No hay nada más difícil que tener que sacarse de la mente aquello que no sale del corazón.
En el cine del centro comercial Karla al escuchar que la llamen se centra en la persona bajando en cuclillas.
-¡Mamá!, ¿Mamá cuando vamos a entrar?
-Ahorita vamos. (contesta Karla a un niño de 3 añitos, de pelo negro y frondoso)
El rostro del niño se ilumina mientras exclama y empieza a correr - ¡Papá!
Karla se da la vuelta a la dirección por la cual se fue el niño para encontrárselo corriendo a los brazos de su padre cual tiene la misma expresión, mientras va a su encuentro y poniendo sé de cuchillas para abrazarlo.
Incomodidad se hace presente cuando Karla se les acerca - Hola.
-Hola (le responde mientras se levanta cargando lo).
-¿Vas con nosotros mirar la película? (Pregunta niño con su vocecita emocionante)
-Si. (al bajar la vista en las manos de Karla, pregunta) - ¿Qué eso son todas las palomitas que has comprado?
Bajando sola la mirada a la pequeña caja llena de palomitas, Karla le responde - Si, le bastan se las comerá solo.
-¿Qué mamá está en dieta de las palomitas? (Pregunta él al niño) - Necesitamos más palomitas. (yendo con el niño a comprarlas, dejando Karla atrás mirándolos)
-Aquí tienes (dice entregándole el boleto cuando regreso, él solamente asiente con la cabeza y se adentran a las salas).
Sentados, esperando que la película comienza el niño deja besitos sobre la mejilla de su papá - Pica. ¿Por qué papá pica, abuelo no pica? (Pregunta niño negando con la cabeza desde el regazo de su padre mirando a mamá)
La pregunta hace ambos mirarse y reír - Porque abuelo cuida de tenerlas así como las tuyas suaves mientras papá la deja. (le responde Karla)
Karla comienza acariciarle la mejilla, perdidos uno en los ojos del otro.
Sobresaltada Karla se despierta del sueño mirando por la habitación en la cual se encuentra sola, pasando las manos por el pelo apoya los codos a las rodillas, exhalando el aire.
-¿Y como te sientes en tu último día del trabajo?
-De la patada. (responde Valeria de mal humor y desgana, borrando así la sonrisa de Marin)
-¡Valeria!, ¿por qué?
-Como por qué papá, lo que sucede en la casa no es suficiente. (él solo exhala el aire)
-Si, yo ya no sé qué voy a hacer con él. (se lamenta Fabio al celular) - ¿Qué busco un psicólogo?
Mientras escucha que le responden por la puerta de la oficina entra Eduardo con unos papeles en la mano.
-No sé, si sigue así yo si me volveré loco. (al darse cuenta de que habla de él, Eduardo le arranca el celular y corta la llamada) - ¡Oye! ¿Qué te pasa?
-No voy a dejar que hables de mí con ningún desconocido. (Fabio quien ya no lo reconoce no dice nada y solo mira como tira los papeles en la mesa y se va)
En su oficina Eduardo tiene un arranque de rabia cierra de golpe la puerta, golpea la silla, estampa el puño en la silla con la mirada perdida por la ventana.
-Maldita sea. (maldice antes de abandonar la oficina y dirigirse hacia la casa donde se encierra en el cuarto de su madre sosteniendo su fotografía)
-Madre, me ahogo. La culpa se adueñó de mí. Cada vez cuando logró olvidar ahí viene Fabio a despertarlo. No puedo ni mirarte de la vergüenza, idea fue construir algo para tu homenaje y yo manché y eso. Porque no pude controlarme, como si ya no fue suficiente que se me metió, que tuve que meterme la y en la piel.
Sumergido a hablarle a su madre, Eduardo no se da cuenta de que alguien abrió la puerta y lo escucho decir - Me estoy perdiendo, madre. Deberé dejar la ciudad o al contrario solo Dios sabrá cómo terminará mi infierno. Volver a esa casa haría que todo se vuelve más presente y todo el trabajo de estas semanas no valdría nada.