Destino Vs El Poder Del Universo

EL PRINCIPIO

"Los ojos se les saltan de gordura; logran con creces los antojos del corazón".
Salmos 73:7
Max acostumbrado a ser el centro de atención no soportaba la idea de que una mujer del montón lo ignorase y de ese modo se decidió a conquistarla, estaba de viaje por asuntos de negocios, ojeando las carpetas de su oficina pensó en Isabel, no podía ser cierto que aquella chica iba a escaparse de sus manos, tras pensarlo unos cuantos minutos y dudarlo varias veces se decidió escribirle:
— “¡Buenas tardes señorita! ¿Cómo está usted hoy?”
— “Estoy bien, gracias”.
— “¡Qué fría! ¿De esa manera respondes tú a la gente que te quiere?”
— “No, de esta manera educada atiendo a todas las personas que me escriben para saber de mí”.
— “Yo no soy cualquier persona”.
— “Pues eso parece, de otro modo no habrías tardado tanto en escribir”.
— “Ahora estoy de viaje, he estado muy ocupado, en un par de días estaré por allá ¿Crees que pueda verte?”
— “Cuando estés aquí lo sabré”.
— “Hasta entonces, cuídate mucho”.
— “Igualmente”.
Más simple y sencilla no pudo haber sido esa conversación, Isabel se mordió los labios para no gritar desesperada que estaba esperando saber de él, que estaba emocionada porque al fin había aparecido; desde ese instante comenzó a esperar con ansias a que Max regresara de viaje. Mientras tanto él estaba desconcertado, esperaba otra reacción, por lo menos que ella pusiera en evidencia sus deseos de verlo, de compartir con él un poco de tiempo, ella se mostró indiferente; no se quedó enfrascado en eso.
Por el contrario volvieron a retomar el contacto con cierta distancia hasta que el volvió de su viaje de negocios en la ciudad, apenas Max se bajó del avión apareció en la residencia donde vivía la joven sin previo aviso, ella terminaba de ponerse los rollos en el cabello cuando sonó el móvil.
— ¡Aló! -disimulando el entusiasmo –
— ¿Cómo está la princesa? - Preguntó con galantería.
— Estoy bien - respondió la chica sonrojándose-
— Vamos a tomarnos un café yo te invito.
— Está bien, dame unos minutos para arreglarme.
— Estoy afuera, sal como sea que estés.
Isabel era sencilla y arrojada, no le daba mucha importancia a las apariencias, así que sin muchas vueltas se calzó con unas sandalias de cuero crudo y salió a su encuentro. Se miraron repletos de emoción, sus miradas brillaban con intensidad, el amor flotaba en el aire, subieron juntos a la motocicleta, Isabel se abrazó a Max con fuerza, mientras él disfrutaba en silencio la deliciosa sensación que le embargaba el alma entonces. Estaban ilusionados el uno con el otro; en una panadería cercana pidieron dos cafés y un dulce para compartir, a él le pareció viejo el postre y sin decir palabras no lo consumió, solo tomó un poco de café, ella en cambio se comió y bebió todo por temor a que su enamorado se sintiera despreciado.
— Cuando vengas avísame para alistarme por favor -le indicó la chica-
— No es necesario, por más que te arregles sigues siendo fea -bromeó-
Y los dos comenzaron a reír, fueron dos horas compartiendo las experiencias que estuvieron viviendo estos días tan lejos el uno del otro.
— Isabel me hace feliz verte, estos días estaré ocupado y apenas tenga tiempo te invitaré a salir. Me gusta estar contigo.
