"Los ojos se les saltan de gordura; logran con creces los antojos del corazón".
Salmos 73:7
Max acostumbrado a ser el centro de atención no soportaba la idea de que una mujer del montón lo ignorase y de ese modo se decidió a conquistarla, estaba de viaje por asuntos de negocios, ojeando las carpetas de su oficina pensó en Isabel, no podía ser cierto que aquella chica iba a escaparse de sus manos, tras pensarlo unos cuantos minutos y dudarlo varias veces se decidió escribirle:
- ¡Buenas tardes señorita! ¿Cómo está usted hoy?
- Estoy bien, gracias.
- ¡Qué fría! ¿De esa manera respondes tú a la gente que te quiere?
- No, de esta manera educada atiendo a todas las personas que me escriben para saber de mí.
- Yo no soy cualquier persona.
- Pues eso parece, de otro modo no habrías tardado tanto en escribir.
- Ahora estoy de viaje, he estado muy ocupado, en un par de días estaré por allá ¿Crees que pueda verte?
- Cuando estés aquí lo sabré.
- Hasta entonces, cuídate mucho.
- Igualmente.
Más simple y sencilla no pudo haber sido esa conversación, Isabel se mordió los labios para no gritar desesperada que estaba esperando saber de él, que estaba emocionada porque al fin había aparecido; desde ese instante comenzó a esperar con ansias a que Max regresara de viaje. Mientras tanto él estaba desconcertado, esperaba otra reacción, por lo menos que ella pusiera en evidencia sus deseos de verlo, de compartir con él un poco de tiempo, ella se mostró indiferente; no se quedó enfrascado en eso. Por el contrario volvieron a retomar el contacto con cierta distancia hasta que el volvió de su viaje de negocios en la ciudad, apenas Max se bajó del avión apareció en la residencia donde vivía la joven sin previo aviso, ella terminaba de ponerse los rollos en el cabello cuando sonó el móvil.
- ¡Aló! -disimulando el entusiasmo -
- ¿Cómo está la princesa? - Preguntó con galantería.
- Estoy bien - respondió la chica sonrojándose-
- Vamos a tomarnos un café yo te invito.
- Está bien, dame unos minutos para arreglarme.
- Estoy afuera, sal como sea que estés.
Isabel era sencilla y arrojada, no le daba mucha importancia a las apariencias, así que sin muchas vueltas se calzó con unas sandalias de cuero crudo y salió a su encuentro. Se miraron repletos de emoción, sus miradas brillaban con intensidad, el amor flotaba en el aire, subieron juntos a la motocicleta, Isabel se abrazó a Max con fuerza, mientras él disfrutaba en silencio la deliciosa sensación que le embargaba el alma entonces. Estaban ilusionados el uno con el otro; en una panadería cercana pidieron dos cafés y un dulce para compartir, a él le pareció viejo el postre y sin decir palabras no lo consumió, solo tomó un poco de café ella en cambio se comió y bebió todo por temor a que su enamorado se sintiera despreciado.
- Cuando vengas avísame para alistarme por favor -le indicó la chica-
- No es necesario, por más que te arregles sigues siendo fea -bromeó-
Y los dos comenzaron a reír, fueron dos horas compartiendo las experiencias que estuvieron viviendo estos días tan lejos el uno del otro.
- Isabel me hace feliz verte, estos días estaré ocupado y apenas tenga tiempo te invitaré a salir. Me gusta estar contigo.
