la cama la cual era más rígida de lo que parecía, lo que me hizo sentir una punzada en la espalda por el impacto. palpe mi bolsillo en busca de mi celular y mi sorpresa fue tan terrible como si de mi propia alma perdida se tratara, no estaba ni ahí, ni en la maleta, ni en el escritorio ni debajo de la alfombra, aunque realmente no sé porque busque ahí. Entonces lo recordé, al ver el cartel significativamente grande en la puerta con el icono que decía "prohibido el uso de celulares" y me sentí realmente muy tonta, como cuando busque mi celular con la linterna de mi celular la semana pasada. La directora se lo llevo y no volvería a verlo en mucho tiempo.

Me recosté nuevamente en la cama, pensando en la posibilidad de asistir a las clases desde hoy, aunque no era obligatorio según la directora. Tampoco me fascinaba la idea de ser el centro de atención al irrumpir en el aula siendo una cara nunca antes vista, la idea fue descartada al instante, no gracias. Mire al techo de la habitación, tan limpio y vacío como el resto de las paredes. En ese momento realmente eché de menos mi cuarto, las estrellas que había puesto en el techo para simular en cielo, el escritorio repleto de lápices de colores y libretas apiladas, mis botes de pintura y mi mesa de dibujo, los libros que había abandonado con tanto pesar al salir de casa. Todo lo que significaba algo para mí ya no estaba aquí, entonces sentí que yo tampoco significaba mucho sin ellas, una sensación de vacío me invade por un momento.

La semana siempre me pareció la medida de tiempo más acertada en la vida humana, no sólo de manera literal, también de manera metafórica. El lunes y martes eran el pasado, un pasado en el que discutí terriblemente con mis padres y me asegure de que mi propia familia me odiara para siempre. El futuro es el jueves y viernes, un misterio que presagia cosas buenas y aún desconocidas en este lugar, yo no estaba en ninguno de los dos, estoy en el presente, un miércoles, donde no sé quién soy ni a donde voy. El presente es tan incierto como el futuro y tan inquietante como el pasado. El miércoles parecía eterno y realmente no quería pensar en los días anteriores de la semana.

Logre digerir las terribles horas en silencio y vacío absoluto hasta la hora de la cena, después de mis mil intentos de tomar una siesta. Salí de la casa comunal la cual está bastante cerca del edificio principal, entre al gran comedor, el cual era un salón que se extendía hasta el horizonte al igual que una mesa de similares proporciones, tan blanca y brillante como una perla, al igual que los asientos dispuestos a lo largo de esta. El salón era cálido. Con grandes candelabros en los muros y un gran ventanal al final. La bajilla dispuesta era completamente cristalina, como si de cosas invisibles se tratara, me acerque un poco con la intención de comprobar si en efecto eran reales, hasta que fui interrumpida por una voz familiar.

—Señorita Millicents ¿no había estado usted antes en el salón blanco?—reclamo la directora con tono condescendiente.

—No había tenido el gusto, es un lugar asombroso, de seguro comer aquí se debe sentir celestial—argumente con nerviosismo.

—Aquí no solo se come señorita Millicents, el salón blanco es usado para diversas actividades culinarias... y de otra índole. Parece que el joven Carson no le dio un recorrido apropiado tampoco— músico con molestia.

—Ya...Bueno, magnifico para cualquier actividad debo admitir.

Sonreí con incomodidad, pero no recibí ningún gesto de vuelta.

—Me pregunto cómo todo esto cabe aquí, digo... Las habitaciones son inmensas y este salón también, imagino que deben tener mucho espacio, ¡qué instalaciones tan completas !me alegra mucho ¡ Parece físicamente imposible, pero usted...

La mujer me miró como si acabara de abofetearla con un calcetín húmedo, una expresión entre enfadada y aterrada, me pregunté si mi manera de expresar inspiraba esas emociones en las personas de aquí.

—Es usted muy curiosa Barbarita ¿no es así ?—una expresión sombría apareció en su semblante.

—Supongo... me lo han dicho alguna vez, creo.—trate de llevar el hilo de la conversación, fallando épicamente.

—Aquí cultivamos todas las cualidades de la mente de nuestros jóvenes, pero espero muy sinceramente que su curiosidad no sea un problema para nosotros a largo plazo, en especial siendo usted...—se detuvo antes de pronunciar la última palabra.

La mujer se sentó en el asiento del extremo dejando la cola de su largo vestido carmín expandirse en el suelo. Los demás asientos permanecen vacíos gracias a la puntualidad de la directora y la mía no voluntaria en cuestión, pasaron unos largos minutos hasta que empezaron a llegar estudiantes. Permanecí en un rincón tratando de soportar los escalofríos que tenía después de la corta conversación.




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