Era tan sincero en cada palabra, sus ojos claros no dejaban de mirar sus labios, sonreía sin razón aparente, ella se emborrachaba de amor, cada gesto, cada palabra, cada roce la envolvía más. Se despidieron con un beso en los labios, un beso torpe como lo son la mayoría de los besos que se dan por primera vez; comenzaron a verse dos o tres días por semana, Isabel aún no frecuentaba la casa donde vivía Max; parecían chiquillos de colegio, fueron por primera vez al cine y jugueteando con las manos en la oscuridad apenas terminaron de ver "Mad Max" la versión del año en curso, bastante buena pero nunca como la de Mel Gibson; al terminar la función decidieron dar una vuelta al centro comercial que ya estaba por cerrar, era muy tarde en la noche y no habían más que los usuarios del cine y los empleados del mismo; Isabel se sintió incomoda, no solo porque Max decidió irse por el lado más desolado al estacionamiento cuidando de que alguien lo reconociera, si no porque ella estaba avergonzada de lo ridículo que estaba vestido aquel hombre, es como si hubiese sacado la ropa del closet de su padre, una bermuda color verde hoja ¡pero hoja seca! Con una chemise de rayas vinotinto y mocasines sin medias; algo que a ella le resultaba desagradable. Algunas personas se avergüenzan de alguien sin saber que esa persona también está avergonzada de ellos.
La empatía es lo que les hace ser más considerados y amables, tolerando ciertas acciones.
Max estaba tranquilo, cuidando en realidad de que lo viese algún conocido, le gustaba parecer un hombre sin compromisos, andar por allí libre como el viento, ir en cualquier dirección como una veleta, a cualquier lugar donde hubiese diversión, el juraba que el mundo giraba a su alrededor; en uno de tantos asientos que se encuentran en los centros comerciales se acomodaron en un lugar y comentaron las impresiones que cada uno tuvo acerca de la película, él deseaba que ella se sentara en sus piernas, ella lo evitó, solo se tomaron de las manos, el quiso besarla, ella no quería que la viera nadie, así que lo alentó a la marcha.
Ya en casa, Isabel dudando de la relación que se avecinaba le pidió opinión a sus rumis:
— Este hombre estaba vestido como mi papá hoy, no sé si todo el tiempo es así o yo me estoy dando cuenta apenas está noche.
— Dale un chance, quizás no tiene ropa limpia -dijo la compañera-
— O es un mal vestido y ahora es que te estás enterando -replicó el compañero-
Él durmió plácidamente, estaba seguro de que Isabel estaba enamorándose, la forma en que lo miraba la delataba. Para él nada ni nadie era imposible.
De la noche a la mañana y sin previo aviso llegó una época mala para ese hombre, el país pasaba por una crisis económica, todos sus negocios comenzaron a arruinarse, tenía empleados por los que responder, se declaró en bancarrota, no tenía materiales para continuar con su empresa, estaba triste, se llenó de ansiedades y preocupaciones, vendió todo lo que tenía para poder pagarle a los empleados poco a poco, para cancelar deudas con los proveedores y los impuestos; se sentía solo, únicamente Isabel lo acompañó en este proceso, Max comenzó a buscar alternativas para sostenerse, vendió los autos, solo le quedaba la motocicleta y estaba pensando seriamente en hacer negocios con ella también, todo se venía a pique, durante la crisis Isabel se dio cuenta de que él era un hombre arrogante que le gustaban los lujos y las apariencias, ella también estaba pasando por un proceso, los dueños de la residencia le pidieron desalojo de la habitación donde vivía, las oportunidades que aparecieron para mudarse eran unas peores que otras, se estremecía al pensar que ella tampoco podría resolver su situación, no quería agobiar con sus asuntos a su galán que estaba pasando por una crisis económica bastante fuerte, igual tomó la decisión de consultarle su opinión en torno a lo que estaba viviendo, le explicó que le ofrecieron vivir a muchos kilómetros de su trabajo y por supuesto lejos de él, él comentó que no era viable esa solución y le prometió que cuando resolviera los problemas por lo que estaba pasando iba a ayudarla, le compraría una casa para ella y también un automóvil, que tuviera paciencia, que tuviera fe, que pronto la tormenta pasaría, Isabel no cesaba de preguntarse una y otra vez ¿por qué estaba viviendo esto? ya la vida le había dado una infancia bastante dura, solo podía pensar que estaba recibiendo el castigo de otra vida, que el alma es eterna y vuelve una y otra vez sin saber hasta cuándo.
