POV MIA
Estar a estas horas de la noche sola es peligroso, pero no tengo de otra.
Hace 10 meses que no se nada de mi madre, un día se fue y no regreso. La busque por todos los sitios posibles, pero no la encontré.
Las noches se volvieron frías y la calle solo me trataba mal.
Hay días que ni siquiera pruebo bocado alguno, días en los que no duermo por miedo que me hagan daño. Mi vida se ha limitado a sobrevivir, en el pasado quedo aquella niña que reía y jugaba a ser la princesa, ahora solo trato de salir adelante con lo que puedo.
La noche es fría y silenciosa, ni siquiera se por donde estoy solo se que es peligroso. Hay bares cerca y posiblemente dentro de un rato comenzaran a salir los hombres ebrios y no quiero exponerme más así que lo mejor será que siga caminando.
Las mañanas son difíciles, la mayoría de personas pasa como si no le importase mi situación, nadie me escucha, nadie me quiere apoyar y lo único que hacen es verme feo. Se que no estoy limpia, se que no estoy presentable, pero estoy sola y solo tengo 13 años.
Sigo caminando hasta llegar a un parque, me siento en una de las bancas y a lo lejos veo a una mujer con una gran similitud a mi madre, mi corazón se encoje de la emoción y corro hacia ella.
—Mamá, soy Mia mamá —grito, pero no me escucha.
Sigo corriendo hasta que siento que me arden los pulmones y que el oxigeno es escaso en mi cuerpo.
—Mamá, soy Mia —susurro y mi cuerpo cae contra el pavimento.
Me golpeo la cabeza y la imagen de la mujer se hace borrosa hasta que desaparece por completo. Tal vez no era mi madre y solo lo alucine.
—Hey pequeña, ¿estas bien? —me pregunta un joven
Quisiera contestarle, pero no puedo. Mi voz no quiere salir. La cabeza me duele y lo único que atino es a negar lentamente.
—Te voy a ayudar —me dice el joven al cual veo borroso.
Él me ayuda a pararme y así comenzamos a caminar, no se donde me lleva, pero me dejo llevar.
—No —exclamo al ver que no paramos
Él sigue caminando ignorando mis negaciones.
Le mando señales a mi cuerpo para detenerme, pero simplemente no me hace caso. Es como si mi cerebro se hubiera desligado de mi cuerpo o así lo siento yo. Pienso una cosa y no la logro realizar.
—¡PARA! —grito
—Nadie vendrá por ti, estamos en una calle solitaria —me dice y sigue caminando conmigo.
Siento como mis lagrimas caen y lo peor de todo es que es cierto. No hay ni un alma por estas calles, sabia que era peligroso, pero no pensé que tanto.
—Por favor, déjame por favor —suplico y él solo ríe.
No se en que momento mi cuerpo deja de reaccionar y el sueño me vence.
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Me despierto, veo todo borroso y no siento mi cuerpo.
—Preciosa
Escucho una voz, pero no se quien me habla. Es como si estuviera drogada. Mi cuerpo y mi mente no reaccionan, solo quiero dormir.
Los parpados me pesan y los vuelvo a cerrar.
Un leve dolor me hace despertar, pero nuevamente el sueño me gana por completo.
Me despierto y estoy en el hospital. La cabeza me duele y no recuerdo nada.
Una enfermera entra y al mirarme me da una bonita sonrisa.
—Que bueno que despertaste, llamare al doctor —me dice ella y sale
Al intentar levantarme de la cama siento un dolor inmenso en mis partes íntimas.
Los recuerdos de la noche anterior se hacen más claros.
Mi madre, mi golpe y como aquel hombre abuso de mí, los golpes, las suplicas y los llantos.
El como me vine al hospital con las pocas fuerzas que me quedaban, las imágenes son borrosas y no se quien fue el malnacido que me hizo esto.
—Que bueno que despertaste, has estado aquí 3 días —me dice el doctor y me sorprendo
—No sabemos como te llamas, pero necesitamos hablar con tus padres —me dice el doctor
¿Cómo le explico que no tengo padres?
—Quiero descansar y luego s ellos digo doctor —digo con la garganta ronca y seca
El doctor asiente y me deja con la enfermera.
—Tranquila pequeña —me dice la enfermera y su sonrisa es cálida.
—Agua —le pido y ella sale de la habitación en busca de un poco de agua
Aunque no debería irme es lo mejor, no quiero ir a un centro de acogida. Me niego a ir a un sitio así.
Me paro con dolor y me pongo la misma ropa sucia que uso siempre. Me escabullo dentro del hospital y salgo sin que nadie me vea.
«Es lo mejor» Me repito a mi misma mientras busco que hacer con mi vida nuevamente.
Al estar cambiando el dolor es mayor y el cansancio es grande. No debo parar, debo seguir, pero no puedo.
—Hola, ¿te puedo ayudar? —me dice una chica de unos 18 años
—Si, no tengo donde ir. Estoy sola y han abusado de mí. Ayúdame —le digo llorando. Ya no se si es por dolor o por tristeza.
—Tranquila, soy Odette y de ahora en adelante seré como tu hermana.
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Editado: 01.04.2023