Los papeles habían caído en el piso, mientras que Luc trataba de contener su enojo. La decepción, en su vida, nunca había sentido tanta vergüenza. Había heredado la enfermedad de su padre. Por eso nunca había tenido una relación con una mujer, por mucho tiempo. A la mujer que amaba durante más de cinco años lo había abandonado, sin saber las causas de ello.
Pasó sus manos sobre su cabello, negro, con algunos reflejos de canas. Todo herencia de su padre, que lo hacía ver más mayor, se había imaginado una vida feliz, con niños corriendo por el palacio. Un sueño que nunca había sido posible, porque era estéril, sonrió mientras su puño se apretó. Tomando los papeles de nuevo del piso arrugados.
Todo era una maldita mentira, toda su vida era una mentira y todo era por culpa de su herencia. En cambio, su melliza estaba felizmente casada con uno de los hombres más poderosos de las empresas de perfume, con dos sobrinos que sí corrían por todos lados. En cambio, él era que tenía que llevar la carga de la familia, y estaba sentenciado.
Salió del estudio dando un portazo, la necesidad de enfrentar todo aquello fue creciendo en su interior. Los papeles volaron de nuevo por los aires, cayendo al regazo de su padre.
— Te creí, te creí. Durante toda mi vida, te creí. —gritó.
— Cálmate, por favor Luciano, explícate, no te estoy entendiendo nada. —la mirada de Luciano se volvió más lobina.
— ¿Cuánto tiempo más pensabas mentirme? —Lucas se levantó para
Recoger los papales que su hijo le había lanzado a la cama.
— Puedo explicarlo —dijo después de un largo momento.
— Papá, porque a mí, sabías la verdad y no me lo dijiste, cuanto más lo ibas a ocultar.— estaba furioso, no podía explicar con certeza las emociones que arrasaban su corazón.
— No fue mi intención mentirte hijo, pero esto tiene solución.
— ¿Qué tipo de hombre crees que soy? Papá habría tratado de entenderte, pero mentirme, decirme que podía tener hijos como todo el mundo y mírame heredé tu estigma.
— No digas eso, hijo, ya te dije, hay una solución.
— Cuál padre, dime.
— Hay una clínica que puede ayudarte, hijo, así como me pasó a mí.
— Ya sé esa historia papá, pero cuando voy a tener un heredero, un nieto para que lo veas crecer antes que mueras.
— Lo sé, hijo, estoy ya viejo, pero hay soluciones.
Un año después…
— ¿Estás seguro? —El hombre vestido con su bata blanca sonrió. — Por supuesto que se ha hecho todos los procedimientos correctamente, soy tu amigo, sabes que puedes confiar en mí, ¿alguna vez te he fallado? —preguntó enarcando una ceja
— Espero que no lo hagas jamás, odio las mentiras Christopher Nilssen lo sabes perfectamente, además no sé por qué no te dedicaste a la música como tu padre. —asintió Luciano.
— No te preocupes hombre, todo saldrá bien —aseguro más serio.
—Confió en ti, Christopher, si algo sale mal serás el único responsable.
— Luciano. No te fallaré —se levantó y dirigió a la sala dónde sería atendido para extraer sus muestras.
Había sido difícil después de un año había decidido mantener lo poco que le quedaba para tener hijos.
No quería que su legado desapareciera, así que recurrió a su amigo de toda la vida para llevar a cabo el procedimiento de inseminación artificial. Sería Christopher el encargado de todo, él solamente esperaría el momento adecuando.