Tres semanas después
Pasaron tres semanas para despertar del dolor e ir a ese país del que me aleje por buca de una oportunidad mejor.
—Hola madre — saludo a mi madre que a pesar de los lentes que usa se le notan la ojeras.
—Que bueno que regresaste Aran — me dice mi madre y me niego a darle ese abrazo que tanto espera.
No vine para entablar una amistad ni para establecer un vínculo de madre e hijo.
—Solo he vuelto por algo, cuando la vea me iré — digo y mi madre niega porque sabe lo que pasará después.
Subo al auto y el camino el largo y en silencio ya que lo único que se escucha es el sonido del claxon de algo nos autos como también los gritos de los niños que corren y juguetean por fuera.
Al llegar a casa todo sigue igual, mi habitación sigue tal y cuál la deje y la foto con Mía es lo primero que mi mirada busca, pero no la encuentro.
—¿Dónde está? — espero molesto
—La saqué, no quiero que sufras con eso hijo,nada es tu culpa. El cáncer se la llevo a tes de lo esperado — no quiero escuchar a mi madre, ella cree que sus palabras me van a servir de lago, pero no es así — Cállate y devuélveme la foto, no lo voy a pedir dos veces.
Mi madre sale de mi habitación y solo soy capaz de quitarme la chamarra y mandarle un mensaje a Odette.
—Ya estoy aquí, te necesito ver — el mensaje es breve, corto y preciso.
—Te espero en el cementerio — se me hace un nudo en la garganta el solo pensar que ya no la puedo abrazar y ahora solo veré una lápida sin vida e inerte.
Me cambio de ropa y me pongo algo más formal, las manos me tiemblan y el cuerpo me pesa como nunca antes, se que estoy nervioso, no, no estoy nervioso lo que tengo es miedo, es miedo a ver la puta realidad y saber que ella de verdad ya no está.
—¿Dónde irás? — pregunta mi madre preocupada
No me molestó en responderle y cierro la puerta principal, se que tengo una actitud de mierda, pero porque nadie me dijo cuando ella estuvo mal, yo hubiera venido y tal vez ella no estaría en ese lugar tan feo.
***
Al llegar al cementerio veo a Odette vestida de negro y sus ojos están rojos por las.lagrimas derramadas, me he besado a llorar desde que vine y voy a mantenerme firme.
Odette me ve y se acerca a darme un abrazo amical el cual esquivo.
—Menis mal que ella se quedó con tu mejor versión — es lo único que dice
Mía siempre iba a tener mi mejor versión, yo era mejor cada que estaba con ella.
— El cáncer llegó de repente, ninguna se dió cuenta. Ella era muy feliz, su madre hablaba con ella, tenía amigos, iba a la escuela, los niños la adoraban. Todo estaba bien, pero nada es de por vida.
Comenzó a sentirme mareada, a tener náuseas de la nada y ya no tenía apetito. Pe damos que algo le había hecho daño y lo dejamos pasar, pero con los días se volvía peor. Su color cambio y sus fuerzas ya no eran las mismas. Me asusté y la lleve al doctor.
Al principio no nos decían que era lo que tenía y no lo sabíamos, pero después de estudios y análisis nos dijieron que era cáncer, pero que ya no se podía haber nada.
Quise decirte, pero Mía no quiso, ella dijo que tú ya tenías una vida allá y que no por su culpa ibas a dejar todo, ella pensó en tí siempre.
Los días pasaron y ella seguía igual aunque a veces se sentía mal, nunca dejo de tener una sonrisa en su rostro, los niños la adoraban y mía siempre estuvo pendiente a ellos hasta su último día.
Odette termina de hablar y siento que todo el aire comprimido lo voto de golpe.
—Dejame solo con ella — pido al llegar a su lápida.
Odette se.va dejándome solo.
—Dijiste que me esperaría, pero no lo hiciste lucecita.
Las lágrimas caen por mis mejillas empapando las en un breve instante, no me importa borrarlas en este momento, solo quiero golpear y romper cosas.
—Ahhhhh. Por mi culpa te paso esto. Te mentí y mi mentira trajo consecuencias maldita sea.
Sé que si yo hubiese venido por ella, esto ni hubiera sucedido, pero mi terquedad no me dejó pensar.
Me odio ya lo.sufixiente y no merezco ni siquiera verla en este estado, yo no valgo nada.
—No sabes lo mucho que me gustaría cambiar de lugar en este momento lucecita, ojalá algún día puedas perdonarme porque te lo juro que yo no lo haré nunca.
Dejo el collar colgado y salgo del cementerio haciéndome la promesa de no regresar.
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Editado: 01.04.2023