"Hay almas gemelas que
quizás nunca dormirán juntas,
sin embargo siempre se
soñarán"
Si pudiera arrepentirme de alguna cosa en mi vida sería del hecho de haber confundido el amor con la atracción; juro que me encantaría mandar una denuncia al creador de cierta frase que leí en un libro del que no recuerdo el título, la frase decía: "La belleza seduce a la carne con el fin de obtener permiso para pasar al alma" de Simone Weil. Con sólo recordarla y leerla nuevamente siento que el cerebro se me atrofia un poco más con cada palabra, nunca debí haberle hecho caso.
Su nombre, Sterling Galloway, un auténtico imbécil en toda su clase, ocupación, mojar bragas con su cabello castaño oscuro, su piel curtida en tatuajes y esos ojos celestes que mandan al delirio a la mitad del género femenino con hormonas activas.
Su único error, el haberse pasado de listillo a siete minutos exactos de forzarme a pasar a segunda y tercera base.
Dicen que tu primera borrachera nunca se olvida, y créanme, hasta el día de hoy me duele el cerebro al sólo recordar lo que pasó ese 4 de Noviembre de 2009, ubicación, casa de playa, Hawái, primera y última salida de la promoción del año ya mencionado.
—Simone, por favor apúrate, ya media institución debe estar afuera en plena fogata frente al mar —toqué la puerta un par de veces ya a un par de segundos de alcanzar la desesperación—. ¡Joder!, ¿Qué tanto haces ahí metida?
—Declan, creo que vas a tener que ir sin mí, la regla acaba de bajarme en su peor momento y ahora siento que viene cargada con refuerzos para joderme la noche mientras me hace estallar de dolor —la chica rubia salió del baño con una mueca compungida de dolor mientras se agarraba el vientre bajo y caminaba hasta la cama a pasos torpes—, ve, no voy a detenerte más.
Lo pensé por un momento, me asomé un par de veces por la ventana del segundo piso donde claramente se veía a varios estudiantes de los diversos cursos compartiendo sonrisas e historias de terror probablemente, frente al hotel, el fuego y el mar como testigo de todo. Me mordí el labio y cerré las cortinas antes de querer arrojarme por esa ventana sólo para reunirme con ellos.
—No, me quedaré contigo, ya veremos que hacemos mañana —sonreí y la ojiazul me miró con una sonrisa apenada, negué con la cabeza antes de que el impulso de abofetearme a mí misma y a mi gran corazón se activara, caminé hasta la cama y me senté a su lado—. Te traeré una pastilla.
La chica rubia asintió y yo salí de la habitación rumbo a la mía donde varias pastillas de emergencia para los cólicos aguardaban por mí y por ser tragadas por Simone con urgencia.
Nunca se es lo suficientemente precavida.
—Declan —escuché mi nombre y me volví para mirar a la persona que había llamado— ¿todo bien? ¿por qué carajos tú y Simone no están en la fogata?
Miré con una sonrisa a Chris y a Rocco, dos de mis mejores amigos desde hace dos años, nos conocimos en el aula de clases de penúltimo grado, y los cuatro —con Simone incluida—, habíamos encajado a la perfección y ahora éramos inseparables.
Chris era el más serio y con cara de pocos amigos aun cuando con nosotros era todo lo contrario, siendo participe de toda clase de locuras consentidas entre todos; Rocco sin embargo era un auténtico idiota, siempre haciendo reír a todos con sus estupideces mientras se jactaba de estar soltero. Me acerqué a ellos y los abracé casi provocando que perdieran el equilibrio antes de responder la pregunta que Chris me había lanzado:
—Simone no se siente muy bien —hablé caminando a mi habitación con los pasos de ambos jóvenes siguiendo los míos.
—¿No querrá un poco de compañía? —preguntó Rocco y yo rodé los ojos. Estaba embobado con mi amiga y todo el salón lo sabía; pero ella sólo sería su amor imposible, no le interesan las relaciones en lo absoluto, obvio que tiene sus ligues de verano, pero nunca le he conocido a nadie con el que quiera ir enserio y supongo que Rocco no será el primero.
—Sueñas mucho —dijimos Chris y yo a la vez y ambos nos sonreímos con complicidad.
—¿A dónde iban par de tontos? —les pregunté sacando un sobre de pastillas de mi maleta rosa pastel.
Ambos se miraron y soltaron pequeñas risas nerviosas, yo bufé porque claramente estaban escondiendo algo y ahora tenía que usar mis técnicas de manipulación para sonsacar información.
—Vamos a jugar "siete minutos en el cielo" —habló Rocco y Chris lo golpeó con su codo con muy poca consideración para no querer generarle dolor a propósito.
—Ella no es de esas, idiota —habló Chris y yo fruncí el ceño con confusión.
—¿No soy de esas qué? —Lo miré mal y él solo se encogió de hombros— ¿Qué es eso de "siete minutos en el cielo"?
Juro que si hubieran tenido una bebida entre las manos ambos se hubieran atragantado con ella o en el peor de los casos me la hubieran escupido encima.
—¿Qué rayos les da? —gruñí harta de que actuaran como idiotas, aún más de lo normal y a lo que estaba acostumbrada.
Se empezaron a empujar entre ellos y tuve que golpear mi frente con ambas manos al compararlos perfectamente con Tweedledum y Tweeddledee, los dos gemelos con confusión de identidad de Alicia en el país de las maravillas. Caminé hasta la habitación de mi amiga pasando por su lado y golpeando sus hombros con los míos mientras bufaba con altanería, son unos auténticos idiotas.
—Simone, ¿puedes decirme que es eso de "siete minutos en el cielo"?, estos dos energúmenos no quieren abrir la boca para articular una respuesta perecedera —la chica rubia se levantó de un salto y miró a los dos jóvenes entrando a empujones a la habitación.
—Son idiotas ¿verdad? ¿toda su estupidez viene de nacimiento enserio?
Solté una carcajada y tecleé "siete minutos en el cielo" en mi móvil, leí todo el articulo mentalmente bajo la mirada de las tres personas dentro de la habitación fija sobre mi cuerpo.