“Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí.
Hebreos 10:7”
Y haciendo una hoguera con el libro que fue la principal razón por la que empezó todo, desahogó lo que en este momento fue una gran frustración.
“Tus zonas mágicas” leía en la portada entre lágrimas…
-¡Tus malditas zonas mágicas! ¿Cuáles? –
Repetía una y otra vez, esperando ver arder en cada página los recuerdos de aquella triste historia.
- Solo lágrimas y desilusión es lo que pedí al universo sin darme cuenta, bien lo dice el dicho “ten cuidado con lo que deseas”-
Si tan solo no hubiese ido a la playa aquel sábado, si tan solo esa mañana se le hubiese quedado el libro en su habitación… Pero no, el día estaba radiante, tomo su bolso azul, su silla playera, se preparó el desayuno, un cooler con agua fría y todo lo que necesitaba para no tener que pagar por un toldo en aquella bahía que daba frente a un mar en calma, donde disfrutaba cada tanto del sonido de las olas suaves que vienen y van, del agua templada que la limpiaba de las malas energías, de la arena color oro donde enterraba los pies para que el calor no los asara mientras contemplaba el horizonte, admiraba desde lejos un farallón que había visitado en otras ocasiones, había disfrutado del azul intenso que tiene el mar en ese espacio, de la inmensidad de aquella roca donde se posaban muchos pelicanos haciendo un gran escándalo luego de escuchar el motor de la lancha apagada que los sorprendía, nadar en lo profundo para ver los corales y fotografiarse en ellos gracias a la tripulación de “El Agresivo” quienes la invitaban al paseo turístico de vez en cuando ya que era una visitante habitual y solitaria.
Por supuesto aquel hermoso paisaje luego se convertiría en un pedazo de piedra gigante con pajarracos que la llenaban de excremento y chillaban al menor ruido.
Eran las once de la mañana y no faltaba más que una hora para retornar a su hogar cuando decidió leer un capítulo más del libro que llevaba leyendo casi un año, se encontró con unas palabras que decían algo como “si te concentras y visualizas lo que quieres… Cierra los ojos y pídele al universo y bla, bla, bla; el universo te lo dará”. Acostada sobre la arena con el libro entre las manos, miro a un lado, miro hacia el otro, volvió a mirar hacia su izquierda y en un local cercano casi vacío bajo un toldo color blanco lo divisó, en compañía de otro hombre; recostado en una tumbona conversando con el compañero, solo llevaba un traje de baño marrón y una gorra color azul cielo, los ojos ocultos tras lentes oscuros, parecía alto, musculoso, sexy y atractivo… allí estaba él.
Lo miró sin sentir que le devolviera la mirada, sonrió para si, cerró los ojos y deseó:
- Lo quiero a él, quiero que él sea para mí, que se enamore de mi, deseo que él sea mi amor, deseo que tengamos una historia de amor feliz, deseo que el universo me lo conceda ¡está hecho, hecho está!-
Fueron sus pensamientos cargados de toda la energía que habitaba en su ser. Cerrando el libro le susurro:
- ¿A ver si en verdad tienes razón? –
Se levantó, tongoneando las caderas se metió al mar y también se lo pidió al espíritu que habita en él. Volvió y mientras recogía sus cosas esperaba, esperaba una señal, una pequeña, alguna que diera respuesta a su pedido; nada… ¡Nada! Se aburrió y cuando tomo las sandalias del suelo el jefe de la tripulación, sonriendo con su melena de escasos y rulos cabellos liberó de sus labios aquella invitación:
- Flaca ya se que nos acompañaste temprano, pero vamos a hacer un viaje más con esta gente que está allí, queremos emparejar a estos señores del toldo blanco con aquellas señoras del toldo verde ¡anímate que también va un argentino que es como para ti!-
Fingió que lo dudaba pero sin pensarlo mucho dijo que sí, se quedó parada esperando el grupo para iniciar la expedición, disimuladamente los miro a todos mientras recogían sus bolsos, evaluó a las señoras y a los señores, al argentino, y por una vez más a la tripulación de “El Agresivo” ellas entre cuarenta y cuarenta y cinco años, ellos entre cuarenta y cinco y cincuenta y ocho años; ellas operadas de los senos y el trasero… sifrinas, casi elegantes de sombrero y trajes de baño en dos partes caminando con estilo y entusiasmo; ellos… el hombre alto y atractivo de traje de baño marrón, de hombros anchos y pecosos, de piernas largas y lampiñas y el otro… un viejo común, el argentino un chico de menos de treinta años, blanco, sencillo, alegre y guapo que les contagiaba su alegría; la tripulación conformada por cuatro muchachos entre dieciocho y treinta años, el jefe era el mayor, moreno , delgado, gentil, espontáneo, dulce; el fotógrafo un joven moreno de mirada traviesa y labios carnosos que dejaban entre ver sus dientes blancos al sonreír, el guía turístico que narraba la historia de la bahía y sus alrededores, de como en el fondo del Farallón existe una virgen de piedra donada por un navegante rescatado de las olas del mar gracias a la luz del faro que antaño alumbraba el camino a los viajeros y que ahora solo era un adorno desgastado en lo más alto de la enorme piedra y que luego fue suplantado por otro en un lugar remoto; por último el salvavidas quien daba instrucciones para el resguardo de los excursionistas.
De camino él hombre sexy se acerca a la flaca trigueña quien rondaba entre los treinta y treinta y cinco años, sin cirugías estéticas, quien también vestia traje de baño en dos partes naranja desgastado, cabello castaño oscuro de medios bucles sueltos a la altura de la espalda… mojado y en el cuello llevaba un cordón con una tablita de marfil que tenia impresa una libélula, sonríe y entonces le pregunta:
- ¿Quién me va a rescatar si me estoy ahogando? Porque yo no sé nadar-
Ella riendo respondió:
- ¡El salvavidas! Porque yo tampoco se nadar.
Rieron al mismo tiempo, él le comentó que pensó que ella formaba parte de la tripulación porque la había visto conversar con confianza con el dueño del bote, además le contó que conocía a la hermana del melenudo quién a su vez era la dueña del local donde el estaba de cliente; que venía con frecuencia pero no a estas horas y que nunca la había visto hasta hoy… Esto después de que ella le dijese que la razón de la confianza entre ella y el amigo de la pequeña embarcación es porque cada sábado ella va al mismo lugar, a la misma hora, para leer el mismo libro hasta el medio día.
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Editado: 14.11.2024