El escándalo era ensordecedor. Se soltó de un par de hombres a su lado y camino hacia ella mirándola fijamente hasta que sus ojos se desviaron hacia la hermosa novia vestida de blanco a las puertas de la iglesia. Con indignación Daisy, la que sería hace un momento su esposa giró para salir por donde había llegado, y él no volvió a mirar a la chica rubia de ojos grises que había reaparecido en su vida.
Tomó la maleta con una mano enguantada y con la otra mano la suya sin detenerse ya que la multitud se cernía cada vez más sobre ellos. La arrastró muy rápido por el pasillo hasta la entrada, afuera estaba peor, atestado de gente que hacía un murmullo más intenso que dentro de la abadía debido a la salida estrepitosa de la novia y aún mayor al ver a el novio de manos con otra. Logró llegar a un carruaje y le pidió al cochero poner marcha a la mansión cuanto antes. No la miraba, su atención estaba puesta en la ventanilla y todo el desorden que se había formado. Se oía gritar al cochero pidiendo paso mientras ella se arrepentía de regresar a su vida. Era peor que la pesadilla más recurrente y su mayor temor, el hombre que amaba iba a casarse con otra.
Sus manos temblaban y las sujetaba una con la otra en su regazo, a la vez que su pie se movía inquieto, bajó la mirada con pesar obligándose a tranquilizarse un poco. Entonces luego de unos largos minutos él se atrevió a verla nuevamente con el ceño fruncido, como sopesando la idea de que estuviese allí. Lo miro a los ojos y por un minuto no pensó en nada más, no hubo palabra alguna, después de 3 años y todo lo ocurrido no sabían que decirse.
El lugar era enorme, desde la verja de entrada hasta el imponente edificio adornado habían varios kilómetros no volvió a mirarla y ella no sabía por dónde comenzar. Cuando bajó del carruaje un grupo de sirvientes extrañados y elegantemente vestidos en la entrada se movían desorientados, mientras él daba órdenes de limpiar todo anunciándoles sólo que no habría boda. En lo sucesivo la volvió a tomar de la mano sin mirarla, entró a lo que pensó por un instante comprarlo con un palacio lleno de flores, subieron unas escaleras y pasaron por un par de pasillos hasta una habitación, la hizo pasar y cuando se cerró la puerta tras él se sintió tan pequeña e indefensa que sus ojos se nublaron. No sabía lo que veía ante ella, tal vez era enojo, incredulidad, incertidumbre, o todas juntas. La felicidad o alegría definitivamente no.
- Bruno lo siento mucho yo...
- ¡Estabas muerta! La última vez que te vi... Moriste en mis brazos
- Es complicado, también pensé que habías muerto y no supe que vivías hasta hace poco más de un año
- ¿Un año? ¿Y por qué no me buscaste? – esperaba respuestas inmediatas y no sabía bien que sentir o cómo reaccionar en ese instante
- Porque... Por muchas cosas...es que...
- ¿En donde estuviste todo este tiempo? ¿Qué sucedió contigo? – dejó escapar el aire con evidente frustración y se acercó un poco, pero ella camino al otro extremo alejándose, parecía que de pronto fuera un extraño
- Es un historia muy larga y no sé si pueda volver a hablar de ello por ahora... - las lágrimas comenzaron a brotar
- ¿Por qué viniste? ¿Justo hoy? – su impotencia lo exasperaba
- No sabía que... que ibas a casarte – se limpió las lágrimas, pero salían mas sin control – tal vez... yo no debí venir
- Maldijo en voz alta, caminó por la habitación un par de minutos y se detuvo, ella lloraba como si le hubiera roto el corazón y de cierta manera puede que lo hiciera y suspiró con pesar – si debiste, después de todo eres mi esposa.... - le dio la espalda y supo que lo mejor era que asimilaran lo ocurrido antes de hablar - esta será tu habitación enviaré a alguien – la miro con preocupación dudando en separarse de ella, pero no se atrevía a acercarse - debo... Tengo que dar muchas explicaciones y no tardan en llegar... - pasó ambas manos por su rostro tratando en vano de serenarse - Yo... necesito entender...- la miro fijamente por unos segundos, ella lloraba aún, podía ver estremecerse sus hombros - Hablaremos luego
Al salir y dejarla sola se dejó caer en el diván y lloró todo lo que tenía por dentro, se había imaginado muchas cosas posibles en su reencuentro, pero todo aquello jamás. Él iba a casarse con una mujer de su clase a la que probablemente sí amaba, no dejaba de pensar en ello... ilusa había sido al pensar que su recibimiento sería otro.
Un rato después, una muchacha toco dos veces la puerta y al no tener respuesta entro con timidez
- Buen día mi Lady, soy Dorothy su doncella personal. Imagino que necesita un baño
- Hola – se limpió el rostro – soy Angy, necesito salir de aquí Dorothy por favor ayúdame a encontrar un cochero que me lleve a la central de diligencias
- Abrió los ojos y parpadeo confundida sus órdenes eran otras – pero, pero mi Lord dijo...
- No importa lo que dijo quiero salir de aquí por favor
- Por qué mejor no se da un baño, yo la ayudaré - dijo para calmarla
- Quiero irme... Solo...
- Tranquila – la veía tan sola, desesperada y asustada que no dudó en acercarse, se sentó junto a ella y le dio el consuelo que necesitaba tomándole de las manos hablándole con dulzura – no puede salir ahora, abajo hay un montón de invitados y familiares, todo está muy revuelto y hay gritos en el despacho del señor
- ¡Ay no! Todo es culpa mía, lo sabía esto no iba a funcionar de ninguna manera – sorbió por la nariz
- No se culpe, mi madre decía que todo pasa por alguna razón y usted llegó justo a tiempo, voy a prepararle un baño debió haber hecho un viaje largo y estas tensiones se curan con agua mi Lady – sonrío
- Gracias, pero no me digas así no soy una dama, llámame Angy