-¿Has checado los números de Matrix?
-Si, se los di al encargado
-Bueno, ¿Qué más tenemos hoy de importante?
-No sé, pregunta a la secretaria ese no es mi trabajo.
Mirándolo con no lo puedo creer, a punto de explotar - No sabes que tienes que hacer hoy.
-Número 1 por eso tienes alguien que trabaja en ese puesto y número 2 no lo sé dé memoria, pero lo tengo escrito en el celular.
-Okay, (moviendo la mano que tuvo apoyada sobre la otra de los codos en la mesa y en los labios) - ¿puedes checar que tienes para hoy? A y deja de mirarme así.
-¿Qué? ¿Cómo te miro?
-Sabes tú muy bien como me miras así que enfócate en el trabajo no en el pasado.
-Ah volviendo aquí. No sé dé que mirada me hablas, pero del pasado no podemos escapar a pecar de que tú piensas que lo haces.
-Me dedicas esa mirada ya de años así que no disimules y sermoneas si no trabaja. Cuanto sé, no tienes nada más inteligente que hacer.
-Bueno, bueno me voy. (reuniendo los papeles regados por la mesa de regreso en la carpeta y levantando sé, abriendo la puerta) - Pero solo para que lo sepas haciendo que tu vida torna solo alrededor de esta empresa no va a traernos el perdón.
-Hola, mi niño. (soltando un respiro viendo su cara) - Otra vez se han peleado.
-Nosotros no nos peleamos.
Con pequeñas risitas - A si y que hacen entonces (pasándole la mano por el pelo y acariciándole como en la infancia teniéndolo medio acostado sobre el sofá).
-No sé, ya no sé Lucy.
-Ah, niños nada más se tienen el 1 al otro y no pueden llevarse así.
-Lo sé, pero que puedo cuando a veces me arrepiento de lo que hicimos. La cara de papá...
-Sí, sigue siendo duro a mí también me duele. Llevo en esta casa tantos años (mirando a su alrededor sin quitarle la mano del pelo) - y nunca pensé que lo volvería a ver tan mal.
-¿Fue peor que cuando mamá falto, no?
-No, para tanto no. Ustedes vivían su duelo así que no lo vieron, tu papá me hablo de asesinarse lo único que lo paro fueron ustedes y decidió ponerse la máscara del fuerte y acercarse a ustedes.
-En lo contrario de lo que hizo después de ya sabes quien, se enceró para ya nunca dirigirnos la palabra.
-Ay, Eduardo no digas eso.
-Si es cierto. Tú estas aquí encerada cada día no hay mejor testigo.
-Si lo quieres mirar de esta forma estoy testigo del amor de los 3 siempre sintieron el 1 por el otro y de que tu padre (sus palabras son interrumpidas por la llegada de Fabio).
-Hola, Luciana.
-Hola, mi niño.
-¿Qué ahora vas por haya buscando el consuelo?
-Fabio! (con voz regañándolo) - Lo que tienen que hacer es reconciliarse y no pelearse más (agarrándolo de la mano y llevándolo hacia el sofá y Eduardo). Así que aquí quietesitos hasta que yo les sirva de comer y se reconcilian, bien. (y abandona la sala)
Ambos se quedan en el silencio en su lado del sofá, con el codo apoyado sobre el respaldo y los dedos en la cabeza echándose a miradas.