Los encuentros entre ellos se volvieron más distantes, para ella el no sentir apego la tenía salvo. Luego la invitó a su casa y esta vez ella accedió, él se desahogó las angustias de su corazón y la desazón que estaba viviendo ahora, no era fácil para un empresario irse a la ruina y ver como todos sus sueños se desmoronaban poco a poco, ella fue comprensiva con él, en las noches él pensaba en ella constantemente, esa chica era la medicina para su alma abatida, sonreía con frecuencia al recordarla, ni siquiera le daba importancia a que aún no había tenido intimidad, ella era bonita, dulce, comprensiva, siempre tenía algo bueno que decir y lo alentaba a seguir en su lucha hasta encontrar las respuestas y las soluciones al infierno por el que estaba pasando, algunas noches se quedaba dormido en su recuerdo, Isabel llegó para salvarlo, para darle cariño y atención, para hacerle saber que él no estaba solo, no podía ayudarla porque ahora no contaba con los recursos pero estaba seguro de que cuando lo estuviera iba a cumplir la promesa qué le había hecho, él era un hombre de palabra, desprendido y no sufría de apegos materiales ni emocionales, eso lo hacía brillante, era un hombre capaz, elocuente, creativo y osado.
Una noche mientras cenaban le preguntó:
— ¿Tienes novio?
— No, y tú tienes esposa o algún compromiso.
— No, estaba solo hasta que llegaste tú.
La hizo reír por bastante tiempo, vieron un programa en la televisión y luego la llevó a su casa, un lugar nuevo que encontró para vivir gracias a una amiga qué más que amiga era un ángel, aparecía en los momentos más difíciles de Isabel, la ayudaba, la comprendía, no la juzgaba y siempre le ofrecía buenas ideas. Dejó de trabajar cuidando al señor y ahora tenía un empleo estable que le brindaba seguridad, por lo menos para pagar los gastos básicos.
Seguía en contacto con sus antiguos compañeros de habitación, uno de ellos se mudó cerca así que no estaba sola totalmente. Sus nuevas amistades en su empleo actual eran una fuente de buenas energías, aunque como es normal en cada lugar hay una envidiosa busca problemas, lo importante es que la chica tenía dónde ir cuando se sentía deprimida.
Ella se tomó su tiempo, antes de decidir entregarse, quería conocerlo, saber si él valía la pena, esta vez ella quería un compañero, un amigo, un esposo, un amante todo en uno mismo y tenía miedo de fallar.
Max que ya había tenido bastantes experiencias amorosas quería paz, tranquilidad, estabilidad, creyó que en los brazos de Isabel conseguiría todo eso y más, era un hombre persistente cuando quería algo. En estos momentos era ella quien quería a su lado, sin embargo, sus sentimientos libres de apego y amor apasionado lo hacían pensar eso de cada mujer que conocía, mientras no le diera ningún tipo de problema, Isabel era especial para él o eso le hizo pensar a ella.
Estuvieron recordando la noche en que salieron la primera vez a la discoteca, él le contó que era amigo del dueño y que era una discoteca que él frecuentaba, ella no quiso decirle que esa era una disco de mala muerte y que creyó que la había llevado a ese lugar porque él no conocía otro, para no pecar de creída y de soberbia, simplemente no se quejó.
Transcurrían las semanas y se escribían a diario, se aparecía en su casa sin previo aviso, la sorprendía mientras ella estaba vestida como una loca. Fueron casi doce domingos cenando en casa de Max sin que llegaran a tener intimidad, tenían temas de conversación, hablaban de todas las cosas que soñaban, de los proyectos que eran posibles y que seguramente cada uno alcanzaría. Nada es difícil cuando se trata de palabras, una noche de pizzas y abrazos en el sofá rodaron hasta la alfombra entre cosquillas, quedaron cara a cara él la miró fijamente:
— Tú me mereces y yo te merezco - dijo- y mirándola con ternura soltó la frase que ella deseaba escuchar ¿quieres ser mi novia?
