Es al separarse cuando se siente
y se comprende la fuerza
con que se ama.
Siempre he tenido sueños raros, algunas veces puedo soñar con ser un vampiro que vuela y bebe sangre humana y otras veces con ser la sobreviviente de un apocalipsis zombie; por no mencionar sueños incluso más raros. Sé que es bastante sencillo diferenciar la realidad de los sueños, pero en el momento en que quise mover un dedo o abrir la boca para decir algo y no tuve éxito no supe diferenciar si estaba durmiendo o si estaba despierta. Escuchaba el goteo de algún líquido desconocido cayendo y una máquina extraña soltar ruidos aun más extraños en mi oído pero eso era todo, poco después escuché pasos acercándose a donde yo estaba y una puerta abriéndose.
—¿Cómo está? —esa era la voz de mi madre, pude reconocerla de inmediato; luego un montón de recuerdos dispersos acudieron a mi mente sin necesidad de accionar algún interruptor, nuestra discusión, las fotos, el auto, la oscuridad, lo recordé todo y ahora sabía perfectamente dónde estaba y porqué mi madre preguntaba aquello. Estaba en un hospital, el goteo era probablemente el suero pegado a mi brazo y la máquina extraña debe ser el Monitor Holter, ese horrible aparatado que mide mis latidos las 24 horas del día; quise gritar pero me fue imposible.
Declan, respira, respira y no entres en pánico.
—Delicada, Señora McDonald —habló una mujer y yo sentí un escalofrió recorrerme, eso definitivamente no me va a ayudar para nada a calmarme—. Perdió mucha sangre y tiene dos costillas rotas —siguió hablando ella, ¿dos costillas rotas? Mierda, eso debe doler, pero por alguna razón no siento dolor en lo absoluto—. La tenemos sedada, no queremos que se despierte y pierda más sangre de la que ya perdió —okey, eso tiene más sentido.
—¿Qué podemos hacer? —escuché preguntar a papá.
—Necesita una transfusión de sangre urgente lo antes posible o podemos perderla —habló la mujer con voz mesura, sentí que mi corazón dio un vuelco; no quiero morir, tengo muchas cosas que hacer y que experimentar todavía.
—Hágala, dígame dónde me pongo y sáqueme toda la sangre que necesite, pero sálvela —volvió a hablar mi madre con la voz entrecortada.
—Ese es el problema Señora McDonald, su hija tiene un tipo de sangre muy escaso en el mundo, AB-, es casi imposible de conseguir. Nos tomamos la molestia de ver su historial médico y ni ustedes ni su hijo mayor pueden donarle.
Eli, Eli, mi Eli, cuánto lo extraño en ese momento, me encantaría poder despertar y pedirle una disculpa, al menos si me perdona me iré un poco más liviana a la tumba si llego a morir en esta habitación.
—¿Cómo está? —escuché la voz de mi hermano entrando abruptamente por la puerta de la que supongo y es mi habitación.
Sentí una punzada y seguido de eso un horrible dolor removerme, mis costillas ¡joder! Siento que van a matarme; quise pasarme una mano por la zona afectada pero no podía moverme, luego el dolor se volvió mucho más agudo y finalmente sentí mi corazón acelerarse a niveles que creí imposibles de alcanzar, mi cuerpo se sacudió violentamente y el dolor se hizo insoportable.
—¡Declan! —Escuché que gritó mi madre con la voz ahogada por el pánico—. ¿Qué está pasándole Señorita? ¿qué es eso? ¿por qué se sacude de esa forma tan horrible?
—Llamen a un doctor, urgente, está teniendo un infarto —exclamó la mujer asustada, luego escuché varios pasos salir de la habitación y regresar nuevamente a donde estaba, poco después sentí una aguja penetrar en mi brazo derecho seguido por un dolor en el pecho que nunca había experimentado en toda mi vida, y si creía que todo el dolor era horrible antes de eso, ahora ya no pude soportarlo enserio, apreté los ojos y finalmente ya no escuché nada más.
...oOo...
Una chica de flequillo y cabello castaño caminaba por toda la sala de espera mientras sus padres intercambiaban palabras con un par de enfermeras; estaba agotada pero no iba a demostrarlo, el viaje de diez horas sentada en la parte trasera de la camioneta de sus padres había sido una tortura para ella y su cuerpo le estaba pasando factura pero ella no cedía al cansancio, no iba a dormirse, no hasta saber que su amiga estaba bien.
La videollamada había puesto con los nervios de punta a todos en la familia Sayers, así que lo primero que pasó por la mente de la madre de la joven fue empacar las pocas cosas que habían llevado y salir disparados hacia California; sin importar el dejar nuevamente sola a su madre enferma. Debían regresar a buscar respuestas y a pesar de que el viaje relámpago fue una misión suicida consiguieron llegar en tiempo récord, tuvieron que intercambiar lugares en la arriesgada conducción entre padres e hija para que uno condujera mientras los otros dormían un poco, tomaron varias tazas de café sacado de un termo y pasaron dos veces por una gasolinera pero finalmente habían conseguido llegar a California.
Iban camino a la casa de los McDonald, pero a mitad de camino la joven recibió una llamada de Elías donde le comunicaron del accidente y en el hospital que estaban, así que hubo un pequeño giro en el trayecto y finalmente llegaron al hospital donde ahora los progenitores de la chica estaban buscando averiguar el estado de salud de la chica hospitalizada.
—Tengo sueño —habló la hija menor de la familia con los ojos entrecerrados desde uno de los asientos de la sala de espera, tuvieron que llevarla al hospital, no pensaron en posibles lugares donde dejarla, todo había pasado demasiado rápido—. Tatum ¿por qué estamos aquí? —preguntó la pequeña restregándose los ojitos con frenesí.
La chica miró a su hermana menor con pena y luego caminó hasta ella y la levantó en volandas, aun a sus ocho años era realmente liviana para sorpresa de todos; pero los médicos no se explicaban su condición y solo decían que iba a ser una mujer de reducida estatura, le pasó una mano por el cabello.