La noche había sido pesada para algunos como Tur'kum que se veía ansioso ante la situación, mientras que para otros la noche había sido cálida y cómoda, como para los jóvenes en las montañas Aleluya.
Aunque a uno de ellos... Las pesadillas lo acechaban, recuerdos tortuosos que no lo dejaban, aunque luchará contra ellos había noches en las que no podía evitar despertar agitado o buscando un arma con la cual atacar... La guerra le había dejado secuelas fuertes de las cuales no podría escapar.
No solo la pesadilla de estar en la guerra sin saber si vivirás una hora más o no, si no también la tortura que fue vivir en aquella cueva llamada "casa" a la que tenía que volver aunque no quisiera.
Dónde apenas y la comida se le daba, dónde solo era lo más parecido a un esclavo para su progenitora, por ello prefería las calles aunque estás lo rompieran, era mejor que vivir bajo ese constante dolor.
Y hoy como ya había pasado hacia tan solo cinco días, tuvo un nuevo ataque de pesadillas.
Una tras otra atormentandolo más y más, gritándole lo incapaz que fue, lo débil que había sido ante su madre, lo inútil al no poder cuidar de su equipo, la culpa de un billete gastado sin valor cuando un infeliz se lo arrebato a su amigo, el tormento del lamento que sentía cada vez que perdía a alguien más, pero sobre todo... El recuerdo de las primeras personas que mató cuando comenzó a ser un Marine, esa misión donde solo unos grupos salieron victoriosos y los llamaron afortunados, dónde apenas cinco equipos pasaron... Dónde ni una mujer logro pasar... Fue una escena horrible... Todo fue horrible, algunas veces podía volver a ver toda esa sangre en sus manos, las miradas aprobatorias de sus superiores, el tatuaje que se hizo en su iniciación que ahora ya no estaba en el, las cicatrices que siempre ocultaba de Norm y los científicos por evitar las preguntas, para recaer una vez más en la soledad.
Esa que le recordaba el vacío que existía en él al no haber crecido con amor que curiosamente siempre se repetía, la alegría estaba ahí por sus amigos y por supuesto el sentimiento de aprecio a ellos, pero algo que no diría en voz alta pero si sentía era la falta por sentir amor o sentirse completo en algún lugar o con alguien, que este lo acogiera como un hogar, no... Él no sabía de eso, había escuchado
de aquello sin duda, decían que se sentía como una calidez en tu interior, la confianza de estar bien sin importar el tiempo o el lugar en específico.
Que nada importaba si estabas con esa persona especial, que te transformas en un ser que desconoces, algo que siempre pensó que solo era una cursilería de enamorados tratando de explicar su insignificante aferró a alguien o a algo.
Pero ahora tras despertar agitado de aquella pesadilla fue recibido por unos brazos calidos que lo apegaban en un abrazo acogedor.
Elevando su mirada se encontró con el maníaco curioso que supuestamente era su destino, uno que actuaba tan raro como podría ser, pero que por alguna razón lo hacía sentir completo, aún cuando pensaba que se veía como un prisionero.
Cuido de él y tratando de no sucumbir a sus deseos para terminar haciendolo como antes, suplicando por estar un poco más cerca y solo haciéndolo cuando se lo permitió, algo que había aceptado con gusto y necesidad, una que nunca antes había experimentado.
Pero si que había escuchado de ello por sus amigos, afirmaban que el deseo de que sus cuerpos se encuentren era tan cegador que terminaban teniendo relaciones consensuadas pero peligrosas.
En otras decían que lo que sentían no era físico sino emocional, no importaba como fueran, se sentían completos con estas, aún si solo fuera un toque breve les bastaba para ser felices.
Pero él no lo había sentido, no negaría que habían algunas chicas que trataron algo, pero también debía decir que nunca le dió cuerda a algo de ello.
Sabía perfectamente que no quería nada con ellos, ni siquiera el interés de saber sus nombres se tomó.
Pero ahora lo sentía, podía decir que ahora estaba cómodo, completo y se sentía protegido.
De alguna manera salió de los brazos ajenos notando de inmediato la soledad que lo arrasó, una que le helo la sangre trayendo consigo recuerdos dolorosos, pero aún con ese sentimiento se encontró caminando a la entrada donde no solo noto la altura si no también los muchos Ikrans que dormían pegados a las montañas como murciélagos.
En vez de saltar como lo había hecho antes, está vez volvió por voluntad a los brazos del otro que mientras se metía en ellos, el portador de su seguridad se despertó.
Fueron pocos los segundos para que lo volviera a tener abrazado, dándole el cómodo calor de su cuerpo.
- ¿estás bien? - pregunto medio somnoliento mientras forzaba sus ojos a abrirse.
- si - respondió desviando la mirada pero está fue levantada con cuidado por la mano del más alto que lo miraba con curiosidad.
- puedes contarme - le dió más confianza, dando toques en su espalda calmandolo.
- pesadilla - confesó como nunca lo había hecho, ni siquiera se lo había mencionado a sus compañeros de guerra, aunque cada uno guarda sus secretos y lo respetaban entre ellos, después de todo no era necesario saber con lo que sueñan tus compañeros, lo único que importaba era sobrevivir.
Y por supuesto cumplir la misión, ¿a quien le importaba lo que sintieran?, si no eran útiles la muerte esperaba, si no podían sobrevivir... Muerte.
Cómo en aquella primera misión... que aún atormentaba su mente, como lo había hecho hoy.
- ¿Quieres hablar de ello? - pregunto dejando libre ese aroma que ahora en vez de debilitarlo parecía querer protegerlo.
- no es necesario que lo sepas... - respondió para ocultarse en el pecho contrario.
- deseo conocer tus dolencias, como aquellas que te atormentan - respondió acariciandolo con cariño.
- es de hace muchos años atrás - hablo mientras su voz se quebraba.