KEN
He hecho muchas cosas con voluntad, muchas otras sin ella, pero me avergüenza admitir, que muy pocas con amor. Con anhelo e ilusión, con ese cosquilleo que te invade el cuerpo al pensar en lo mucho que aprecias lo que haces. Pero todo lo que hago con ese sentimiento en la garganta empieza bien y termina desastrosamente. Todo ese desastre tiene un solo nombre: el mismo que está escrito en el sobre que sostengo en mis manos.
Había olvidado su color. Se ha perdido con el tiempo. Ya no es liso, a pesar de que me empeñé tanto en que no tuviera ni la más mínima arruga al entregarlo. El blanco brillante desapareció, dejando solo una flor marchita de color canela. Ahora ya no importa. El sello está roto, lo ha leído, y su propósito se ha perdido.
Barbie me observa desde la otra esquina del cuarto. Aún hurga cuidadosamente entre las cosas de Raquelle, pero realmente no lee nada a detalle. Admiro su intento por mantener la privacidad. Tal vez quiere sentirse menos culpable. Quizás soy muy malo, pero no creo que deba sentir remordimiento después de lo que Raquelle hizo.
—Esto ya no importa —digo, mientras me acerco al hueco en la pared para devolverlo a su lugar.
—Pero es tuyo —cuestiona.
Desde que lo entregué, dejó de ser mío. Todo lo que contiene también se ha ido con el tiempo.
—No lo quiero. Además, en serio ya no importa. Fue hace años —repito.
Barbie me mira con impotencia, como si estuviera diciendo algo incorrecto.
—¿Entonces no te importa si me lo quedo? —anuncia.
No. Claro que me importaría. Me importa que lo tenga cualquiera que no se nombre en esa carta. Mi cara debe decirlo todo.
—Entonces aún importa —menciona, mientras intenta meterlo en el bolsillo de mi saco.
Forcejeo para alejar ese maldito sobre de mi contacto. No tengo intención de llevar conmigo ese recuerdo, pero Barbie insiste en que lo conserve. Conservarlo sería cargar con las piezas rotas de algo que no funcionó, y ya lo recuerdo suficiente como para necesitar algo más que me impida olvidarlo del todo.
—¡No lo quiero! —exclamo más fuerte de lo que quería, mientras empujo su mano.
Mierda.
—Discúlpame, Bar...
—¡No! Sé que no soy nadie para entrometerme en tu vida y que no soy tu amiga desde hace tantos años como para pensar que te conozco, pero ya no soporto verte así, Ken. Eres una persona realmente increíble, tal vez demasiado para ser mi amigo, entonces ¿por qué tienes que actuar siempre como si fueras el objeto con menos valor de la tienda? ¿Realmente piensas que no mereces nada? Ni siquiera aceptas el amor de aquellos que se preocupan por ti. Té ocultas bajo tanto dolor y resentimiento que me enfada mucho. —Exclama con voz molesta—. Estoy segura de que el verdadero Kenneth es mi amigo. ¿Entonces por qué te castigas con tanta amargura? No sé lo que pasó, pero no mereces vivir así. Nadie lo merece.
Oh.
¿Es cierto? ¿He vivido todo este tiempo de esa manera? Me he castigado por mis propios sentimientos porque son impuros y confusos. Los enterré en lo profundo de mi ser, o eso creí. Son más visibles de lo que pensaba. Todos han visto mis cicatrices antes que mi rostro. Todos sabían que estaba herido. Pero lo ignoré, lo subestimé. Construí un muro de cristal a mi alrededor y creí que verlo todo desde dentro era libertad, mientras estaba cautivo en mi propia jaula. Creí que mi pasado era capaz de definir la cantidad de amor que puedo merecer.
He huido de todo lo que me aterra, incluso de quienes me han dado su tiempo y amor. ¿Cómo se han sentido? Les he agradecido con mi indiferencia, cuando únicamente no quería acostumbrarme a algo que podría perder.
—Creo que podrías ser el mejor en lo que sea, de verdad. Si dejaras de esconderte de ti mismo. Sé que es difícil dejar de tener miedo, pero nunca he conocido a alguien con más coraje que tú. —sentencia.
No puedo evitar sentirme conmovido ante sus palabras. Permanezco en silencio, recolectando del aire todas las palabras cálidas que he recibido, sin detenerme a pensar si soy digno de ellas. Tomo el sobre de las manos de Barbie y me tumbo en el piso. Ella cae junto a mí, y veo su mirada expectante. Contengo ese sentimiento que sube y baja por mi garganta y busca romperme. Tomo una bocanada de aire para formar las palabras que nunca antes habían salido de mi boca.
—Puede que suene tonto, pero yo estaba enamorado —confieso—. Y a veces, cuando te enamoras tanto, al final no es correspondido y te pierdes.
Miro a Barbie, buscando su reacción, y me sorprende verla con las manos cubriendo sus oídos.
—¡No quiero que me lo cuentes solo porque te sientes obligado! —menciona en un tono más alto de lo usual.
Me inclino hacia ella, aparto sus manos de sus orejas y lo digo aún más fuerte:
—¡Estaba enamorado! Muy enamorado, ¿entiendes? De esos amores que recuerdas aun después de años. Sufres y te enojas muchísimo, pero al final simplemente no puedes olvidarlo.
—¡Ya entendí! No tenías que ser tan empalagoso. —se burla.
Y siento una especie de alivio en el estómago, como si algo se hubiera evaporado dentro de mí. Esto me pesó tanto tiempo que me acostumbré. Ahora me siento más liviano.
—También lo entiendo —concluyo, como si todo este tiempo hubiera callado la voz en mi interior.
Veo la cara ansiosa de Barbie por conocer todos los detalles y no puedo evitar esbozar una sonrisa, porque esta puede ser la primera vez en la que no siento un dolor en el estómago al pensar en el pasado. Pero su sonrisa expectante empieza a hacerme sentir nervioso. Tal vez no debí decir "muy enamorado", pero es cierto; no hay otra explicación para ser tan estúpido. Todavía soy demasiado estúpido por esa razón. Sin embargo, podría sentirme orgulloso de haber sido una persona diferente, porque no tengo que avergonzarme de haber hecho lo que consideraba correcto.
Mis piernas reaccionan rápidamente y jalo del brazo a Barbie para escondernos dentro del vestidor. Sin embargo, Barbie me rechaza, empujándome por los hombros hacia dentro mientras ella permanece en el umbral. Antes de que pueda reaccionar, la puerta se cierra con un golpe seco, dejándome atrapado dentro.