Era tan sincero en cada palabra, sus ojos claros no dejaban de mirar sus labios, sonreía sin razón aparente, ella se emborrachaba de amor, cada gesto, cada palabra, cada roce la envolvían más. Se despidieron con un beso en los labios, un beso torpe como lo son la mayoría de los besos que se dan por primera vez; comenzaron a verse dos o tres días por semana, Isabel aún no frecuentaba la casa donde vivía Max; parecían chiquillos de colegio, fueron por primera vez al cine y jugueteando con las manos en la oscuridad apenas terminaron de ver "Mad Max" la versión del año en curso, bastante buena pero nunca como la de Mel Gibson; al terminar la función decidieron dar una vuelta al centro comercial que ya estaba por cerrar, era muy tarde en la noche y no habían más que los usuarios del cine y los empleados del mismo; Isabel se sintió incomoda, no solo porque Max decidió irse por el lado más desolado al estacionamiento cuidando de que alguien lo reconociera, si no porque ella estaba avergonzada de lo ridículo que estaba vestido aquel hombre, es como si hubiese sacado la ropa del closet de su padre, una bermuda color verde hoja ¡pero hoja seca! Con una chemise de rayas vinotinto y mocasines sin medias; algo que a ella le resultaba desagradable. Algunas personas se avergüenzan de alguien sin saber que esa persona también está avergonzada de ellos. La empatía es lo que les hace ser más considerados y amables, tolerando ciertas acciones.
Max estaba tranquilo, cuidando en realidad de que lo viese algún conocido, le gustaba parecer un hombre sin compromisos, andar por allí libre como el viento, ir a cualquier dirección como una veleta, a cualquier lugar donde hubiese diversión, el juraba que el mundo giraba a su alrededor; en uno de tantos asientos que se encuentran en los centros comerciales se acomodaron en un lugar y comentaron las impresiones que cada uno tuvo acerca de la película, él deseaba que ella se sentara en sus piernas, ella lo evitó, solo se tomaron de las manos, el quiso besarla, ella no quería que la viera nadie, así que lo alentó a la marcha.
Ya en casa, Isabel dudando de la relación que se avecinaba le pidió opinión a sus rumis:
- Este hombre estaba vestido como mi papá hoy, no sé si todo el tiempo es así o yo me estoy dando cuenta apenas está noche.
- Dale un chance, quizás no tiene ropa limpia -dijo la compañera-
- O es un mal vestido y ahora es que te estás enterando -replicó el compañero-
Él durmió plácidamente, estaba seguro de que Isabel estaba enamorándose, la forma en que lo miraba la delataba. Para él nada ni nadie era imposible.
De la noche a la mañana y sin previo aviso llegó una época mala para ese hombre, el país pasaba por una crisis económica, todos sus negocios comenzaron a arruinarse, tenía empleados por los que responder, se declaró en bancarrota, no tenía materiales para continuar con su empresa, estaba triste, se llenó de ansiedades y preocupaciones, vendió todo lo que tenía para poder pagarle a los empleados poco a poco, para cancelar deudas con los proveedores y los impuesto; se sentía solo, únicamente Isabel lo acompañó en este proceso, Max comenzó a buscar alternativas para sostenerse, vendió los autos, solo le quedaba la motocicleta y estaba pensando seriamente en hacer negocios con ella también, todo se venía a pique, durante la crisis Isabel se dio cuenta de que él era un hombre arrogante que le gustaban los lujos y las apariencias, ella también estaba pasando por un proceso, los dueños de la residencia le pidieron desalojo en la habitación donde vivía, las oportunidades que aparecieron para mudarse eran unas peores que otras, se estremecía al pensar que ella tampoco podría resolver su situación, no quería agobiar con sus asuntos a su galán que estaba pasando por una crisis económica bastante fuerte, igual tomó la decisión de consultarle su opinión en torno a lo que estaba viviendo, le explicó que le ofrecieron vivir a muchos kilómetros de su trabajo y por supuesto lejos de él, él comentó que no era viable esa solución y le prometió que cuando resolviera los problemas por lo que estaba pasando iba a ayudarla, le compraría una casa para ella y también un automóvil, que tuviera paciencia, que tuviera fe, que pronto la tormenta pasaría, Isabel no cesaba de preguntarse una y otra vez ¿por qué estaba viviendo esto? ya la vida le había dado una infancia bastante dura, Solo podía pensar que estaba recibiendo el castigo de otra vida, que el alma es eterna y vuelve una y otra vez sin saber hasta cuándo.
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Editado: 05.12.2024