Destino encantado

Hora 0 Parte 1

KEN

Mi voz insiste en replicar la melodía que acabo de escuchar camino a la casa comunal, de manera inconsciente, causando que la mirada de medio lado de Barbie siempre esté dirigida a mí.

Me hace sentir avergonzado, pero de la buena manera, si es que eso existe, me hace sentir en una especie de complicidad silenciosa.

Barbie se sienta junto a mí en la alfombra; según ella, mientras esté aquí, pasará el mayor tiempo conmigo posible, aunque eso signifique estar solo unas pocas horas más, porque pronto partirá a lo que promete ser la felicidad. Desde que salimos de la casa de Raquelle, mantiene una sonrisa tonta en el rostro, como si siguiera en su papel.

Noto en sus acciones un deseo de cuidarme, de asegurarme de que esté bien, y lo aprecio genuinamente, porque también me preocupo por ella.

―Dame tu número de teléfono. ¡Cuando salgas de vacaciones, tendrás un mensaje mío en tu celular! ―menciona pasándome una de sus libretas.

Lo pienso. Cuando llegué aquí no tenía la edad suficiente para tener uno. Después de eso tampoco recuerdo haberme interesado, y en cuanto al tema de las vacaciones, no recuerdo cuándo fue la última vez que tuve unas; después de tantos campamentos de verano y cursos extracurriculares, me resigné a solo conocer el mundo por medio de las cartas de mi padre.

―No lo recuerdo ―soy totalmente honesto.

―Bueno, ¿Instagram?

―Tampoco.

―¿Y qué haces en tus vacaciones, entonces? ¿Juegas Monopoly? ―bromea.

―Silba y sabré que eres tú. ―Molesto, sabiendo que eso no funcionará, porque tal vez nunca volvamos a vernos, pero no es momento para afligirse por eso.

Barbie sonríe.

―Si esta es mi última noche aquí, ¿no te gustaría que llamara a Teresa... o a Midge, como una despedida sin la parte de bailarines exóticos? ―bromea.

―¿Por qué es mi decisión?

―Este es tu cuarto.

Buen punto.

―La otra noche intenté contarle algo a Teresa, pero no resultó como quería.

―Mmm, ¿tendrá algo que ver con esa cara de bobo que tienes desde que salimos de la casa de Raquelle?

Y tal vez por eso sabía que extrañaría a Barbie, porque ella entendía mucho más de lo que yo podía, más de lo que quería.

―Soy todo oídos ―sugiere mientras apoya la cara entre sus manos.

―No fue nada, solo fue divertido fingir que somos una pareja melosa y trágica... aunque ¡me estés engañando!

Barbie me fulmina con la mirada.

―Y... también mientras tú intentabas seducir con tus encantos a Raquelle, yo intentaba adivinar dónde ella escondería un objeto prohibido, que por cierto muy bien escondido ―pego la mirada al techo, tratando de evitar que mis labios se curven―. Tal vez pude escuchar por mera casualidad la melodía del piano del salón...

Sueño de amor, incluso si es un idiota, puedo deleitarme con lo bien que toca.

Barbie suelta una risita perversa. Como si entendiera algo que yo no.

―Espera, ¿no te habrá visto? ―exclama.

―No lo creo ―elijo pensar―. Y si lo hubiera hecho, algo me hace creer que no me delataría.

―Parece que lo conoces perfectamente, y no lo digo yo, lo dijo la señora Roxell ―dice con una sonrisa socarrona.

Me entran las ganas de tirarle un cojín.

―Mi padre decía que acabaría traicionándome; eso es lo que los rivales hacen. Mucha tensión hace que todo explote.

―¿Y le creíste?

―Tenía 14 años y anhelaba la aprobación de mi padre, claro que le creí.

¿Por qué me mentiría?

―¿Se cumplió al final?

―Creo, él no me traicionó, tal vez yo sí, quizás era a lo que mi padre se refería.

―Los padres no siempre tienen la razón.

Nunca sabré si tenía razón; él tampoco.

Tal vez solo yo he pensado que somos rivales, al final es como si siempre estuviera huyendo de él.

―Mañana será un gran día, hay que descansar ―tararea.

Me tiro al piso para dejar espacio en la cama para Barbie, pero esta se abalanza junto a mí, aplastando mi costado.

―¿Cómo crees que te voy a dejar dormir aquí solo? ¿Lo mejor para ti? Claro que no.

Se acomoda junto a mí en el piso frío que, para el calor de la noche, es casi perfecto. El tacto de Barbie no me es familiar y no puedo asegurar que lo tomo desapercibido, pero puedo aceptarlo por hoy.

Barbie parece estar teniendo una batalla en medio de sus sueños, porque no para de girarse y tirar patadas a las que trato de huir metiéndome debajo de la cama.

★★★

La cama permaneció vacía hasta la mañana, mientras Barbie y yo yacíamos como sapos estirados en el suelo, y nunca había dormido mejor, a pesar de los conflictos internos. Soy el primero en levantarme, por lo que procuro alistarme rápidamente y bajar por algo de desayunar. No me encontré a ningún estudiante en mi recorrido de ida y vuelta. Al regresar, Barbie se encuentra mirando por la ventana con el cabello desordenado.

Cuando me acerco más, noto la organización que se está dando en el auditorio principal, donde se encuentra una decoración muy elaborada, el tipo que pondría en una graduación o un funeral.

En momentos como estos olvido que me quedo aquí, que quien se va es Barbie y no yo, que yo debo permanecer, seguir siendo aquí por mucho tiempo; voy a tener que seguir afrontando mis pensamientos y la realidad, solo que esta vez sin un acompañante.

―Lo haremos muy bien hoy ―me motiva batiéndome por los hombros.

Y no sé a cuál de los dos planes se refiere.

El resto de la mañana parece pasar volando, como un fin de semana en el que planeabas mil cosas y al final no haces nada. La directora hace llegar a nuestros cuartos los trajes para la competencia; todo parece calculado milimétricamente, incluso nos adjunta un par de calcetines. Mientras Barbie va a arreglarse a su cuarto, me observo con el traje puesto, un traje ajustado, hecho casi que a la medida, pesado, como un molde de mí mismo. Apenas logro reconocer al hombre que veo al espejo; me pregunto si ganará esta noche o será enviado a la sala de castigo por lo que queda del año.



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En el texto hay: romance, boyslove, girlslove

Editado: 18.11.2024

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