Ken no está en el comedor. Cuando termino de cenar, voy a buscarlo a su cuarto. Toco la puerta y no hay respuesta por un momento. Toco por segunda vez, con preocupación. Ken abre la puerta lo suficiente para alcanzar a ver su rostro; se ve bastante mal.
—No creo que podamos estudiar juntos hoy, me siento un poco mal —dice, pasándose la mano por el cabello.
—No hay problema, pero, ¿estarás bien solo? —pregunto con preocupación.
—Sí, la enfermera me dio medicamentos para esto. Solo no dormir fue demasiado para mí —explica.
Asiento y me retiro, recordándole que puede buscarme si necesita algo.
Me esfuerzo en estudiar lo suficiente para los exámenes, pero el sueño me vence antes de la medianoche. Afortunadamente, esta noche no suenan las campanas que me ponen de los nervios.
Los exámenes me resultan algo complicados esta vez, un tema pesado que no entiendo muy bien y que no practiqué lo suficiente la noche anterior. Pero de nuevo, las respuestas correctas vienen a mí de alguna manera, como si ya estuvieran en mi memoria. Me asusta un poco.
Me encuentro con Ken en la cafetería. Se ve mejor que el día anterior, lo cual me alegra. Nos citan nuevamente en el salón blanco unas horas más tarde. La directora luce una sonrisa de oreja a oreja y nos pide pasar al frente. Hoy los hombres de toga no están; siento que es parte de la razón de su alegria.
—Queridos estudiantes, me siento muy complacida al ver los resultados de los exámenes del día de hoy. Nuestros siete candidatos han demostrado ser los merecedores de la recomendación especial. Sin embargo, la Trinidad de Altísima Dirección ha decidido que debemos ir más allá de las materias teóricas. Por esta razón, se evaluarán dos categorías distintas a los exámenes.
Miro a Ryan cuando la directora dice la última parte. Ryan sabe algo de lo que apenas nos enteramos hoy; es extraño.
—Arte y deporte serán evaluados entre los concursantes. La Trinidad de Altísima Dirección estableció que la competencia debe ser limpia y justa. Por este motivo, seleccionaremos un deporte para la competencia masculina y otro para la femenina. En cuanto al arte, es muy variado y complejo; por esta razón, no tendrá limitaciones. Tanto la música, la pintura como el dibujo podrán entrar en la competencia —menciona.
Ryan me ayudó con el piano porque sabía que esto pasaría. ¿Cómo conocía él esta información? ¿Tendría alguna comunicación con la Trinidad de Altísima Dirección? Mi cabeza no para de darle vueltas al tema.
—Tanto chicas como chicos tendrán la posibilidad de elegir el deporte en el que desean competir. Escucharé sus recomendaciones y elegiremos la opción más justa —exclama.
—Yo propongo equitación —dice Raquelle.
Me parece una buena idea y nadie se niega.
—¿Alguien tiene alguna objeción? —pregunta la directora.
Nadie discrepa.
—¿Alguien tiene alguna propuesta para el deporte masculino? —pregunta.
—¡Rugby! —exclama el chico de identidad dudosa junto a Ken.
—Yo propongo baloncesto —dice Ryan levantando la mano.
Lo que resulta contradictorio, siendo Ryan el capitán del equipo de rugby. No debería sentirse feliz al no ser elegido como deporte; tendría la victoria asegurada. Me siento algo culpable al aceptar equitación. Yo no soy la capitana, pero tendría algo de ventaja al practicarlo regularmente desde antes.
—Joven Carson, la decisión está en sus manos —dice la directora.
Ken parece dudarlo por un momento.
—Baloncesto —responde.
La multitud aplaude y corea el nombre de Ryan, quien tiene demasiados fanáticos. Nos estrechamos las manos y la directora da como último anuncio la recomendación de que practiquemos este fin de semana, ya que la competencia caerá de sorpresa para ser más justa. A mí me parece contradictoria esa afirmación.
Ryan me cita en la sala de música a las 7.
Busco a Ken al salir del salón principal. Este se ve bastante bien, murmurando para sí mismo algo que no entiendo.
—¿Qué tanto debaten las voces de tu cabeza? —pregunto.
—Ah, nada.
—Mmmmmm...
—Bueno, es que Ryan propuso hacer una práctica los tres de baloncesto en la tarde y me emociona volver a jugar.
Por esto ha pospuesto mi clase de piano.
—Me alegra mucho. ¿Por qué no habías vuelto a jugar antes? —digo a la ligera.
—No estoy seguro —responde Ken con seriedad.
Otra vez esta bocota mía.
—¡Tú puedes! Seguro lo harás genial, pero no te excedas, ¿de acuerdo? —menciono, dándole una palmadita en el hombro.
Ken asiente y se ve radiante.
Pienso en practicar con Tawny para que se adapte más a mí para la competencia, pero mis ojos aún reclaman el sueño que les arrebaté en la madrugada del jueves. No había pensado en el día que es hoy, día de fiesta con Ryan. Me pregunto si será así esta vez. El viernes pasado no hizo ninguna por estar con Summer, aunque se supone que ahora no eran pareja. Me pregunto cómo Ken sabía eso; tal vez estoy muy mal informada de todo.
Me siento como una procrastinadora al caminar de un lado a otro por la escuela sin querer hacer lo que debo. Paso por la cafetería y no puedo evitar comprar más comida de la que necesito, pero me lo merezco después de tanto estrés. Ese pensamiento borra mi remordimiento. Me pregunto si pensar de esta manera está bien de nuevo.
Llego a mi cuarto y la cama me reclama de inmediato. No puedo ignorar sus súplicas y me tumbo. Lo que se sienten como 10 minutos resultan ser 3 horas. El reloj marca las 7:12; esta vez no llegaré tan tarde. Me alisto a toda prisa, bajo las escaleras y casi caigo de cara. Siento que una parte de mí aún está dormida. Llego a la sala de música esperando no encontrarme de nuevo con la mirada rígida de Ryan, y en efecto, es así.
Porque él no está ahí. Rectifico la hora, son las 7:18. No he llegado tan tarde como el día anterior; no puede haberse ido. Espero por un rato, repaso algunas notas en el piano, me siento un poco más libre en el piano sin la presencia rígida de Ryan junto a mí. Tengo el impulso de distraerme viendo mi celular, pero no tengo uno; a veces lo olvido.