RAQUELLE.
Lo sé en cuanto veo entrar a Ken con los zapatos manchados de barro.
Su traje no está pulcro; está muy lejos de eso. Tal vez es su intento por disimularlo un poco lo que llama mi atención. O no, tal vez desde el momento en que Barbie se despidió indirectamente de mí, con un beso, como si fuera el último, ya tenía toda mi atención.
Después de un acto que podría considerarse lamentable, del cual no me siento nada orgullosa, porque la presión ejercida sobre las teclas no fue dulce ni nostálgica, todo lo contrario: fue brusca y frenética. Salgo del escenario, donde Ryan permanece con la vista fija en la pintura ya retirada del caballete, en la que se encuentra un rostro muy similar al suyo, pero menos tormentoso, como si estuviera durmiendo en un sueño. De alguna manera, aquella pintura logra reflejarse en el rostro de quien la mira.
Mientras recorro el auditorio, busco entre las filas, pero no encuentro ningún rostro similar al suyo. Mientras reviso los baños, puedo escuchar a la distancia la canción del piano de mi hermano, pero ni siquiera me detengo para escucharla. Su voz se pierde mientras tropiezo entre los estrechos vestidores.
Nada
Nada
Nada.
Dónde se supone que debería estar?¿Acaso sera hoy?
La directora empieza sus agradecimientos antes de la votacion y necesito aprovechar este momento.
Llego a casa a toda prisa. Siento las gotas de sudor frío que bajan por mi espalda. La cremallera se atasca mientras intento arrancarme el vestido, y no me queda más remedio que romper la costura. Tampoco tengo la paciencia para resolverlo de mejor manera.
No puedo evitar sentirme ansiosa ante la posibilidad de que logre su objetivo y las catastróficas consecuencias que puedan desencadenarse.
Me quito todos los pesados accesorios, menos uno: el anillo de mi madre. O eso me gusta creer. En momentos especiales o de ansiedad excesiva, como este, me aferro a la idea de que me da buena suerte.
Al volver al auditorio, me veo atacada por aplausos ensordecedores. Me abro paso entre la multitud, con la esperanza de ver el rostro de la ganadora, pero no es ni de lejos lo que esperaba. Una mujer de mediana estatura, de cabello castaño y piel morena, sostiene la medalla como si le perteneciera, como si este mundo fuera suyo.
Empiezo a temblar sin poder controlarlo, siento la mandibula tensionada mientras jugueteo con el diamante en mi dedo. No puedo evitar pensar en todo lo que ha hecho Teresa hasta este momento para llegar aquí.
La directora tampoco se ve contenta con el resultado y no puede disimularlo, su ojo a empezado a temblar como cada vez que se encuentra . Incluso la multitud está decepcionada ante la derrota de Ryan.
Las personas empiezan a salir del auditorio y la fiesta de celebración se cancela automáticamente. Nadie había preparado nada porque todos conocíamos el resultado. Ninguno de la casa Lee se llevaría una medalla esta noche. Pero este no era el resultado que esperaba.
Me acerco a la directora, quien mantiene una expresión rígida. Teresa y Ken celebran junto a algunos estudiantes que los felicitan, mientras noto la mirada de Ryan clavada en ellos.
La directora se acerca a mi y pone su mano frenetica en mi hombro.
—Dame buenas noticias —pide.
—Me temo que no puedo. Barbie no está por ningún lado.
—Debe estar en alguna parte. Es imposible que pueda salir... no hay manera —dice, dudando.
Cuando conoces el final, comienzas a prepararte para ello. Tengo una misión aquí. No tengo permitido actuar de ninguna otra manera que no se relacione con mi fin. Pero a veces me gusta pensar que puedo ser más que eso. Demasiado ilusa.
Aunque si hubiera un debate entre lo que debería ser y lo que quiero ser, ambos estarían de acuerdo en este momento: no podemos dejar que Barbie se vaya. Incluso si para detenerla tengo que ir en contra de lo que ella quiere.
Ken no lleva su saco, ni su corbata,solo luce una sonrisa de idiota.
—Ve— incita la directora apretando mas mi hombro.
Siento las manos tensionadas mientras camino hacia ellos, mientras los guardaespaldas avanzan con rapides a la salida, se apuran a cerrar el castillo. La directora parece saber que ella no puede huir, por eso le preocupa aún más que esté en otro lugar descubriendo cosas que no debe.
Me acerco a Ken, quien continúa hablando con Teresa en un rincón del auditorio, pero no sin antes encargarle una tarea lejos de nosotros a Ryan.Aún debo conservar el poco amor que me queda.
―Felicidades, un logro muy merecido—recorro los surcos dorados de la medalla en su cuello— pero... ¿no debería estar Barbie celebrando aquí contigo?
―Mmm, tal vez, pero se encuentra muy cansada, creo que se quedará en su habitación por un par de días, se ha esforzado mucho ultimamente.
Este hombre cree que puede engañarme.
―Me gustaría hablar con ella, seguramente se sentirá mal por la noticia, se que queria algo distinto.
―No tienes que preocuparte por mi novia, yo la consolaré ―menciona arrogantemente.
Incluso tiene el descaro de reírse de mí.
Si antes estaba molesta, ahora estoy hirviendo de rabia. Antes de que mi cerebro pueda procesar la orden, mis manos ya están apretando el cuello del traje de Ken. La medalla tintinea contra sus botones, el sonido martillando mi cabeza.
―Calmémonos todos― pide Teresa, poniendo su mano sobre la mía. ―Por favor, ya podrás hablar con Barbie cuando esté menos cansada.
Maldita
Preferiria que estuviera riendo, en lugar de fingir que no entiende lo que sucede. Su presencia aquí y el tintineo de su medalla robada me martillan la cabeza, y si hay una culpable de que Barbie quiera irse, esa debe ser ella.
Ken intenta apartar mi mano, pero en su lugar lo empujo contra la pared con fuerza, causando que todas las personas alrededor se giren al escuchar el sonido de su espalda chocando.
―¡Raquelle, es suficiente!― pide Teresa tratando de apartarme de el.