Ella nunca respondió, por el contrario habló de salud, de política, de comida, de costumbres y lo dejó en ascuas. Llegó septiembre y con eso la oportunidad que Max estaba esperando, la oportunidad de tener concretado su sueño, plata, dinero, poder y fama. Al verse a punto de materializar sus proyectos un día cualquiera mientras conversaba con Isabel le soltó:
— No te enamores de mí, ahora mi tiempo está exclusivamente dirigido al cumplimiento de mis proyectos, vendré de vez en cuando a atender mis negocios -explicaba- Por el momento tengo una propuesta para ti.
Ella lo escuchaba en silencio pero por dentro su espíritu se revolcaba de ansiedad y sintió de pronto una ligera frustración.
— Te propongo que todas las veces que yo venga nos veamos y estaré contigo siempre, no habrá otras mujeres, ni ningún tipo de romance, solo serás tú.
La muchacha aceptó, en la vida hay altas y bajas, quizás más adelante las cosas cambiarían y el hombre del que estaba enamorada cambiaría de opinión y le ofrecería mucho más. A finales de septiembre, después de tantos conflictos personales, de tantas lágrimas por otras razones al fin tuvieron intimidad, él la fue a buscar, comieron en la calle una cena rápida, hamburguesas y refresco, llegaron a la casa y sin preámbulos llegó, fue algo simple, frío, básico y sin pasión.
Hay ocasiones en que las cosas pasan así, era la primera vez y los dos estaban bajo presión. Días después ella volvió a quedarse en su casa y la experiencia fue peor que la primera vez, se quedó dormida en el sofá, él solo la cubrió con una manta y se fue a dormir solo. Isabel debió huir, ya todas las banderas rojas estaban a su alrededor y ella las omitió.
Esos mismos días Max aturdido, lleno de deudas al fin le contó que tenía hijas, que estaban con sus abuelos, los padres de él, le contó experiencias de su vida, que se había casado alguna vez y también divorciado, que su ex esposa era una mujer muy ambiciosa, inconforme con todo lo que él lograba, que perdió mucho dinero en antiguos proyectos, pero que él estaba seguro que iba a salir a flote pronto, también le dijo que su familia entera estaba en otro país, le contó todo lo que lo agobiaba en aquel momento, sus ideales y creencias y más tarde se cerró por completo; no volvió a hablar de nada de su pasado, fue un momento de confesiones donde Isabel también se abrió y le contó la historia de su vida, que venía de una familia pobre y humilde y que le había costado mucho estudiar y llegar hasta donde ahora estaba, esa noche solo durmieron abrazados, cayeron profundamente en un sueño que los relajó.
Viajó de nuevo e Isabel volvió a su rutina, él comenzó a venir una vez por mes y se quedaba una semana o dos y a veces solo un fin de semana, en la memoria de Isabel permanecía aquella oración "no te enamores de mí" y al mismo tiempo "te quiero, eres mía y bla bla bla". Salían a comer fuera, bailaban, dormían sin discusiones y sin problemas, eran sus días de gloria, sus días pobres, sus días sin dinero en donde hacían milagros para no estar solamente encerrados y compartir, una noche fueron a la feria un día de noviembre, bailaron, festejaron; Isabel pudo notar que era un hombre engreído y que solo quería que le dijeran lo que él quería escuchar, muy pocas veces aceptaba sugerencias o consejos, lo hacía siempre y cuando fuese de su conveniencia.
Viajó de nuevo y de pronto dejó de comunicarse, ella se preocupó muchísimo, pasaba las noches con insomnio, nauseas, mareos y con crisis de pánico de solo imaginar que le pudo haber pasado algo malo. Cuando al fin logró estar tranquila sonó el móvil:
— Hola princesa ¿cómo has estado.
