El amor no puedes ocultarlo cuando existe,
ni puedes fingirlo cuando no está ahí.
Nunca he sido buena para hacer amigos, casi siempre todas mis amistades fueron presentadas por Eli. Siempre solía decirme a mí misma que la gente que se me acercaba era con la que yo hablaría, de resto, prefería quedarme sola hasta cuando los demás me hablaran primero y no tomar la iniciativa por mi cuenta, con excepción de una sola persona, aunque lastimosamente él ya no está aquí para que pueda confirmarlo, y claro, Tatum, pero esa es otra historia.
—Yo, a los demonios ¿y tú? —pregunté tomando impulso con los pies para seguir columpiándome bajo la atenta mirada de aquél niño bajito de ojos grises.
—No.
—También a los espejos de noche ¿y tú? —volví a preguntar pero él volvió a negar con la cabeza, yo suspiré frustrada e insistí.
—¿A la oscuridad?
—No —volvió a repetir el chico soltando una risita.
—No te creo Alec, debe haber algo que te dé miedo, ¿acaso no somos amigos? Puedes confiar en mí —rodé los ojos y el chico se puso de pie, dejó el columpio moviéndose y luego me tomó de la mano e hizo que ambos camináramos hasta el tobogán; yo me arrojé primero y antes de que pudiera volver a rodarme por aquel tobogán azul con él observando con gesto atento todos mis movimientos, lo escuché hablar y hasta el día de hoy sus palabras se repiten en mi cabeza cada vez que recuerdo a ese niño rubio con el que pude compartir cierta parte de mi niñez.
—Mi único miedo es quedarme solo.
Después de cuatro paradas aproximadamente, Eli se bajó del vehículo sin mirarme en ningún momento después de aquél fogoso y absurdo beso que le robé al chico que acababa de conocer. Cuando nos separamos, Liam me miró asombrado y separó un poco los labios para hablar, no se lo permití, clavé los ojos en el suelo mientras apretaba el par de audífonos blancos con fuerza contra mis orejas para no escuchar nada más aparte de la estrepitosa música.
Finalmente nos bajamos y yo fui la que prácticamente se levantó de un salto de su lugar y salió precipitada por la puerta de atrás de este, Liam se me adelantó y yo lo seguí sin tener intenciones para alcanzarlo, después de todo, él era el que me estaba llevando a su casa. Después de un par de minutos caminando detrás del chico rubio, lo alcancé, lo miré con toda la vergüenza que es capaz de tener una persona al cometer una babosada como la que acababa de cometer y luego dije:
—Lo siento mucho Liam, perdóname por favor y trata de olvidar la estupidez que cometí en el interior de ese vehículo; no sé porque lo hice, a veces simplemente tengo impulsos que no comprendo y termino poniendo a las personas a mi alrededor en situaciones incómodas como en la que acabo de ponerte —me golpeé la frente con las dos manos y luego mis ojos se clavaron en mis zapatos avanzando hacia adelante por ese vecindario de casas adosadas—, me siento terrible, perdóname por eso enserio.
El chico a mi lado soltó una risa y se encogió de hombros sin dejar de reír.
—Bueno... —empezó diciendo y yo lo miré tratando de no parecer intimidada y avergonzada como era que realmente estaba— debo admitir que no es la primera vez que me pasa algo como esto, no eres la primera chica que pone sus labios sobre los míos solo para darle celos a alguien más, es lo único que diré.
—¿Enserio? —pregunté entre sorprendida y avergonzada. Lo había usado para salir de esa escabrosa situación y él lo sabía, pero por alguna razón desconocida él no parecía molesto, todo lo contrario, parecía estar divirtiéndose con todo lo que acababa de suceder.
—También puedo fingir que soy gay por si quieres que espante a alguien de tu lista de pretendientes barones —sonrió levantando una ceja antes de soltar una sonora carcajada—. Enserio Declan, no importa, además, besas extremadamente bien —hizo un gesto uniendo su dedo pulgar y el índice a la altura del rostro justo por delante de sus labios; como un chef que acaba de probar algo delicioso de uno de sus cocineros de bajo perfil y le da el visto bueno con tal gesto.
Ambos nos miramos y empezamos a reír como dementes a la mitad de la calle, bajo la mirada de varios transeúntes que pasaban y nos miraban como si estuviéramos borrachos por lo fuerte que estábamos riendo.
—Definitivamente no sé de donde saliste, no entiendo cómo has podido soportar todo ese mal rato sin haber procedido a mandarme al carajo por usarte como lo hice —hablé y él nuevamente se encogió de hombros.
—Por lo menos prométeme que la próxima vez que hagas eso vas a avisarme con antelación, podría jurar que hice una cara de auténtico imbécil en ese autobús y la mitad de las personas no creyeron ese beso, o pensaron que era gay —volví a reír sin dejar de caminar por esa calle, nos detuvimos para que pasaran dos carros en una avenida de doble sentido que debíamos cruzar y luego seguimos avanzando—. Ahora, ¿vas a decirme quién era él?
—Un chico que me gusta, confórmate con saber solo eso —hablé jugando con mi cabello para disimular los nervios al hablar.
El chico rubio asintió con la cabeza y frunció levemente el entrecejo, me dio la impresión de que mi confesión le molestó un poco, pero probablemente estoy sugestionando todo, como siempre.
Cuando llegamos a su casa, su madre y su padre me recibieron con una sonrisa. La señora Maverick fue muy amable conmigo y el padre de Liam trató de ser lo más cordial y caballeroso posible, finalmente y después de un delicioso vaso con jugo de naranja, subimos a la terraza de Liam, dijo que habían un par de mesas al aire libre donde podíamos estudiar disfrutando de la sombra o del sol.
Asentí con la cabeza y ambos subimos tres tramos de escaleras hasta una bonita terraza al aire libre con dos bonitas mesas blancas con sillas de cojín mullido, caminé hasta una de ellas y me senté, saqué las copias del informe que tenía que traducir y mi cuaderno de latín, le mostré las copias apenas Liam se hubo sentado a mi lado y él empezó a revisarlas bajo mi atenta mirada.