— He estado bien, saliendo adelante con mis cosas ¿qué hay de ti? -fue una respuesta seca-
— Mientras yo te lanzo flores tú me lanzas piedras ¿por qué eres así?
— Ha pasado mucho tiempo desde que no sé de ti, no sé qué pensar ni qué esperar, llegas de la nada y saludas sin contarme lo que te sucedió, ¿que pretendes que haga, qué es lo que quieres escuchar?
— Estuve muy enfermo, me dio dengue y estaba solo en mi casa, una de mis hermanas tuvo que venir a cuidarme, por poco me muero y ya estoy bien, al estar bien lo primero que hago es pensar en ti.
— Pues tiene que darme los datos y las señas de donde vives estando lejos, para que yo no me llene de angustia cuando esto vuelva a suceder, no importa si tengo que pararme en medio de un parque y gritar tu nombre hasta encontrarte.
— Te pido disculpas por haber desaparecido y te prometo que no volverá a suceder.
Le dio las señas de su otra casa, y el mucha número telefónico de esa dirección.
— Si alguna vez vienes acá yo te recibo con alegría, serás bien recibida y te haré feliz.
Llegó diciembre y él se fue a Estados Unidos a pasar Navidad y año nuevo con su familia, luego regresó en enero, la llamó apenas se bajó del avión y la esperó en la puerta de su casa, cuando ella llegó habían fuegos artificiales en el cielo, no sabían la razón, él le dijo que era por ella, que la vida se confabuló para celebrar ese momento, ese reencuentro; Isabel creyó que él había venido para estar con ella y realmente fueron sus negocios la razón principal por la que Max estaba allí.
De cualquier manera la hizo feliz, cocinó para ella y la consintió, se sentía bien dormir juntos, era bueno tener compañía, sobre todo en los momentos difíciles, alguien con quien conversar y encontrar soluciones a los conflictos del presente. Alguien que alimentará las esperanzas de un mañana mejor, los dos hacían eso el uno por el otro y era bueno.
En San Valentín Max la sorprendió con un mensaje de texto muy hermoso: "Me gustas mucho, eres lo que yo quiero para mí, eso es suficiente ¡te adoro, te adoraré siempre, eres mi amada".
Max era así con casi todas, vivía en una nube, aunque ningún hombre es una isla. Él pasaba el tiempo buscando proyectos nuevos, acercándose a personas reconocidas con influencias para poder lograr sus objetivos personales, no había nada que le importara más que el dinero y la capacidad de poder hacer lo que quisiera, cuando quisiera, cómo quisiera, se burló de su inteligencia, comenzó a salir a entrevistas de negocios, pero nunca la invitó ni se la presentó a nadie.
Una mañana coincidieron en la playa donde se habían conocido, Isabel lo ignoró por completo y eso a Max le molestó, hizo todo lo que pudo para que ella se fijara en él y lo feliz que se encontraba, no tuvo detalles ni regalos, esos días había familia en su casa, Max sentía cariño hacia Isabel, de algún modo estaba prendado de ella, quería estar con ella, no soportaba que ella lo ignorase, el pensar que ella lo dejaría lo hacía sentir mal, él mismo no comprendía sus emociones, al fin se dio cuenta de que ella no era del estatus social que él necesitaba y sin embargo así no podía dejarla, sentía que la quería de verdad, su corazón latía de emoción cuando la pensaba y su cuerpo pedía a gritos el calor del cuerpo de Isabel.
Fue a buscarla de madrugada, le pidió que lo acompañara a un apartamento que era de su familia, uno que estaban remodelando, allí apareció con una colcha, una almohada y una cobija, se instalaron en el suelo y esa noche durmieron abrazados llenos el uno del otro; la chica estaba enamorada, tenía fe en que las cosas iban a mejorar pero en su mente palpitaban aquellas palabras "no te enamores de mí, yo soy un hombre libre" eso era algo cruel y malo, decir una cosa hoy, otra mañana y mantenerla así por mucho tiempo.
Ni siquiera Max sabía lo que estaba haciendo, su naturaleza era esa, un hombre aventurero que no sentía amor genuino por nadie, esta vez en su vida consiguió a alguien que era su debilidad, su talón de Aquiles... Isabel.
Aquellas palabras la habían herido e hicieron mella en sus sentimientos, comenzó a ver cómo se desmoronaba su ilusión, más tarde, en mayo llegó su cumpleaños un roto mes de Mayo, Max apareció de sorpresa esa misma noche, la fue a buscar e hicieron el amor, fue una noche espléndida en realidad, por fin se entendían en la intimidad, pasaron la noche desgastando sus cuerpos amándose y así fue continuamente por muchas noches, ella comenzó a quedarse en su casa todas las veces que él venía, lo atendía y hasta aprendió a cocinar las cosas que él le gustaban, chuletas de cerdo y costillas asadas, Gordon blue de pollo, arroz aliñado, granos y cualquier cantidad de alimentos de los que él se antojaba.
Ya Isabel conocía cada rincón de aquella casa, como él no tenía recursos para pagar a la asistente del hogar, ella lo hacía, conocía todo lo que allí había, la cantidad de platos, la cantidad de sábanas, cada una de las cosas que existían en esa casa, ella era prácticamente su habitante, el le dió llaves de la vivienda, de las oficinas y de todos los locales que estaban a su cargo, confiado en ella plenamente, no confiaba en nadie más.
Un día le hizo un regalo, un corazón rojo de razo, con un par de osos de peluche uno a cada lado y un letrero en el centro que decía "I Love you" el detalle fue que ese obsequio estaba usado ¡USADO! ya Isabel lo había visto en una de las repisas de una de las habitaciones mientras ella las aseaba, fingió sorpresa y alegría, fue el único regalo que le dió alguna vez; porque Max creía que el estar con ella y pasar tiempo a su lado era suficiente. Más tarde se dio cuenta que Isabel merecía algo mejor, llegaron las vacaciones de Isabel y le regaló un boleto para que viajase a la capital a ver a su madre y a su familia, él también tenía un apartamento allá, más pequeño pero también lleno de lujos y muy cómodo, ya no tenía la moto, la tuvo que vender para pagar deudas y mantenerse.
Durante ese viaje la invitó a su casa y fue lo mejor que les pudo pasar a los dos, él parecía humilde cuando estaba en la capital, mientras estuvieron juntos se limitaron a ver televisión, comer, hacer el amor, reír y cantar todo en su habitación; salían a pasear tomados de las manos, fueron al teatro a ver una comedia relacionada en como son las parejas hoy en día, que la mujer gobierna al hombre, se reían a carcajadas, de pronto la miraba y parecía que hablaba sin palabras, sus ojos le daban las gracias y sentía que ella era irreal.
Al finalizar las vacaciones ella volvió a la ciudad donde vivía, fue una triste despedida, el no quiso estar allí para verla partir; días después él también llegó de la ciudad, la invitó a la casa pero durmió en otra cama, hablaba por el celular con alguien a quién le daba todo tipo de explicaciones, minutos antes de la llamada telefónica Max le había comentado:
— Siento que soy feliz contigo, eres una mujer que nunca reclama nada, siempre estás alegre, siempre estás feliz y haces que yo sea feliz contigo.
Después de la llamada, ella le reclamó, no eran celos, solo estaba herida por su actitud y esa falta de respeto; él la gritó diciéndole que él hacía lo que le daba la gana, que no le importaba nada ni nadie más que sus proyectos y que ella tenía que respetar eso.
La siguiente mañana la joven salió de esa casa sin despedirse, le escribió casi un testamento por teléfono días después diciéndole lo humillada que se sentía y él solo respondió "Ok". Isabel defraudada desapareció un par de meses, Max se sentía raro, estaba desconcertado, ¿cómo esa chica se fue, cómo pudo sentirse herida si él estaba trabajando? habían cosas que tenía que hacer a solas, había gente que era de su interés y él tenía que prestarle mucha atención y dedicarles tiempo, ¿por qué Isabel no era capaz de entender eso?
Le escribió entonces que no le interesaba, que pronto sería su cumpleaños y que si ella no quería estar con él no importaba, que la pasaría con quienes sí estaban dispuestos a estar con él. Ella ni se inmutó.
¡Que difícil es desprenderse!
Llegó una festividad local importante y volvieron a encontrarse, fueron juntos a la iglesia, la invitó a comer cerdo frito, él compraba regalos para sus amistades sin tener un detalle con ella, ni uno, hasta le pidió las tarjetas de crédito prestadas para seguir comprando obsequios para una "socia", la chica se negó.
— Mis tarjetas las uso solo en caso de emergencias. Lo siento -dijo tajante –
Hay cosas que una mujer por más enamorada que este no se puede permitir. El chuleo por ejemplo.
A el no le importó, Isabel no se explicaba cómo seguía una y otra vez yendo al encuentro de ese ser humano, Max se sentía complacido cada vez que lograba que ella volviera a sus brazos, él la quería a su manera pero más amaba sus proyectos. Cuando notaba que las cosas no iban bien se llenaba de ansiedades que solo Isabel podía calmar, en cambio ella se llenaba de angustias que nadie podía calmar mientras él la deshojaba como una Margarita en un "te quiero, no te quiero" eso la estaba matando.
En octubre le pidió que fuese a verlo, cuánta emoción y felicidad sintió, fueron siete días juntos, él y ella en un colchón tirado en el suelo, él tuvo que cambiarse de casa, vendió el pent house y ahora tenía un apartamento sencillo, como el de la ciudad, bastante bonito y cómodo. Fueron al béisbol, al teatro... él la miraba con carita de cordero degollado, dejando en evidencia su lucha por no amarla, volvió a prometerle comprarle una casa y hasta montarle un negocio.
Qué fácil salen de la boca y qué sin valor son algunas palabras que se usan sobre todo para engañar, Max estaba convencido de que podía cumplir sus promesas, aquella chica merecía que las cumpliera. Estaban a punto de ser decepcionados los dos.
Ya había pasado un año desde que empezaron su relación, llegó noviembre y fue a buscarla, nunca llegaba a su casa solo, cuando regresaba de los viajes siempre iba por ella, ese mes estaba enfermo tenía una peste terrible, ella lo cuidó, se bañaron juntos, durmieron abrazados como ya estaban acostumbrados, fueron a la playa, estaban como los enamorados, fue un buen fin de semana y el lunes se acabó la paz, otra vez se encerró a hablar en su cuarto dos horas, ella se llenó de ira y le dijo que si lo volvía a hacer se iría, el la corrió de la casa, la llamó estúpida tantas veces q perdió la cuenta y no la volvió a invitar, Isabel ni siquiera le reprochó que había notado el hecho de que él uso los preservativos de su bolso de viajes y que con ella no había sido, se sintió mal querida y vacía, entonces se llenó de orgullo y dignidad, se marchó temprano sin despedirse y volvió a desaparecer. Max sentía un desasosiego cuando ella hacía eso, era lo que más le molestaba de esa chica, la manera de irse sin decir nada. Igualmente terminaba por superarlo.
Isabel se revolcó en su cama, cada noche lloró, soñaba casi a diario con él y en los días de calma sin depresión, aprovechaba para dormir, sabia que él se había burlado de ella que la usaba y que se aprovechaba de sus sentimientos.
Ya en noche buena la vecina y ella se embriagaron de vino, era diciembre y a las tres de la madrugada mientras ella soñaba el apareció de nuevo, fue por ella. Toda ebria no tuvo voluntad para despreciarlo, amaneció en sus brazos; de cualquier manera, nunca vuelve quien se fue aunque regrese, ella le había perdido la fe, estaba en su lucha por superarlo.




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